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Aylan no ha dejado de llamarme y enviarme mensajes en toda la semana, no se lo cojo, tengo miedo, nunca había tenido tanto miedo. Jason es cada vez más agresivo, lleva toda la semana golpeandome, lo hace en sitios que tapa la ropa para que nadie se dé cuenta, demasiado listo. Ayer tenía que haber ido a trabajar y no fui, no se como Jason tiene gente en el Domum, odia a los Escorpiones, no se para que debería ir. Me ha conseguido un trabajo como cajera en un supermercado, pagan una mierda, comparado con lo que había conseguido en el Sexus poniendo copas, Aylan aún no me ha pagado.

Ahora estoy pasando el octavo bote de chili que ha comprado este señor, se va a morir, eso tiene que picar.

— Dieciséis con cincuenta— asiente y me da un billete de veinte, le doy al intro del teclado y sale un cajón lleno de monedas y billetes, le devuelvo tres con cincuenta. Se va sonriendo.

Le doy al botón para que se mueva la cinta, cojo las cervezas sin levantar cabeza, esto es un asco, almenos en el local me lo pasaba bien y conocía gente, aquí mis únicos "amigos" son una señora de cincuenta años, una chica que no deja de sonreír, da miedo, de unos treinta y un señor de cuarenta y pico que está más aburrido que yo. Escucho el bip que hace la máquina cuando pasó los productos.

— ¿DNI?— suspiro mirando la pantalla.

— Creo que no hace falta— levanto la cabeza.

— Aylan...— sonríe de lado, no me acordaba de su sonrisa.

— Tenemos que hablar— niego rápidamente.— Porfavor Keyla, necesito hablar contigo. — Vuelvo a negar.— Porfavor, lo necesitamos...— suspiro.

— Mi turno acaba en media hora, esperame.— Sonrie asintiendo.


Salgo del supermercado, llevo el asqueroso uniforme, no se cuantas personas habrán pasado por él, pero el olor a ganchito no se le quita ni con legia. No ha traído la moto, esta apoyado en una camioneta negra, me acerco a Aylan. No se de donde sacan el dinero para comprar tanto vehículo, el Sexus no puede dar tanto.

— Entra.— Asiento. Doy la vuelta al coche y me subo en el asiento del copiloto.— No has venido a trabajar ¿qué ha pasado?

— Nada, no quiero trabajar ahí— digo desviando la mirada, miento como como el culo.

— Se que es mentira. Dime la verdad Key... — Me quedo callada.— Como quieras.— Se alarga hasta un compartimento que hay debajo de la radio y saca un sobre. — Toma, tu sueldo.— Cojo el sobre y empiezo a contar el dinero.

— Hay demas.— Me ha dado doscientos cincuenta, solo me tenía que haber dado cien, las propinas las tengo yo. — No me puedes dar ciento cincuenta más, no es justo.

— Calla, lo necesitas.— Muerdo mi labio inferior nerviosa, asiento, es verdad, lo necesito.

— Aylan, a ti tampoco te sobra. No me puedes dar este dinero, ni yo aceptarlo.— Le digo, le devuelvo el sobre, pero él me lo vuelve a dar.

— Vale, sí, no me sobra, pero acceptalo, se que necesitas el dinero, no se para qué pero lo necesitas.— Miro el sobre, niego.— Keyla, aquí te deben de pagar una mierda y aquí tampoco hay propinas, aceptalo, coño.

— Gracias, no tenías por qué...— vuelvo a mirarle, asiente. Meto el sobre en el bolso y abro la puerta del coche, me bajo y empiezo a caminar hacia mi casa.



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