¿¡Dónde Está el Señor Pato?! Pt. 1

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El sol se escondía lentamente en la calurosa tarde de Verano y coloreaba todo de un tono anaranjado. El pueblo de Tembleque era un lugar agradable, en el que siempre reinaba la calma. Tenía pequeñas casitas de colores alegres que llenaban de vida las calles. Una destacaba entre las demás, no solo por ser más grande, sino porque estaba algo alejada, sobre una colina desde la que se podía ver todo el pueblo.

La casa era bastante antigua y había sido heredada generación tras generación por miembros de la misma familia. En el pueblo, nadie que aun viviera recordaba su construcción: era como si hubiese estado allí desde siempre.

Sin embargo, de quien si se acordaban los habitantes era de su actual propietaria, una mujer anciana que disfrutaba de pasear por las calles y hablar con los vecinos. Su figura era llamativa y estaba rodeada por un halo de misterio... Ninguno de los que usualmente conversaban con ella sabía su edad. La gente solía divertirse apostando cuantas décadas llevaba ya en la tierra. Pero, en verdad, su rostro era terso y suave, y si no fuera por las pequeñas arrugas que rodeaban sus ojos, cualquiera diría, sin exagerar, que se trataba de una adolescente vestida como señora mayor. Sin embargo, los años sí que contaban para Rita. Cada vez le costaba más oír los ruidos lejanos o suaves, y necesitaba usar unos anteojos enormes, de vidrio grueso, para poder ver con claridad.

Otra de las cosas extrañas en ella eran sus cambios de humor repentinos e imprevisibles, y su obsesión por los cucharones. De hecho, su manía por estos objetos era tan intensa, que había enviado a construir en su jardín delantero un cucharon enorme, de color Dorado, en el centro de una fuente de agua cristalina.

La mayor parte del año, la casa y sus alrededores eran tranquilos y solitarios, solo se oía el piar de los pájaros que revoloteaban en los jardines y el sonido metálico de las rejas oxidadas de la entrada cuando su dueña se iba o llegaba. Pero desde hacía dos semanas, todo había cambiado. Al comienzo de las vacaciones habían llegado al pueblo Lyna y Melina, las nietas de Rita, que quedarían a su cuidado los siguientes meses y colmarían la casa con su vitalidad.

Lyna, de trece años, era la mayor. Su abuela siempre la definía como una niña que no podía quedarse quieta ni callada, y que solía darle dolores de cabeza porque, en lugar de hablar, gritaba. Melina, de nueve años, en cambio, podía pasar horas y horas casi en silencio absoluto, aunque si llegaba ver algún insecto cerca, sus alaridos espantaban hasta al más valiente.

Ellas no llegaron solas. Estaban acompañadas por la mascota de Lyna, un patito bebe al que, con poca originalidad, llamaron Señor Pato. El pequeño adoraba recorrer los jardines de la casona y había adoptado la costumbre de picotear todas y cada una de las plantas del lugar, lo que molestaba bastante a la anciana.

-¡Lynita! -Grito furiosa la abuela Rita una tarde mientras atravesaba la puerta principal y se dirigía al Living-. Otra vez tu Pato feo se metió en mi fuente y está salpicando todo, andá a sacarlo ahora mismo.

Lyna aparto la vista de la Televisión y miro a su hermana.

-Al menos ahora que el Señor Pato lleno el jardín de agua podemos decir que alguien lo limpio en la última década, ¿No? -Murmuro entre risas.

Melina le respondió con una carcajada ahogada, y la anciana, que no había podido captar ni una palabra de la conversación, frunció el ceño.

-Ya voy, abuela, no te desesperes, es solo un poco de agua -Respondió finalmente Lyna, sin darle importancia, mientras se levantaba de la silla de madera en la que había pasado la última media hora y caminaba hacia el jardín.

-"Es solo un poco de agua, no te desesperes"
-Repitió Rita con un tono burlón cruzándose de brazos-. Claro, nadie piensa en mi pobre jardín. Melinita, haceme un favor, que estoy estresada: prepárame una taza de té mientras me visto para ir a mi clase de Reggaetón -Dijo, y desapareció de la habitación antes de que su nieta pudiera responderle.

Pocos minutos más tarde, Lyna volvió a entrar en la casa, pero esta vez con su mascota en brazos, envuelta en toallas para secarle el plumaje. Fue hasta la habitación que compartía con su hermana, cerró la puerta y dejo al Señor Pato en el suelo para que jugara dentro de esas cuatro paredes. Era increíble como había cambiado la habitación de las chicas en esos días. Cuando llegaron, el cuarto era sombría y estaba abandonado, apenas podían dormir por el miedo. Pero pronto volvieron a convencer a su abuela para volver a decorarlo. Y así fue como cobro vida: pintaron las paredes con sus colores favoritos, Violeta y Azul, compraron muebles y la llenaron con los peluches que habían llevado. Se había convertido en un lugar Alucinante.

De pronto, Melina abrió la puerta de la habitación.
-¡La abuela se fue a su clase, ya podemos jugar!
-Grito con entusiasmo.

Continuara...

Autor del libro original: Evelyn Vallejos (Lyna)
Fecha de Publicación: Octubre 2018

Una Familia Anormal: En Busca del Tesoro de MinucaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora