El timbre del apartamento de Ana sonó demasiado temprano para su paz mental, aun así dejó el trozo de tostada en el plato y fue a ver quién era. Al asomarse por la mirilla, vio una maraña de rizos negros y lo que presuponía que era el cuerpo de Amelia todavía enfundado en una camiseta de dormir. Rápidamente abrió la puerta sin cuestionarse nada más y la dejó entrar, aquello no pintaba bien.
—Siéntate —le dijo y fue a preparar otro café para su amiga, que directamente se tumbó en el sofá—. ¿Prefieres aguacate o tomate?
—Cianuro.
—Ah, vaya, has dejado ya el rollo ese de la comida sana —ironizó la pelirroja, mientras decidía por ella y llevaba una bandeja con el desayuno a la mesita que tenía frente al sillón—. ¿Me haces un sitio o voy a tener que sentarme en el suelo?
Amelia subió las piernas al respaldo y las zapatillas de andar por casa cayeron del otro lado. Ana la miró, allí desmadejada, y dudó durante unos segundos si quizás no sería mejor dejar a un lado el desayuno y pasar directas al alcohol. Pero al final lo descartó, primero tenía que enterase de qué había sucedido y su amiga borracha no era muy manejable.
—¿Podrías sentarte bien y, al menos, disimular un poco que te gusta lo que te he puesto para desayunar? Si no es mucho pedir, claro.
—Ana... —se quejó Amelia, derrotada, pero obedeció y se sentó.
—Venga, vamos a comernos esto y me vas contando, con el estómago lleno el mundo se ve de otra manera.
—No creo, esto no tiene arreglo.
—¿Tiene que ver con Luisita? —La morena asintió apesadumbrada—. ¿Habéis hablado ya?
—Eso pensaba yo, pero... —se encogió de hombros.
—Cuéntame... —Ana le pasó una mano por la espalda y empezó a acariciarla de manera reconfortante.
—A Luisita la detuvieron ayer. —La pelirroja se tensó, sorprendida y preocupada, pero guardó silencio a la espera del resto de la historia—. En una manifestación, no fue nada, a las pocas horas estaba fuera. Por favor, no digas nada que no lo sabe nadie, y mucho menos a Manolita y Marcelino.
—Ni mu.
—Gracias. —Le dio un sorbo a su taza, respiró hondo y continuó—: El caso es que yo estaba en el Kings, porque había ido a hablar con ella, cuando avisaron de que estaba en la comisaría. Así que fui con Ignacio y los esperé en el coche hasta que salieron.
—Aham —trató de decir Ana, con el resto de tostada en la boca, para indicarle que siguiera.—Subieron al coche, yo conduje y..., bueno, estuvimos mirándonos por el espejo.
—¿Qué espejo? —preguntó extrañada.
—Ya sabes —dio un mordisco a su tostada, al final el tomate había sido el elegido—, el espejo retrovisor.
—¿Cómo? —Ana a reprimió una carcajada al entenderlo—. ¿Os estuvisteis poniendo ojitos por el retrovisor?
—Sí, y no te rías —le pidió Amelia algo molesta.
—No, no, no me estoy riendo —en ese momento ya solo sonreía—. Si me parecéis de lo más tiernas...
—Bueno, ternura hubo, sobre todo al principio. Pero luego Luisita fue cogiendo confianza y, claro, pues no sé.
—Ya me imagino... Pero, entonces, ¿a Luisita le interesan las mujeres?
—No lo tengo muy claro todavía. El caso es que yo luego tenía turno en el hotel y, claro, conduciendo y con su cuñado allí te puedes imaginar la conversación. Así que, cuando salí, vine a darme una ducha y fui al Kings para hablar.
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Contigo
FanficAU Luimelia. Cómo podría haber sido su historia si Luisita Gómez y Amelia Ledesma se hubiesen conocido en el Chamberí de hoy en día, con internet, precariedad laboral y comida rápida, pero donde su amor no estuviera perseguido por la ley