2. ᴜɴᴀ ɪɢʟᴇsɪᴀ ᴇɴ ʟᴀ ᴄᴀʟʟᴇ ʀᴏsᴇ

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Apenas Santiago encendió la moto, un perro del infierno gigante los atacó, haciéndolos virar del lado contrario y casi chocar con una pared.

-Nadie nos quiere ver siendo felices -se quejó Grey.

Entonces Elizabeth lo vio saltar fuera de la moto, convirtiendo su navaja en una espada de sombras y cortando en dos al perro.

Una manada completa salió del parque, atacándolo y persiguiendo la moto, pero Grey los distrajo lo suficiente para que Elizabeth y Santiago pudieran seguir.

Elizabeth había perdido de vista al ángel por un segundo, pero Santiago aceleró, cruzando callejones y metiéndose por caminos tan estrechos que logró llegar al centro de la ciudad con una velocidad inquietante.

Y allí estaba el ángel, deslizándose por la ventana de una iglesia, unas cuantas calles de donde estaban.

Estaban tan distraídos en eso que no notaron el autobús.

Santiago apenas frenó, pero él impacto fue tan fuerte que Elizabeth creyó que había muerto.

No estaba muerta.

Estaba en el suelo junto a Santiago, Grey sujetando sus brazos en medio de la calle, que ahora era un caos de coches y gente gritando. Grey se había aparecido en el último segundo y jaló de ellos fuera de la moto, como si se hubiese teletransportado en medio, y todo por medio de la sombra que creaban los semáforos.

Los tres miraron la moto, estrellada contra la pared y echando humo a borbotones.

-Creo que necesitaremos un coche -dijo Grey.

Elizabeth desabrochó la correa del casco, lo movió y lo sacó de su cabeza. Luego lo tendió a Santiago, que miraba aún su motocicleta destrozada.

-Logré salvar esto -lo consoló.

Escucharon el barullo de la gente y se levantaron para correr al ver a los policías ir hacia ellos. Corrieron tan rápido hacia el callejón siguiente que parecían delincuentes.

Ya podía ver las noticias.

Un Tarzán, una chica llena de piercings y un vándalo juvenil provocan caos en medio de la calle.

Elizabeth se sujetó las rodillas, respirando agotada.

-No estamos lejos -dijo-. Esa iglesia está a cuatro calles.

-Y la construcción atraviesa la tercera calle -dijo Santiago, furioso por su motocicleta-. Está abandonada y hay nichos de demonios, no pasaremos entre ellos como si nada.

-Siempre usaba ese atajo para la escuela -dijo Elizabeth.

-En pleno día -le recordó Grey-. Debemos rodearla, eso es un gran trecho de camino para procesar. Yo puedo llegar en unos segundos, pero ustedes necesitan un coche si o si.

No habían autobuses que fueran en esa dirección, y sería peligroso ir en un taxi si consideraban su pésima suerte encontrándose criaturas y demonios.

Lo último que se le ocurrió a Elizabeth fue marcar a Berkley.

Si tenía suerte, estaría en casa de su novio Caleb, que vivía cerca de alli, eso sí no había terminado con él... Por quinta vez.

§

Estaban de suerte, Berkley si estaba con su novio, y llegó a ellos en menos de diez minutos conduciendo la camioneta donde la banda de él guardaban los instrumentos.

Mamá Berkley los miró a cada uno, sus manos en sus caderas y su ceño fruncido.

-¿Saben lo peligroso que es para ustedes andar solos por allí? Hay una recompensa por sus cabezas, por Dios.

𝐿𝑎𝑑𝑟𝑜́𝑛 𝐷𝑒 𝐴𝑙𝑚𝑎𝑠 (𝐶𝑖𝑢𝑑𝑎𝑑 𝐷𝑒 𝐶𝑒𝑛𝑖𝑧𝑎𝑠) pgp2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora