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Otra vez una pesadilla. Pero era diferente a las que tuvo anteriormente; en esta no visualizaba la muerte del general, si no como este le dejaba hundirse en un espeso líquido negro. Intentaba pedirle ayuda, pero Tsurugi le dedicaba una sonrisa triste y se guiraba, dejándole atrás.

Al despertar, sintió su estómago contraerse, mientras que el aire quedaba atascado en su garganta, sin llegar a los pulmones. Alzó la mano derecha, en la cual descansaba un hermoso anillo plateado, en su dedo anular. Hacía tanto que no se lo ponía...pero esa misma noche, después de cenar, decidió volver a llevarlo. Una joya familiar, solo él y sus padres conocían de ella; pero ahora que ellos no habitaban este mundo, solo Tenma sabía de la existencia de aquel anillo.

-Mamá...- posó sus labios en aquella joya, dejando un beso- tu anillo de bodas...y el de anteriores generaciones. ¿Cómo puede lucir nuevo?

Suspiró pesadamente y centró su mirada en la ventana de su habitación; el sol aún no había salido, aunque no quedaría mucho para que lo hiciera. No deseaba quedarse más tiempo en la cama, así que caminó tranquilamente por los pasillos de palacio, observando detenidamente lo que había a su alrededor. Los árboles en flor decoraban el lugar, embriagando el aire con un toque dulzón, que se filtraba sigilosamente por tu nariz y dejaba tu cuerpo unos segundos relajado. Matsukaze respiraba aquel aroma lentamente, relajando sus músculos mientras que por su mente surcaban recuerdo tras recuerdo. No sabía si llorar, a causa del dolor de aquellas escenas; si reír, por lo irracional que era todo aquello; o tal vez enojarse, al pensar en esos momentos en los que cierto peliazul dañaba su corazón. ¿Tal vez debería hablar seriamente con Tsurugi? Aún no tuvo el valor suficiente; cada vez que veía ese fría mirada posarse en él, las palabras se atascaban en su garganta, temerosas de salir. Pero ya...necesitaba respuestas, y las quería en ese mismo instante.

Aún algo nervioso, buscó al general por todo el palacio. Había encontrado a Kinako en una pequeña sala llena de armas, una hermosa colección, se notaba que nadie las había usado para el combate. Luego, vio a Fei jugando con un gato que se había colado en el jardín; el peliverde se lanzó sobre Tenma, abrazándole. Naoki revisaba el estado de todos los caballos, tanto los que se usaban en la caza, como los de guerra y tiro.
Incluso pudo encontrar a todos los sirvientes, pero ni rastro de Tsurugi. Empezaba a frustrarse, así que tomó un descanso detrás de los matorrales que formaban el denso jardín; árboles lo rodeaban, era un lugar perfecto para esconderse en un juego o para un momento a solas con tu romance. El castaño rió bajó, alzando una de sus manos al ver como una flor se desprendía del árbol; era de un bonito color blanco, tintado de celeste en el inicio del pétalo. Estaba tan centrado en analizar lo que había en su mano, que no se percató de la persona que descendía por el árbol que había frente a él. Al escuchar el sonido que hacían los pies al pisar con fuerza el suelo, dio un bote en el sitio, levantando la mirada.

-¿Tsuru...?- ni siquiera pudo terminar de hablar, el de ojos ámbar se había lanzado sobre él, cubriendo su boca-
-Silencio- un susurro salió de su boca, con aquel característico tono grave.

El corazón del menor latía rápidamente, si aumentara la velocidad sería incluso capaz de romper una de sus costillas. Aquello había sido sorpresivo, estaba tirado en la hierba, con el cuerpo del general encima y una de sus manos cubriendo su boca. La mirada anaranjada que poseía estaba fija en él, incomodándolo a más no poder. Rápidamente, sus ojos pasaron de objetivo, centrándose en algún punto fuera de la protección de los árboles. Tenma apenas podía oír nada excepto sus propios latidos, pero al dejar de sentir los orbes del general sobre él, sus pulsaciones se relajaron un poco, permitiéndole escuchar atentamente. Aquel sonido...¿eran caballos? Y el ruido indicaba que eran varios, corrían a gran velocidad y estaban cerca, demasiado cerca. ¿Quiénes eran? Un escalofrío recorrió su cuerpo; aquello no le daba buena espina.

Su cuerpo temblaba levemente y una de sus manos se aferró a Kyousuke, el cual volvió a mirarle. Pudo ver como la piel canela del principe ahora estaba algo pálida, ¿se habría percatado de la situación? Seguro que sí, Matsukaze era una persona inteligente, eso no podía negarlo. Los ojos gris eléctrico del chico reflejaban miedo, al igual que la expresión de su rostro. El peliazul chasqueó la lengua, ¿tenía que encontrarse precisamente con él en un momento así? Un suspiro abandonó sus labios, abrió su boca para decirle algo, pero una voz lo detuvo.

-¡Adelante! ¡Busquen a quien se nos ordenó y mándenlo al más allá!

Tsurugi frunció el ceño notablemente, incorporándose lentamente al escuchar como se alejaban. El menor se levantó rápidamente, con la respiración agitada y susurró:

-Kinako.

Antes de que el general pudiese reaccionar, Tenma había salido corriendo en dirección al interior de palacio. El más pálido lanzó una maldición mentalmente y fue tras él. El joven se dirigía en modo sigilo hacia la sala de armas, donde se encontraba anteriormente la princesa, pero no encontró a nadie alrededor de aquella puerta. Al entrar, cerrando sin hacer el mínimo ruido, la castaña ladeó su cabeza.

-Tenemos que irnos, nos atacan. ¿No conoce algún camino más oculto? También debemos buscar a Fei y Naoki.
-E-espera, Joven Matsukaze, ¿atacarnos?- la chica estaba algo pálida.
-Tsurugi y yo los oímos en la entrada, buscan a alguien, no se a quien se refiera, pero es mejor no correr riesgos y permanecer juntos.

Un fuerte sonido retumbó cerca de allí, como si una estantería cayese. El más alto apretó los labios, ideando una manera segura de salir mientras buscaban a los demás; pero era imposible. Así que eligió un arma cualquiera; la funda era naranja oscuro mientras que el mango era en un tono gris plateado. Al desenvainarla, pudo apreciar una hoja perfectamente forjada y afilada, con un brillo casi sobrenatural. Con semblante decidido, escondió a Nanobana en un pequeño mueble, donde había más espadas; las tiró al suelo e hizo que pasara.

-¡Pero, Joven Tenma!
-Tranquila, si alguien viene, acabaré con él y la llevaré hasta Fei y Naoki. Recuerde que Tsurugi Kyousuke estuvo años trabajando para mí. ¿Cree en serio serviría a su señor sin enseñarle a manejar una espada? Siempre decía que era básico que supiera defenderme, para cuando el no estuviera- sonrió de lado, algo triste, y cerró el mueble.

Esperó varios minutos, hasta que la puerta se abrió dejando ver a una persona vestida de negro, con capucha y una espada larga en su mano. Tenma apoyó el peso en su pierna derecha, mientras giraba la espada en su mano, para luego impulsarse con el pie, llegando rápidamente hacia donde estaba su enemigo. Paró su arma; su mirada se centró en el mango color dorado, la mano de aquella persona cubría casi por completo aquel dibujo, pero el castaño lo tenía tan grabado en su mente, que no necesitaba ver más para saber que era. "Ese es...el símbolo de mi familia".

Blood swordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora