Intermissum

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Lo único que alumbraba la noche estrellada era la delicada llama de lo que quedaba de aquella fogata. A penas era perceptible, lo que restaba de madera crujía ante el consumo del fuego, sonido que particularmente despertó a Senku.
En un principio se encontraba desorientado, somnoliento hasta que sintió que algo se aferraba a su espalda desnuda, ahí fue cuando recordó todo lo sucedido con Asakura y con Tsukasa.

Descendió su mirada carmín hacia el rostro de la joven para apreciarla mejor, estando tan cerca podía admirar su rostro, sus facciones calmadas y su respiración suave. Lentamente y de forma inconsciente llevó una de sus manos hacia su rostro, acariciando suavemente su mejilla y acomodando un mechón de cabello naranjino.

Le sorprendía lo suave que era, y lo delicada que parecía. Ni en sus sueños más locos hubiese pensado estar en una situación así con ninguna mujer, después de todo su principal objetivo era despetrificar al mundo, pero ahora ya con casi 20 años comenzaba a considerar la idea de vivir su vida junto a alguien...
Paró en seco aquellos pensamientos que venían con dosis de emociones nuevas, lo rechazaba tajantemente. No era el momento para pensar así.

Su rotunda negativa fue interrumpida por el sutil susurro de la joven quien le abrazaba como si su vida dependiese de ello. No sabía si había escuchado bien, pero podía jurar que había dicho su nombre.

Una sonrisa involuntaria brotó de los labios de Senku, quizá algún otro día pensaría en cosas así, ahora sólo necesitaba descansar y curiosamente aquella chica le traía calma con solo estar presente.

La oscuridad y la calidez de sus cuerpos de alguna manera le reconfortaba, se sentía nostálgico, en sus sueños recreó aquella escena de cuando era pequeño. Antes de involucrarse a la ciencia, yendo a hurtadillas a la habitación de Byakuya pidiendo que sí podía dormir con él debido a sueños extraños.
Era la misma sensación pero ahora era él quien se refugiaba en los brazos de Shiho y de alguna manera le hacía sentir bien...

Los delgados rayos de sol acariciaron la piel del científico, el ambiente era bastante frío, lo podía sentir incluso teniendo su abrigo; deslizó su mano suavemente en busca de aquella joven pelirroja, pero no encontró nada. No estaba.

Abrió sus ojos carmín de golpe buscando con la mirada a la fémina sin encontrar rastro de ella; en ese instante experimentó algo que jamás había sentido, una opresión fuerte en el pecho, su ritmo cardíaco se aceleró de golpe causando una ligera sudoración y un pequeño temblor en sus manos. La ansiedad lo había abrumado sin previo aviso, el miedo inminente al pensar que específicamente ella estaba en peligro le generó un ataque de ansiedad que jamás había experimentado, y el resistirse sólo lo estaba empeorando.

-Mierda, mierda, mierda... -Se decía así mismo mientras se levantaba y comenzaba a llamarla sin respuesta alguna. Estaba intentando controlar su propio cuerpo, pero parecía que actuaba y reaccionaba por su propia cuenta. ¿Por qué demonios se había descontrolado tanto?

-¿Senku? -La suave voz de Shiho hizo que Ishigami soltara un jadeo involuntario. Le faltaba el aire y escucharla sana y salva le causó un alivio bestial.

-Yo... -La voz de Senku parecía rasposa, estaba intentando nivelar su respiración lo más natural posible, parecía que había corrido un maraton.

-No quise despertarte, parecías muy cansado así que creí que lo mejor sería que saliera a los alrededores a encontrar algo para desayunar. -Explicó la menor mientras colocaba el canasto de Senku y de ahí sacaba un par de peces. -Los encontré río abajo. ¡Es temporada de desobe así que hay muchos y es fácil de atraparlos! -Dijo dedicándole una sonrisa al científico.

Senku solo se limitó a asentir mientras buscaba un par de ramas resistentes para ahumar los pescados. Se le notaba un tanto ausente, y como no, después de todo estaba aprendiendo a lidiar con una sensación tan horrible como la ansiedad.

Dopamine |  Dr. StoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora