La bandeja de comida de Harry estaba abandonada junto a las telarañas en una esquina de la habitación. El suelo era de cemento; frío cemento gris. Las paredes eran de ladrillos oscuros y el techo tenía un color similar. El colchón estaba cubierto por arrugadas sábanas blancas, en otras celdas, las sábanas tenían manchas extrañas. Había una almohada escuálida colocada en un extremo de la cama. Y eso era todo. Una almohada, sábanas, y un uniforme; esas eran las únicas posesiones que Harry Styles había adquirido durante su estancia en Wickendale.
Muchos pacientes, a petición, podían conseguir libros, una manta adicional o incluso un póster si de verdad querían uno. Él aún tenía que pedir cualquiera de esas cosas, su habitación estaba casi vacía. Hace unos segundos, yo no era consciente de este hecho, el mundo se derretía a mi alrededor mientras disfrutaba del beso de Harry. Pero ahora, el beso había sido roto y todo había vuelto a inundarse. Cada detalle del edificio, cada grieta y agujero en la estructura y las capas de polvo visibles. Este no era un mundo en el que Harry y yo podíamos compartir un beso; era una institución mental para criminales dementes.
Aunque era agradable olvidar por unos segundos las desbordantes preocupaciones y los sucesos misteriosos que tenían lugar en mi vida, momentos preciosos desde luego, había estado demasiado absorta en él como para fijarme en Rosemary. Todo regresó de golpe a mi mente con una retumbante presión. ¿Qué habría sido de mí, qué habría sido de Harry si la señora Hellman nos descubría? Mi corazón retumbaba en mi pecho, los nervios sacaban lo mejor de mí, nuevamente.
"Joder," maldijo Harry, la primera palabra que ha soltado desde hace un par de minutos. "¡Vaya beso, Rose Winters!"
Me giré hacia él, estaba sonriendo. Sonriendo.
"Harry, ¿no te das cuenta del gran problema en el que nos hemos metido?" Pregunté.
"Oh no, claro que estoy al tanto. Estamos jodidos."
Le miré, perpleja. "Entonces, ¿por qué sonríes?"
"¿Qué?" Preguntó inocentemente. "Tan sólo porque ahora estemos metidos en grandes problemas no significa que no pueda disfrutar lo que acaba de pasar."
Sacudí la cabeza, asombrada por su indiferencia. A ver, yo también disfruté del beso, probablemente más de lo que debía, pero no podía dejar que eso me ciegue ante el hecho de que Rosemary había presenciado nuestra aventura. Había visto lo que estábamos haciendo, había visto a Harry encima de mí, y a juzgar por lo que sabía de ella, definitivamente sería la que se lo contase a la alcaidesa. Era como si estuviésemos en clase y ella fuese el ojo derecho de la profesora. Siempre ha intentado ser como la señora Hellman, dando órdenes a la gente de su alrededor, simplemente porque es una de las empleadas más antiguas de este sitio. Aunque no podía culparla. No era su culpa. Era la mía.
No me puedo creer que haya sido tan estúpida. No tenía planeado esto del beso.
La plenitud de sus labios, el estruendo de su voz, la suavidad de su piel. Eso era todo que tenía presente en mis pensamientos, el hecho de que alguien podía vernos ni siquiera se me había pasado por la mente. Si no hubiese estado tan inmersa en él, podría haber tenido la decencia de marcar unos límites. No importa lo mucho que me preocupe por él, sabía que besarle no estaba permitido. Al menos no aquí.
Pero los límites y las morales se habían disuelto bajo el encantador hechizo de Harry. Ahora, gracias a mi descuido, quedó presente la preocupación inminente de su posible castigo y el temor de lo que podría ser. Quien sabe lo que la señora Hellman va a hacer, o lo que le dirá a James que haga. Estaba precipitandome, ella no iría tan lejos por un simple beso. Pero nunca puedes tener la total certeza, y la posibilidad seguía existiendo, algo que me hacía estremecer. Solo esperaba que Harry no llegue a mis mismas conclusiones, aunque, por el aspecto de su sonrisa indiferente, aun no lo había hecho.