SE7EN

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Si ustedes le preguntan a la niña que aún habita dentro de mí por su película favorita, ella les dirá que es El Guardián de las Palabras. Si le preguntan a la Aileen adolescente, les dirá sin dudar siquiera que es La Sociedad de los Poetas Muertos. Y si le preguntan a la Aileen amante de lo paranormal les dirá que Sexto Sentido, porque para ella es la mejor película de fantasmas que ha visto en su vida. 

Pero si se topan con la Aileen amante del género negro, de los detectives, de los asesinos en serie y de las historias que rondan una investigación criminal, esa Aileen les dirá que su película favorita, la condensa todas sus aspiraciones a nivel narrativo, su modelo a seguir, es Se7en

Dirigida por David Fincher (reseñé otra de sus películas, Zodiac, en este mismo libro) y estrenada en 1995, cuando yo contaba unos cuatro años de vida, fue una de las cosas que vi a escondidas de mis padres durante los primeros años de la década de los 2000, en un canal de televisión abierta, el canal 4, en pésima calidad. En plena adolescencia, yo empezaba no solo a asentar mi gusto por el cine y la literatura, sino que también iba definiendo mis intereses. Algunas cosas quedaron claras desde el principio, por ejemplo mi fascinación por el thriller. Fue por entonces que vi esta película, que si bien me gustó desde el primer instante en que la vi, fue con los años que aprendí a apreciarla más y más. 

Para mí, Se7en cumple con todo lo que busco en una historia del género: buenos detectives, buen asesino, crímenes que no estén ahí solo para manchar el suelo de sangre y una estética que aporta a la trama. He visto muchas películas similares a lo largo de los años, pero ninguna se le equipara. Si True Detective fuera una película tal vez la habría superado, pero como es una serie, juega en otra liga. (Por cierto, tengo que hablar de True Detective...). 

¿De qué trata Se7en? Pues es simple: trata de un par de detective, Somerset y Mills, que deben investigar primero un asesinato, luego otro y otro más, hasta que por fin caen en que están relacionados. Pero lo que me gusta de este filme son los detalles, porque al final es por los detalles son los que enamoran. 

Hablemos de sus protagonistas: 

William Somerset (interpretado por Morgan Freeman, o sea por Dios) es un detective veterano, a punto de retirarse, al que le "encargan" a un inspector mucho más joven y recién llegado a la ciudad, llamado David Mills (interpretado por Brad Pitt)

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William Somerset (interpretado por Morgan Freeman, o sea por Dios) es un detective veterano, a punto de retirarse, al que le "encargan" a un inspector mucho más joven y recién llegado a la ciudad, llamado David Mills (interpretado por Brad Pitt). Mills no es un novato, pero a ratos se comporta como tal: es impetuoso y cuando se da cuenta que sus intentos por congraciarse con su nuevo compañero no están funcionando, prefiere tomar la vía adolescente y amurrarse. Nos queda muy claro desde el principio que ambos son todo lo diferentes que pueden ser: rangos etáreos distantes, personalidades opuestas, formas de afrontar las investigaciones que los alejan aún más. El caso en el que se ven inmersos de repente no hace más que acentuar esas diferencias: Somerset está cansado, le queda apenas una semana para decirle adiós a su trabajo y su silencio esconde una falta absoluta de esperanza por la humanidad en general y la ciudad de Los Ángeles, que es donde transcurre la acción. Y de golpe tiene un caso que él huele desde el principio es más complejo de lo que parece a simple vista y un compañero que tiene todo el ímpetu para enfrentarse a lo que sea y lo único que quiere es aceptar el caso y encontrar al culpable de lo que está pasando, ya sean uno, dos o quince asesinatos. 

Tener a un par de detectives diferentes que se ven obligados, de una manera u otra, a trabajar juntos, no es raro en el thriller. Todo lo contrario, podríamos decir que es hasta cliché. Pero de nuevo, Se7en no destaca por hacer las cosas diferentes, sino por el simple hecho de de hacerlas bien. Somerset y Mills logran avanzar en la investigación, pero si es que llegan a complementarse en un punto es a fuerza de cometer errores y enojarse con el otro. A Somerset le molesta que Mill sea impetuoso y atarantado y a Mills le irrita que Somerset sea tan intelectual y que se quede tranquilo cuando es evidente que el asesino se está burlando de todos. Pero llegado el momento, Mills deja de hacer caso omiso a la evidencia y lee los libros que Somerset le entrega para que se empape del concepto que envuelve a cada asesinato: los siete pecados capitales. Y Somerset, como detective ya entrado en años, va reconociendo la valía de Mills, ya sea como un investigador que de verdad quiere cumplir con su trabajo o como hombre joven y vigoroso que puede encargarse de las persecuciones. 

A lo largo de la película, tenemos la vista fija en estos dos hombres y en su labor. La semana que dura la investigación es una sucesión vertiginosa de escenas del crimen, cada una con un pecado capital como centro del mensaje: gula, avaricia, pereza, lujuria y soberbia. Con cada muerte, se hace más patente la presencia del asesino. No aparece físicamente excepto como una silueta o figura distante durante gran parte de la película, pero vamos comprendiendo, tal como Somerset y Mills van comprendiendo a su pesar, que es él quien manda y quien maneja los tiempos de la acción. 

Y es ahí donde reside, a mi juicio, una de las mayores genialidades de Se7en: el antagonista, el asesino, domina la acción y para ello no debe tener más tiempo en pantalla, más diálogos, ni debemos conocer por completo su vida, su pasado y sus motivaciones. Nos bastan un par de escenas para comprender frente a qué tipo de persona y personaje estamos, porque al fin y al cabo lo hemos estado absorbiendo durante toda la película. 

Se7en es como un edificio construido sobre tres pilares fuertes

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Se7en es como un edificio construido sobre tres pilares fuertes. Cada uno de esos pilares es uno de sus protagonistas. Ninguno de ellos necesita ser sobresaliente, por ejemplo un genio de la investigación como Sherlock o ser extravagante como Rust de True Detective  o ser ambas como Will Graham de la serie Hannibal. Y tampoco necesita un asesino en serie que se robe la pantalla como el caníbal antes citado.  A pesar de lo terrible de los hechos que nos muestran (también de manera magistral, sin excesos, pero dejándonos imágenes indelebles, ya sean explícitas como el asesinato de pereza o imaginadas por nosotros como el de lujuria), uno queda con una leve pero escalofriante sensación de cercanía, de verosimilitud. 

Una verdadera obra maestra del género negro, o neo noir, como suelen decir lo que saben de cine. Y ni siquiera les hablé del final. 

 

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