Había pensado que era imposible que se pudiera llegar a un mayor nivel de frustración, sexual para más señas, pero después de cómo terminaron las cosas en el cuarto de baño del supermercado aquella mañana, Luisita debía reconocer que se había equivocado. Miedo le daba pensar que existiesen nuevas cotas de frustración y que Amelia se empeñase en hacer que ella las alcanzara, al fin y al cabo, recordó en un arrebato de ira mal contenida, la morena conservaba el práctico regalo que le hizo Benigna para atemperar su despecho. Sin embargo, ella lo único que tenía era la memoria de las sensaciones que el cuerpo de Amelia había dejado en el suyo, todavía le escocía la piel de ganas. Recordó cómo había perdido la voluntad sobre sí misma y, con cada roce de su pierna, se le había escapado un quejido de placer que había chocado contra los labios de Amelia, una necesidad descarnada por llegar, por dejarse ir entre sus brazos. Pero la morena había decidido que "allí, no", Luisita apretó los puños al pensar en la desesperación que la había inundado cuando sintió cómo los besos habían ido bajando de intensidad y ganando en ternura, cómo se habían ido atenuando la presión y la velocidad de los encuentros entre sus caderas.
—No, no, no... —había gimoteado en una súplica—. Sigue... por favor...
—Amor... —Amelia la había besado con dulzura para calmarla—. Aquí no, la primera vez, no.
—Te necesito. —Ella le había sujetado la cara con ambas manos y le había devuelto el beso con todas las ganas que le ardían en aquel momento.
—Ssssh... Espera, espera —le había pedido con la frente pegada a la suya y los ojos cerrados, tratando de recuperar el aliento y la compostura—. Este... Este no es el lugar. Además... cuando salgamos, todo el mundo va a notar lo que ha pasado y no... y no queremos eso... no todavía.
Con la perspectiva de las horas, Luisita debía reconocer que no le hacía especial ilusión que su familia se enterase así de su relación, no iban a comprender nada y podrían llegar a conclusiones poco acertadas, además de sentirse quizás algo dolidos porque no fuese ella misma quien les hubiera informado como merecían, sino que la noticia les hubiera llegado por las habladurías de la gente. Pero la verdad es que en aquel momento de pasión interrumpida poco le había importado que cada uno de los roces y suspiros que habían compartido allí dentro se hubiese vuelto trending topic durante días, le había dado exactamente igual, porque su necesidad era ya tan intensa que, cada vez que Amelia la tocaba, perdía toda capacidad de razonamiento.
—¡Pero mírala! —Los gritos de Manolín la sobresaltaron y se incorporó en el sillón, donde había estado rememorando su encuentro con Amelia, ajena a lo que sucedía a su alrededor—. ¡Ni puñetero caso me está haciendo!
—Pero ¿qué...?
—¿Qué te pasa? —le dijo mirándola de pie en medio del salón con los brazos en jarras y la cabeza ladeada en una pose de comprensión fingida—. ¿Te nos has enamorado? ¿Y quién ha sido esta vez? ¿Un perroflauta de esos que se apuntan a las manifestaciones chorras que hacéis solo para ligarse con rollos feministas a alguna despistada de la vida?
—No, estaba acordándome de mis encuentros eróticos con Amelia —contraatacó ella y su hermano se la quedó mirando durante un par de segundos con cara de pocos amigos—. No te imaginas lo bien que me lo hace todo.
—Mira, bromas con mi futura mujer no, ¿eh? —le advirtió con el dedo en alto, como un pequeño dictador en potencia reclamando los países que estaba a punto de invadir—, que ya tengo bastante con no tener internet. Amelia y yo nos vamos a casar en cuanto encuentre un trabajo para podernos ir a vivir juntos.
—Sí, claro, claro... sigue soñando, pequeñín —le vaciló, más hermana que mujer enamorada—. Y ¿ella qué opina de todo esto?
—Bueno, todavía no sabe nada, pero los dos notamos el feeling que tenemos, eso es incuestionable. Te tienes que haber dado cuenta hasta tú... —Manolín parecía seriamente dominado por el crush, del castellano antiguo amor platónico, que sentía por Amelia y, por un momento, Luisita fue consciente de que quizás a su hermano la noticia de su relación le iba a hacer un daño inesperado.

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Contigo
FanfictionAU Luimelia. Cómo podría haber sido su historia si Luisita Gómez y Amelia Ledesma se hubiesen conocido en el Chamberí de hoy en día, con internet, precariedad laboral y comida rápida, pero donde su amor no estuviera perseguido por la ley