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Nuevamente había despertado en su habitación, pero esta vez rodeado de sirvientes que le observaban notoriamente preocupados. Sus ojos grises se clavaron en el techo, mientras pensaba en todo lo que había sucedido antes de perder el conocimiento; tenía la sensación de que aquellos mareos y náuseas pasarían más a menudo.
Se incorporó con cuidado en su cama, mirando detenidamente a su alrededor. No, Aoi no se encontraba allí.

-Joven amo, ¿cómo se siente?- preguntó una de las muchachas.
-Bien, bien, algo cansado. Pero estoy bien- se quitó la manta de encima y se dispuso a salir del lugar.
-¡No puede salir en esas condiciones! Es la segunda vez que se desmaya en un día.
-No te preocupes, estoy perfectamente- le dedicó una sonrisa y caminó con lentitud hasta el jardín de flores exóticas.

Muy pocas personas tenían permitido el paso a ese sitio, ya que era uno de los sitios favoritos de Tenma.
La luz comenzaba a desaparecer, dejando el paisaje y su palacio bañados con el naranja del atardecer. La brisa fresca meneaba con delicadeza algunos de los mechones castaños del chico, mientras su mirada se perdía en el delicado sol que decidió adornar el lugar los últimos minutos antes de desvanecerse.

Paró en seco al observar en su jardín una cabellera color azul oscuro, que se ondeaba con el viento. Su mano derecha subió hasta su pecho, aferrándose a la ropa que lo cubría. El ver solo su espalda le provocaba otra vez esa sensación de vértigo que recorría todo su cuerpo. No se atrevía dar un paso más, sentiría otra vez esa mirada llena de odio y su estado mental y físico no podrían soportarlo. Simplemente se quedó allí parado, observando con detenimiento la persona frente a él; parecía que no se había percatado de su presencia.

-Parece que no olvidaste como llegar hasta aquí- su voz había salido sin darse cuenta.

El joven se giró rápidamente, percatándose por primera vez de que Tenma se encontraba allí. Sus ojos ámbar se clavaron en él, frunciendo notablemente el ceño; se podía apreciar que no se alegraba de verle.

-Estuvimos antes en la sala que daba al jardín- respondió, sorprendiendo al castaño.
-Sí...pero esta zona es la más profunda y solo yo conocía este sitio- hizo una leve sonrisa- Tú y yo, más bien.
-Lo único que odio de este Reino es a usted, lo demás...son cosas que adoro- dio unos pasos hacia él- es usted a quien no soporto ver.

Su respiración se detuvo, realmente sus pulmones se habían cerrado de golpe, impidiendo el paso al oxígeno. Deseaba detener las punzadas que se incrustaban justo en su pecho, dolía demasiado.

Alzó la mirada para ver a Tsurugi, que caminaba a paso lento hacia el castaño. Sus orbes grises se llenaron de pequeñas lágrimas, que se deslizaron por sus pálidas mejillas; estaba volviendo a perder el color de su piel. Dio unos pasos atrás, temiendo, por primera vez en su vida, a Tsurugi Kyousuke. Se tambaleó, perdiendo el equilibrio; pero en vez de caer al suelo, fue sostenido por uno de los brazos del peliazul. ¿Acaso no le odiaba? ¿Por qué lo agarraba? No podia soportarlo más, se echó a llorar, cubriendo su rostro con una de sus largas mangas.

-Tsk, ¿acaso quieres darme pena?- lo soltó, mirándole- Deja de llorar, te sostuve porque nuestra princesa nos pidió que no te sucediera nada en el tiempo que estuviéramos aquí. Ni un solo rasguño, preferiría no tener que acercarme a usted.

Destapó su rostro, dejando ver sus hermosos ojos grises con una pequeña capa de lágrimas. Su corazón dolía a más no poder, ni siquiera era capaz de responder a las horribles palabras que Kyousuke le había dicho.
El sol había terminado de ocultarse, dando paso a la Luna que desprendía la hermosa luz color plata. Todo se inundó del tortuoso silencio, que parecía querer mostrar que no se iría nunca, pues ninguno de los chicos abrió la boca. El de ojos anaranjados frunció sus labios, mostrando una mueca de asco, mientras se alejaba de aquel lugar, dejando a Matsukaze con el corazón en la garganta y las lágrimas desprendiéndose de sus ojos. Sus rodillas se clavaron en el suelo, mientras limpiaba sus mejillas con las mangas de su sofisticado traje.

El frío cada vez helaba más su piel, que seguía bastante pálida después de aquella dolorosa conversación, así que se puso en pie y volvió al interior de su palacio. Cuando al fin divisó a la chica de ojos azules, se acercó a ella y frunció sus labios, con una mirada seria.

-¿Joven amo?
-¿Podrías prepararme algunas prendas de ropa? Tengo que hablar con ellos- susurró, refiriéndose a Tsurugi y su acompañante.
-Pero...¡joven amo!

El castaño buscó en varias habitaciones, hasta encontrarlos en una pequeña sala donde Matsukaze guardaba todos los regalos que le dieron a lo largo de su vida; su familia, amigos, los campesinos, gente de otros reinos...El jamás tiraba un presente. Había una pequeña zona donde solo tenía los regalos que Tsurugi le había dado a lo largo de los años, allí se encontraba el peliazul, observando todo lo que llegó a regalar a su anterior señor.
El castaño frunció sus labios, entrando al cuarto, llamando la atención de ambos hombres.

-Señor, en ningún momento me dijo su nombre.
-Oh, sí, un descuido mío. Mi nombre es Naoki- hizo una reverencia, sonriendo.
-Un honor- sonrió cansadamente- ¿Podremos salir mañana a primera hora?

Naoki, el cual poseía una larga melena color cobre y ojos dorados, miró con sorpresa al príncipe, el cual se limitó a sonreír fingidamente. El más alto se arrodilló, con una media sonrisa, y asintió, dándole a entender que partirían cuando él quisiera.

-¿Entonces decidió prometerse con la princesa?
-No, no se confunda, señor- se acercó a él, tendiendole la mano- y póngase en pie, no me gusta que se arrodillen ante mí. Sobre lo de la princesa...creo que primero debería visitar su reino, conocerla, a ella y al resto de habitantes. Pero...no prometo nada.
-Será un placer guiarlo por nuestro hermoso reino- se puso en pie, mirando luego a Kyousuke- realmente...no te gusta nada la idea, ¿eh, Tsurugi?
-Tsk.

Naoki realmente no comprendía porque el general odiaba tanto a Matsukaze, siempre le decía que era una persona manipuladora, pero...el castaño solo desprendía una luz pura y tranquilizadora, era imposible imaginar que ese joven fuese una mala persona.
Entonces...¿qué pasó entre ellos?

Blood swordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora