Prólogo

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— Demonios, Brian, no pensé que nos saldría tanto la luz.

— Suenas como mi mamá —comentó Brian mientras leía sobre el sofá. Roger permanecía en la mesa del comedor sacando cuentas.

— En vez de decir eso podrías ayudarme, ¿no crees? —preguntó con una ceja alzada.

— Podría —coincidió—. Pero no quiero.

— Jódete —dijo Roger y le lanzó un cojín en la cara. Brian rió un poco.

— ¿Qué diablos? ¡Hey!

— ¡Ven a ayudarme! —exclamó.

— Bien, bien —accedió poniéndose de pie—. Pero quiero una compensación.

— Sabes que doy buenas compensaciones —comentó Roger mientras anotaba el dígito en la calculadora y lo sumaba con otro.

— Claro que lo sé, por eso te las pido —se sentó a su lado y lo abrazó por los hombros atrayéndolo a sí mismo. Roger sonrió inevitablemente y cerró los ojos—. ¿Puedes compensármelo con muchos besos?

— Claro, mi ovejita —aseguró y besó su mejilla—. Ahora ¿podrías ayudarme, por favor?

— Claro —respondió resignado y tomó una boleta para hacer lo mismo que Roger—. Esto es jodidamente tedioso.

— Y necesario.

— Lo sé...

— Cuando terminemos podemos ir al cine.

— ¿Qué están dando? —preguntó anotando el dígito obtenido.

— Creo que la secuela de Valerian —respondió.

— Esa película salió hace como diez años —comentó Brian—. De seguro siquiera es el mismo actor.

— Es el descendiente o algo así —se encogió de hombros—. La primera era buena.

— Sí, lo era —respondió—. ¿Algún vez viste Chicken Little?

— Era mi película favorita —dijo Roger riendo—. La adoraba.

— Yo también, mi parte favorita era cuando los animalitos esos se lanzaban de la banca del parque para suicidarse.

— ¡Esa es la mejor parte! —rió Roger—. Así no es como imaginabas tus sábados de recién casado, ¿no es así?

— Quizás no, pero estoy contigo y eso es suficiente.

— Gracias... ¿y cómo imaginabas tus sábados de recién casado?

— Veamos... velas, ver las estrellas, besarnos, ir al cine, en invierno a patinar, en verano a la playa... cosas así.

— Qué hermoso suena, Bri —sonrió.

— Sí... —sonrió—. Pero sabes que todos los meses tenemos que ver las cuentas. Solo es un día y en la noche podemos salir a donde queramos.

— Está bien —sonrió.

Mature [Maylor] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora