Se sintió aliviada cuando logró ver las luces de la fiesta, inspiró aire hondo, y decidió intentar contonear sus caderas naturalmente.
"Eres hermosa" se decía a sí misma en un intento porque toda la valentía que había reunido al usar esa prendas audaces no se fuera por el caño.
Aunque luego su oído era tan bueno que por primera vez en su vida estaba arrepentida de haber nacido como una coneja.
"¿Ves esa coneja?"
"¿Si?"
"¿Cuantos penes crees que han entrado en su boca?"
"¿Qué?"
"Dicen que le encanta el sexo"
"Es bonita, pero no es más que para una noche."
"Sus padres le dijeron a los míos que podríamos tener una cita." Se carcajearon.
"¿Qué dijeron tus padres?"
"Los rechazaron amablemente, pero ya sabes, a nadie le gustaría tener a una coneja como pariente."
La pequeña Omega apretó los labios en un intento de contener su ira, no estaban del todo mal. Le encantaba el sexo, o bueno al menos masturbarse todas las veces que fueran necesarias para tener los orgasmos que fueran necesarios para olvidar el jodido mundo estúpido en el que vivía.
Ni siquiera había tocado el pene de ninguno, y no porque no hubiera tenido la oportunidad, sino porque su oído había alcanzado a escuchar cómo se burlaban a sus espaldas. Jamás se acostaría con uno de esos imbéciles que se reían de ella.
— Hola papá, mamá. — Llamó la atención de sus padres al ir directamente donde ellos.
— Oh hija. — Su madre sonrió al verla, su pequeña estaba deslumbrante. — ¿No fue demasiado largo el camino? —
— Soportable. — Negó con una sonrisa, mostrando unos pequeños hoyuelos adorables en su rostro que la hacían ver muy tierna.
— ¿Y esa falda? — Preguntó su padre negando al verla.
— Ah por favor Harold, ya tuvimos esta plática. Ella está lo suficientemente mayor como para usar la ropa que quiera. —
— Es que va a atraer a los tipos equivocados. — Decía su padre viendo molesto a su madre, mientras la pequeña Omega reía.
— Tranquilos, papá, mamá. Sólo venía a ver que tal iba todo. — Negó sin más. — Además ¿Cómo se van a atraer a los correctos? — Se río por lo bajo.
En realidad a su edad la mayoría en la manada habían encontrado a su pareja destinada, y sino habían establecido vínculos. A sus padres les preocupaba que su retraída hija no encontrará el indicado, ellos no eran anticuados o sobreprotectores, simplemente sabían que su hija era madura, pero muy solitaria también.
Veían en los ojos de Holland el pequeño anhelo al ver a los niños que cuidaban los fines de semanas en el mismo orfanato en el que la habían adoptado, habían apadrinado a muchos niños, pero el anhelo de su hija Omega sólo crecía a medida que recordaba que estaba sola, y que nunca encontraría a alguien quién la amará lo suficiente como para tener una familia, un hogar.
— Iré a comprar algo por ahí, o tal vez a jugar algo y luego regresaré para que ustedes lo hagan también. — Sus padres sonrieron viendo como su optimista hija caminaba entre la gente en aquel festival.
Era ruidoso, demasiado ruidoso para ella y su sensible audición. Pero debía soportarlo si quería de alguna forma integrarse a su manada, porque nunca se había sentido del todo parte de ella.
La pequeña conejita de la manada no era retraída porque quisiera, simplemente odiaba el ruido, o algunas costumbres de los lobos. Nunca podría sentirse cómoda con ellos.
— Quiero dos de esos por favor. — Pidió observando uno de sus bocadillos favoritos.
— Son los últimos. — Decía la beta viendo con pena a la Omega, y dandoselos descaradamente al Alpha que había llegado de último. — Haremos más, estarán listos en una hora y media. — La Omega era sumisa, pero en cambio no muy paciente.
— Gracias. — Dijo negando con una sonrisa, ni siquiera vió al hombre que no le había quitado la mirada de encima luego de voltearla a ver.
— Ten esto. — Escuchó una voz masculina a sus espaldas, cuando volteó se fijó en quién era el que sostenía el bocadillo que ella había querido comprar, pero ahora se lo estaba extendiendo para que se lo comiera también.
— Oh Alpha. — Su mirada fue al suelo avergonzada por ser caprichosa con el hombre que cuidaba de la seguridad de la manada. Su cabello rubio, y sus ojos azules resplandecían aún más a la luz de la luna, era todo un Alpha. Ardiente y muy guapo, su sonrisa la derretiría si bajaba mucho la guardia.
— No te preocupes, ¿Había algo que te molestara? — Preguntó ofreciéndole otra vez el bocadillo, con sus mejillas rosadas asintió con vergüenza, y recibió el bocadillo agradecida.
— Gracias, y no se preocupe yo de hecho... —
— Parecía que algo te molestaba. — Instó él en saber un poco más de la pequeña Omega que olía tan rico como el cielo, sonrió al ver su falda corta, le gustaban aún más las Omegas fáciles, y su rostro dulce e inocente estaba por ponerlo duro, justo como les gustaban, dóciles y hermosas.
— No realmente. — Negó comenzando a comer su bocadillo, e intentando con todas sus fuerzas evitar sus ojos.
Aquellos labios carnosos en su pequeña boquita tentadora lo tenían pensando en cómo se verían esos labios alrededor de su pene hinchado, su nudo incluso.
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Eres Tú, peluche de algodón. ©
Manusia SerigalaHolland era muy diferente al resto de su manada. Todas las personas en su manada la conocían, ella ignoraba que era la misma razón por la que nadie que quería salir con ella, aunque su especie fuera muy tentadora, al ser una preciosa Omega, todos s...