SAM SPADE, EL DEMONIO RUBIO

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Sin duda, hacerse un nombre en la historia de la literatura no es tarea fácil. Roberto Bolaño dijo en una entrevista poco antes de morir que la mayoría de los escritores estaban destinados a desaparecer de la memoria colectiva con el paso de los años y las décadas, no importa lo famosos o populares que fueran en sus vidas o poco después de su muerte. Sus obras, ya fueran cuentos, poemas o novelas, seguirían existiendo en bibliotecas privadas o públicas, en tiendas de segunda mano y tal vez tendrían algunos lectores y admiradores, pero su nombre se iría volviendo difuso, uno más de las largas listas de los que alguna vez fueron escritores o en el índice de las antologías. 

La historia de las letras siempre deja hijos perdidos en el camino. 

Peor aún, muchos, ni siquiera podrán alcanzar una momentánea fama. Cada año se editan miles y miles de libros, pero solo un puñado se hace notar. Crear una obra que guste, que sea leída y que sea popular es difícil y va más allá de si se tiene o no talento o si se trabaja duro. Es también una cosa de suerte, de dar con la gente correcta, con el momento indicado. 

Sabiendo esto, el concepto de "clásico de la literatura" adquiere un peso mayor. ¿Por qué seguimos leyendo ciertos libros cien, doscientos o incluso dos mil quinientos años después que fueron escritos? ¿Por qué La Iliada o La Odisea, las tragedias de Sófocles, El Quijote de la Mancha, las obras de Shakespeare, los poemas de Keats o de Lord Byron, las novelas de Dostoievski y Tolstoi, los cuentos de Chéjov, el imaginario victoriano de Dickens o las costumbristas historias de amor de Jane Austen, el gótico rural de las Brontë, el lisérgico y rebelde discurso de la generación Beatnik, el Boom latinoamericano, la fantasía de Tolkien y la robótica de Isaac Asimov... por qué todos ellos siguen perdurando y otros no? Probablemente no haya una sola respuesta y seguramente se han escrito miles de páginas al respecto. Lo cierto es que han habido escritores que no solo escribieron bien, sino que han marcaron hitos. Ojo, muchas veces esos escritores han muerto en la pobreza y la historia ha tardado en admitirlos en los libros de historia; algunos ni siquiera son tan buenos. Pero independiente de la ingratitud de sus contemporáneos y de la calidad objetiva de sus textos, hay escritores y escritoras que lograron con sus letras crear realidades que no pasan de moda y que, de alguna forma u otra, siempre encontrarán un eco en el presente. Un grupo ha creado personajes que personifican tan bien un aspecto de la naturaleza humana que se han transformado en símbolos. Un Peter Pan, un Raskolnikov, una Medea, un monstruo de Frankenstein o un Doctor Jekyll, siempre serán parte de nosotros, nos guste o no. Otros, en cambio, han escrito historias que pasaron a formar parte del imaginario colectivo y se han quedado en la memoria no de las personas, sino de los pueblos. Son parte de nuestro ADN, aunque no nos demos cuenta. Un tercer grupo creó personajes que todas las generaciones han querido, quieren y querrán; no solo eso: cada generación lo hará suyo a su propia manera. Las múltiples y siempre vigentes versiones de Sherlock Holmes o de un Romeo y una Julieta lo atestiguan. 

Hoy hablaré de uno de los personajes de un autor que pertenece a un cuarto grupo, el de aquellos que se han ido por un camino más amplio, creando o estructurando un género o sub género completo. 

En el género policial es fácil seguir estos rastros, ya que, a diferencia de otros cuyo origen se pierde en las nebulosas del tiempo y sus componentes se hayan desperdigados a través de uno o varios siglos, las historias de detectives tienen una clara fecha de nacimiento. Desde entonces (siglo XIX)  no ha hecho más que mutar, adaptándose no solo a las distintas décadas, sino también a países y regiones del mundo. 

Si Poe fue su nacimiento e infancia, Conan Doyle su pubertad y Ágatha Christie su temprana adolescencia, la novela negra de la primera mitad del siglo XX vendría a ser la época en que los jóvenes comienzan a tomar alcohol, a fumar y a tener sexo. Y el Hard Boiled, aquella vertiente que está a unas balas de ser del género gángster, representaría a los muchachos que pasan noches en el calabozo de alguna comisaría por agarrarse a puñetazos con su archi enemigo del barrio. 

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⏰ Última actualización: Mar 03, 2020 ⏰

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