Excepciones en el mundo de piedra

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Esa misma noche, una vez recostaron a su hija en su cuna y se encaminaron a su habitación para dormir, Kohaku se encontró con que en realidad todavía seguía molesta por lo que pasó anteriormente entre ellos dos.

Ya no estaba ni por asomo tan enojada como antes, pero aún sentía cierto impulso de darle una bofetada a Senku cada vez que lo veía. Además estaba terriblemente nerviosa por tener que volver a compartir cama con él. Antes no tenía ningún problema porque no recordaba nada y ni en sus sueños más salvajes podría haber imaginado que lo volverían a hacer, pero ahora...

-Oye, leona.- se estremeció de pies a cabeza cuando él le habló de pronto. -¿Te vas a quedar parada en la puerta toda la noche o piensas dormir? Necesitas estar bien descansada sí quieres recuperar fuerza para tu entrenamiento.- bostezó, quitándose su calzado.

-Ah, ehh... claro.- luchando por actuar normal, se encaminó hasta su armario y busco algo más cómodo para dormir, sin embargo, rápidamente se dio cuenta de que no podía prestar atención a lo que tenía delante de ella, su mente estaba enfocada únicamente en el hombre detrás de ella, ya alistándose para dormir despreocupadamente, totalmente ajeno a su dilema. –Yo...- agarrando el primer camisón que encontró frente a ella, volteó con una sonrisa nerviosa hacia el científico. –Iré a cambiarme al pasillo.- antes de que él pudiera decir nada se marchó, cerrando la puerta tras ella.

Normalmente siempre se cambiaba en la habitación, bastaba que él se pusiera de espaldas y le daba igual, y ahora simplemente la incomodaba demasiado el solo pensarlo.

Cuando regresó a la cama ya cambiada, suspiró aliviada al verlo dormido. Menos mal, así sería un poco menos incómodo.

Se acostó a su lado, procurando estar lo más apartada de él posible, y le dio la espalda rápidamente, luchando por no pensar en cosas en las que realmente no debería pensar y dormirse de una vez. Funcionó y pronto estuvo dormida, pero a las pocas horas el llanto de su hija los despertó a ambos.

-Yo voy...- murmuró Senku en medio de un bostezo, levantándose con desgano. –Probablemente solo necesite un cambio de pañal, sí tiene hambre te la traeré.- ella asintió y volvió a dormirse, demasiado cansada para siquiera pensar correctamente. Despertó solo una hora después al escuchar unos pequeños sollozos cercanos. Su hija lloraba. Pensar eso la hizo sentarse de golpe en la cama, viendo a Senku sonreírle con cansancio. –Ahora sí tiene hambre.- le dijo, tendiéndole a su bebita.

-Ya veo.- murmuró mientras bajaba su vestido para darle del pecho, cosa que inmediatamente tranquilizó a la pequeña chillona.

-Intenté darle un biberón pero no lo bebía, así que supuse que simplemente quería a su madre.- suspiró pesadamente, sentándose a su lado. –Por eso tuve que despertarte. Lo siento.- se recostó a su lado, casi muerto en vida.

Kohaku se preguntó sí había dormido desde que se levantó la primera vez que su hija lloró esa noche.

-No te preocupes, para eso estoy.- miró tiernamente a Tsukiku alimentarse.

-Pero no estarás siempre...- esas palabras la hicieron estremecerse, y hasta enfadarse un poco por que rompiera el momento, pero él tenía razón, así que acabó deprimiéndola. –Debe acostumbrarse más al biberón, o solo le dará más problemas a Ruri cuando nos vayamos en un par de meses.- murmuró él con su mirada fija en el techo de la habitación, evitando mirarlas.

-...Sí...- Kohaku solo pudo mirar con tristeza a su hija, levantando su mano libre para acariciar sus mejillas regordetas.

-El barco está avanzando muy bien, estoy muy seguro de que terminaremos a mediados de septiembre o a más tardar octubre sí el ritmo se mantiene.- comentó con voz distante.

Baby StoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora