6. ¿Cómo?

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Jamás había querido caminar tan lento a casa para aún sentirlo a él cerca, quería voltear a ver su rostro, pero posiblemente quizás caería sobre sus rodillas con una mirada, ni siquiera sabía el color de sus ojos, pero no iba a ser difícil amarlos.

— ¿No eres de la manada, verdad? — Siguió viendo al suelo como si este fuera su seguro.

— No. — Negó este con simpleza. Mientras la seguía acompañando a su casa.

— T—Tu manada... ¿Cuál es? —

— Mejor que no lo sepas aún, está muy lejos de aquí... — Ella tragó fuerte, siguió caminando intentando encontrar su calma en la tormenta que veía de su pequeña vida a segundos de conocerlo, todo era así de intenso.

— Vaya yo... Este c—como verás. S—Soy una... —

— Coneja. — Él sabía todo de ella y por primera vez Holland volteó a ver su rostro con ganas de definir sus facciones o tal vez encontrar la decepción que esperaba en él, pues su voz era inexpresiva.

— ¿Cómo lo sabes? — Preguntó avergonzada de repente.

Él no había dejado de ver su trasero, o bueno tal vez su colita que no había regresado a su forma humana por tenerlo a él frente a ella. Era una vergüenza ni siquiera podía transformarse apropiadamente, o controlar su naturaleza.

— ¿Qué ves? — Intentó huir de la mirada del enorme hombre frente a ella.

— Tu colita sigue ahí. — Apuntó él como si nada, en realidad usaba eso como excusa, pero tampoco podía dejar de ver su voluptuoso trasero.

— Eh ¿Qué? — Ella hizo el intento de voltear y tratar de volver a ocultarla.

— Tranquila, está bien ahí. No me molesta. — Entonces ella decidió seguir caminando, no sabía cómo hacer para ocultarla o para que su corazón dejara de latir como un loco. — ¿Eso pasa cuando te excitas? — Ella decidió caminar más rápido en un intento de ocultar su rostro por la vergüenza.

— N—No. — Intentó mentir fallando en el intento.

— ¿Porque no? — Él quiso reír, era tan tierna, y hermosa, él no era suficiente. — Puedo oler tu excitació... —

— Gracias por traerme, ya puedes irte... Yo, bueno tú quizás debas regresar a tu hogar y tal vez ponernos en contacto l—luego. C—Cuando... — Murmuró sin tener idea de qué más hacer.

— No voy a regresar sin ti. — Ella ni siquiera sabía que decir a eso.

— ¿Cómo? —

— Mi manada no está pasando por un buen momento. Y aunque quisiera darte lo mejor, la verdad es otra, pero aún así me niego a irme sin ti. —

Ella no había escuchado de algún extranjero entrando en la manada, siempre corrían rumores y esta vez no había escuchado ninguno.

— El Alpha va a querer echarte. —

— Deja que vuelva a acercarse a ti, voy a cortarle la garganta esta vez. — Ella abrió los ojos asustada, ¿Él era su pareja destinada? ¿Que era capaz de hacer? Se vio a sí misma asustada, y en cambio el Alpha enorme frente a ella quiso reír.

— Estoy bromeando. — Río levemente, mintiendole a la cara a su pareja destinada, en realidad si iba a matarlo, pero cuando fuera el momento adecuado.

— Ah, por un momento pensé que hablabas en serio. — Él siempre hablaba en serio.

— Era serio cuando dije que no regresaría a mi hogar si no era contigo. —

— ¿Q—Qué pasa si quiero quedarme? — Intentó cruzar sus brazos y parecer segura de sí misma haciéndolo sonreír.

— Sé que odias esta manada y este lugar, lo único que te hace quedarte son tus padres y tu pasatiempo favorito. — Le sonrió dulcemente, casi le hace ponerse de rodillas el ver su sonrisa perfecta con dos lindos hoyuelos en sus mejillas hechas por dioses.

— Puedo ofrecerte una casa lo suficientemente amplia como para que construyas lo que quieras, incluso una madriguera lejos del bullicio. —

Su corazón casi se derrite por aquella mención, porque mientras que a las demás lobas les encantaban los nidos, ella siempre había soñado con su propia madriguera, y lo había mantenido en secreto incluso de sus padres.

— ¿Cómo lo sabes? — Preguntó curiosa. — ¿Que quería una madriguera? —

— Tuve que averiguar un poco más sobre ti. — Mintió el Alpha otra vez en un intento de que aquello no fuera del todo incómodo para ella.

— Entonces ¿Vas a venir conmigo? — Quería responder que sí, pero en cambio tenía aún más miedo de no responder adecuadamente y que le huyera como si ella fuera la peste.

— No soy una pareja que cualquier lobo desearía. ¿Haz escuchado todos los rumores sobre mi? — Preguntó valiente, parando de caminar ya fuera de su casa.

— ¿Qué si los he escuchado? Si. — Aseguró, pues sabía la clase de pestes que todo el mundo hablaba sobre su pequeña y hermosa pareja.

— Tampoco me importaría aún si fueran ciertos. — La linda Omega no pudo evitar esconder el latir alegre de su corazón.

— Vendré a verte luego, cuando sepas que no vas a poder vivir sin mi. — Le sonrió su Alpha.

La haría desearlo tanto que no soportaría estar lejos de él un sólo segundo, no le gustaba esperar, nunca había tenido tanta paciencia en toda su vida, pero quería merecer esa linda conejita, era sólo suya después de todo aún si ella no supiera que contestar.

— ¿No vas a despedirte? — Así como vino ese enorme Alpha se fue, entre la oscuridad.

Sintió la verdadera soledad golpearla cuando el viento frío de la noche envolvió su cuerpo entero, se arrepintió en ese instante de no haberle contestado con anterioridad. 

Eres Tú, peluche de algodón. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora