4. ʟɪᴄᴀɴᴛʀᴏᴘɪᴀ

23 8 0
                                    

La oficina de Balor era una mini biblioteca, llena de carpetas y archivos, y los gatos no perdieron la oportunidad de escabullirse dentro en cuanto él abrió.

Las carpetas en los estantes tenían fechas en los lomos, que iban desde enero del 2000 a la fecha actual. Había una puerta entre dos estantes, cerrada con más palancas y aparatos raros.

—Aquí nadie nos interrumpirá, Grey, baja los pies de la mesa.

—Aja —pero no lo hizo, sólo siguió jugueteando con un aparato que tomó de uno de los estantes al entrar, una especie de pelota de metal que se expandía, con distintas capas y de un color cobre.

Balor no hizo nada al respecto, se sentó frente a ellos y les sonrió cálidamente.

—Empezaremos por Grey. ¿Cuál es tu problema, muchacho?

Era imposible que no lo supiera ya, puesto que él mismo lo encontró intentando huir.

—Quiero largarme.

—Denegado. Seguimos con Elizabeth.

—Quiero ir a casa.

—Denegado.

Grey le frunció el ceño.

—Si vas a andar por la vida denegando todo lograrás que te maten.

Balor sonrió divertido.

—Por ahora, me permito rechazar sus solicitudes, pero podemos quedar en un acuerdo. Grey. Revisemos tu caso.

Era como estar en un juicio, con el juez más paciente del mundo.

—Quieres irte para vagabundear por allí, aún sabiendo que Sagnuel Leigh quiere, dicho con sus propias palabras, romperte un par de huesos, aunque sabemos que las sombras no tienen huesos sólidos, en fin, sería interesante ver como romperá algo que no existe, pero no podemos arriesgarnos, en conclusión, te quedas bajo mi guarda y la de Mumdus hasta que pase el peligro.

Grey frunció el ceño, confundido.

—Eso no explica nada del porque me apuñalaron al llegar aquí, me quitaron los poderes.

—Para asegurarnos que no huyeras. ¿Algo más que añadir a tu defensa? —Elizabeth contuvo una sonrisa de diversión.

Grey parecía desconcertado.

—Quiero añadir que no saldré a vagabundear, quiero irme a mi casa, si no te molesta, viejo.

—Tu padre me encargó tu cuidado en su ausencia al Subterráneo, y como no le haces mucho caso a Sally, por lo visto, ella me comunicó que escapaste. Para agregar más en tu contra, envié a Aztros y Aztris a buscarte desde hace una semana y los dejaste colgando de un rascacielos, luego los encerraste en un club demoníaco y, sólo ayer, los encerraste en el sótano.

—Lo cual no se me olvidaba.

Aztris, que era una experta en aparecer de la nada, estaba de espaldas a ellos, mirando a Grey con enfado y sosteniendo una bandeja con una taza de café y otra de té, un vaso de leche y dos tazas más, con azúcar y leche extra.

—Es culpa suya por intentar quitarme las zanahorias —se defendió.

—Estabamos haciendo el almuerzo, Dey las necesitaba.

Grey iba a refutar, pero Balor intervino.

—Aztris, ¿tocaste antes de entrar?

Ella se sonrojó, y cambió su peso de un pie a otro.

—Siempre se me olvidaba.

—Pues tendremos que poner notas en todas las puertas, un día encontrarás a alguien haciendo algo indebido.

𝐿𝑎𝑑𝑟𝑜́𝑛 𝐷𝑒 𝐴𝑙𝑚𝑎𝑠 (𝐶𝑖𝑢𝑑𝑎𝑑 𝐷𝑒 𝐶𝑒𝑛𝑖𝑧𝑎𝑠) pgp2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora