5. ʜᴀᴅᴀs ᴅᴇ ʟᴏs ᴅɪᴇɴᴛᴇs

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Elizabeth despertó mareada al oír los pasos en la habitación.

Se arrastró hasta la pared, apoyándose allí con los ojos cerrados, apartando el dolor en su cabeza y el mareo momentáneo.

—¿Se supone que aquí hay un alma?

Abrió lentamente los ojos, viendo un par de alas negras, cubriéndole la visón casi del todo.

Las alas se encogieron un poco cuando el hombre se volvió hacia ella.

Ya lo había visto antes, tanto en la visión del ángel como en la de aquella mujer. Era Azael, el ángel maniático que quería asesinarla a ella y a Grey.

Por un momento su corazón se saltó un latido, viendo a aquel hombre místico de pie frente a ella.

Su cabello rojo era muy largo, como si no le hubiese interesado cortarlo en años, estando en prisión, posiblemente era lo más obvio. Lucía muy pálido y cansado, pero era tan hermoso que dejabas de prestar atención a todo eso.

Había una guadaña apoyada de la urna, esperando que él la tomara.

Había mucha luz a diferencia de hace unos minutos, y habían muchas polillas alrededor. No, no eran polillas.

Algo se detuvo en la nariz de Elizabeth, una figura brillante y opaca, y muy pequeña.

Apenas la miró, pero notó dos dientes más grandes que el reto de su cuerpo

—Son Hadas de los dientes —dijo él, con una voz suave—. Me siguieron casi todo el tiempo desde que descubrí este escondite —levantó su mano, atrayéndolas, y las hadas se pararon a lo largo de su brazo—. Pueden comerse la energía negativa, pero nunca han logrado comer suficiente —se refirió a si mismo y sacudió el brazo, apartandolas—. Hay un punto en el que es inútil, incluso para ellas.

Azael avanzó cuidadosamente por el camino libre entre las hadas, observando su guadaña, negra y brillante, como si fuese a cortar un pastel de cumpleaños.

—¿Cuál es su nombre, señorita? —su voz era una mezcla de amabilidad y lastima mientras la miraba.

Elizabeth se acurrucó allí, adolorida aún mientras el alma se alojaba en su cuerpo, como la primera vez. La sentía quemando viva, como un tatuaje a flor de piel.

—¿Estás demasiado adolorida para hablar?

Se acercó más, a pesar de que no sabía de lo que se trataba, y apoyó su mano sobre el hombros ajeno, haciéndola crisparse y arrastrarse para alejarse.

El dolor se alivió desde ese punto, como si aplicara un ungüento sobre la piel con sanación ultra rápida.

Al alejarse, llevándose el dolor y trayendo la sorpresa, él le sonrió.

—¿Cómo te llamas?

—Elizabeth —dijo, pero se arrepintió, notando como los ojos de él brillaban.

Miró el extremo de su guadaña, una suave sonrisa se reflejó en su rostro. De cierta forma, se volvió más amenazante.

—Ya veo. Seré honesto contigo —jugó un poco con la guadaña, con el filo—. Este lugar —miró alrededor—. He estado aquí esperando por un largo tiempo, no me gusta estar rodeado de demonios. Aveces creo que tengo que matarlos porque es mi naturaleza como un ángel —la miró—. Eres una niña, no voy a matarte porque no esta en mi naturaleza, pero voy a arrancarte esas almas que llevas dentro.

Entonces el dejó caer la guadaña, y Elizabeth chilló al ver el filo cayendo sobre ella.

𝐿𝑎𝑑𝑟𝑜́𝑛 𝐷𝑒 𝐴𝑙𝑚𝑎𝑠 (𝐶𝑖𝑢𝑑𝑎𝑑 𝐷𝑒 𝐶𝑒𝑛𝑖𝑧𝑎𝑠) pgp2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora