Esperaban en una sala con sus manos entrelazadas. Estaban nerviosos y las baldosas blancas del lugar, sumadas a las paredes color beige no alegraban mucho el ambiente. Las sillas en las que estaban sentados eran incómodas y duras, pero no importaba, estaban allí por una razón en específico, y esta era adoptar a su bebé.
— ¿May-Taylor? —llamó una mujer de mediana edad. Tenía el cabello pelirrojo y corto, además de que estaba subida de peso y usaba un uniforme celeste con blanco de enfermera. Ambos se pusieron de pie ante el llamado y caminaron hacia la mujer, luego le estrecharon la mano—. Pasen por allá —les señaló una puerta.
— Gracias —dijeron y obedecieron. Al llegar, tocaron y les indicaron que pasaran.
— Buenos días —saludó otra mujer.
— Buenos días —habló Roger bastante nervioso—. Mi nombre es Roger Taylor-May... él es mi esposo, Brian May-Taylor.
— Un gusto —dijo Brian cordialmente.
— El gusto es mío —respondió ella—. Bueno, desean adoptar un bebé.
— Sí —asintió Roger—. Nos gustaría...
— Aquí no eligen a los bebés —interrumpió—. Les va a tocar cualquiera, y si no les gusta, no debieron adoptar.
Ambos se miraron incómodos y luego volvieron a mirar a la mujer. Ella mantenía un rostro neutro e inexpresivo. Tanto, que aquello comenzaba a exasperarlos.
— Solo queremos ser padres —dijo Brian amablemente—. Es nuestro sueño —tomó la mano de su marido.
— Bueno, los trámites tardan alrededor de diez años y...
— Un segundo, ¿qué? —interrumpió Roger.
— Diez años. Hay más gente queriendo adoptar, ustedes no son ninguna prioridad.
— Señora, queremos tener un hijo y claramente no podemos, solo quedemos criarlo y hacerlo feliz, y lo queremos lo más pronto posible —dijo Brian.
— Lo que ustedes quieran no es prioridad aquí —refutó ella—. Hay cientos de familias esperando por adoptar. Debe saber que los niños salen mínimo con ocho años aquí para que ustedes, los padres adoptivos, no los malcríen.
— ¿Qué es esto? ¿Un reformatorio? —preguntó Roger ya comenzando a molestarse—. No vamos a malcriarlos...
— No me importa, así son nuestras normativas. Además debe pagar un costo de quinientos cincuenta euros para adoptar.
— Señora, son niños, no una pantalla de plasma —dijo Brian.
— Son niños educados.
— Bueno, creo que este no es el orfanato donde encontraré a mis hijos —dijo Roger desilusionado y se puso de pie. Brian también lo hizo.
— Si quiere que esos niños sean felices, deje que alguien los adopte —dijo el mayor y ambos se retiraron.
Caminaron fuera del lugar con notoria desilusión y molestia, tristes, pero no desesperanzados. Al menos Brian no lo estaba.
— Tranquilo, Roggie —lo abrazó por ojos hombros mientras caminaban—. Vamos a encontrar un lugar.
— Eso espero... —dijo bastante triste—. ¿Diez años? ¿Y pagar quinientos cincuenta euros? Esa mujer está loca.

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Mature [Maylor]
Hayran KurguLas promesas del matrimonio pueden ser o no cumplidas, todo depende de ambos amantes. [Tercera y ultima parte de trilogía Childish]