19. ¿Como es el verdadero Dmitry?

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La Omega parecía olvidarse de todo mientras le prestaba atención al huerto, las plantas le gustaban, tan frágiles como ella misma. Entendía que las plantas eran frágiles, pero tan necesarias como que sin ellas el mundo no tendría sentido, el mundo sería un caos.

Quería olvidar la verdadera preocupación que inundaba su pecho.

Desde de hace tres días no había sabido nada de Dmitry, ni mucho menos de sus padres. Cada vez que le preguntaba a Luna esta le daba vueltas al asunto, cosa que no la tranquilizaba para nada, su animal interior estaba temblando, pero quería transformarse y correr a buscarlos. No lo hacía porque su olfato más bien parecía una desventaja que la expondría directamente al peligro.

— ¿Sigues preocupada? — La Omega suspiró.

— ¿Tú no lo estarías Peter...? — El beta asintió, definitivamente estaría preocupado por su pareja si la tuviera, o por sus padres si estuvieran con vida.

— Si... —

— Lo siento, pero la verdad es que tú amiga tenía razón, soy débil y poco valiente. Hace tres días lo único que me preocupaba eran mis flores y conocer aún más a Dmitry. — Admitió con una sonrisa. — Ahora estoy aquí, sola y sin saber dónde están... -

— No estás sola. — Peter le sonrió poniéndole una mano sobre la suya, algo que la otra beta en el huerto no pasó desapercibido, porque sí, la verdad es que la Omega atraía demasiado con su aroma. Cualquiera podría intentar algo con ella, pues su Alpha no estaba ahí... No la había marcado.

— Lo entiendo, pero no me refiero a ese tipo de soledad... — Fue sincera apartando su mano de la de Peter, quizás le sonrió mucho, quizá era su culpa que los hombres se confundieran y después la trataran tan mal, susurrando sandeces a sus espaldas.

— Aún no te ha marcado, deberías pensarlo. Estoy completamente seguro que no son compatibles. — Habló Peter el beta, pues la pequeña Omega podía ser débil, pero era hermosa a su manera, con su carita tierna y sus mejillas rosas, que cada vez veía menos, pues la agonía la entristecía.

— No me conoces Peter. — Habló ella terminando de hacer lo suyo de recoger la maleza, y luego se iría a casa, no quería pasar más ahí, la estaba enfermando, por eso le gustaba la soledad, no tenía que escuchar cosas que no quería escuchar.

— Tal vez sólo llevo conociéndote tres días. — Peter notaba lo delicada que la Omega era, tan tierna y seguramente sensible, le temía a las multitudes, porque ni una sola vez se ofreció a almorzar con el resto... — Pero conozco a Dmitry mucho más. Créeme va a destrozarte. — Aseguró él, y no parecía mentir.

Joseline notó la confusión y la duda en el rostro de la Omega, y decidió hablar también. Tal vez la persuadian para que se fuera de su manada, estaban seguros de que la Omega sólo sería un estorbo, estaban seguros de que ella ni siquiera podía cuidarse a sí misma.

— Peter se refiere a que seguramente no actuó como el verdadero él frente a ti. — Aseguró la beta, Joseline. — Cuando supo de ti, tuvo que venir a Luna en busca de consejos, sobre cómo actuar frente a ti, sobre cómo no asustarte. — Aquello era totalmente cierto. Y la Omega dudo unos segundos.

— ¿Y cómo es el verdadero Dmitry? — Preguntó con completa curiosidad a la respuesta que iban a darle.

— Impaciente. -

— Posesivo. -

— Brusco. -

— No piensa antes de actuar. -

— ¿Has visto a su Lobo? Ese sí es un asesino. — Ella tembló ante aquel recuerdo cuando la brisa la envolvió. "Ha destrozado carne y huesos por igual" Claro que recordaba a ese lobo, uno que la había salvado, y que en vez de asustarla casi la había empujado a fuerzas al celo.

— ¿Q-Qué más? — Preguntó con voz suave.

— Creo que su mayor defecto, es hacer las cosas a su manera sin importarle los demás. — Bueno eso no iba a negarlo, de hecho ella estaba ahí por eso mismo.

— O también podrías decir que es un cretino empedernido. — Ella frunció el ceño, su pareja podría ser todo, menos un cretino, había tenido paciencia (Toda la que pudo hasta que la situación lo ameritaba), había sido todo un caballero cuidando de sus heridas y no lastimando sus muslos, él había tenido muchas oportunidades para tomar de ella lo que quería y no, no había hecho nada, así que no podía creer eso.

— Mi pareja no es un cretino. — Negó la Omega, terminando el trabajo, secándose el sudor, y con la mirada molesta les advertía a los otros dos que dejarán de hablar así de él.

— ¿Es lo que quieres creer o es lo que no quieres aceptar? — La Omega ni siquiera respondió la pregunta dejó las cosas en su lugar, y comenzó a caminar a casa, o bueno, el lugar donde Dmitry la había dejado, tomaría una ducha.

Se revolcaria en su ropa en búsqueda de su olor otra vez, y tal vez sólo entonces podría concebir el sueño, porque a pesar de ser tarde, esas tres noches ella sola eran las peores de su vida, en esa agonía sin saber que ocurría con Dmitry o sus padres

¿Estarían bien? ¿Habían comido? ¿Y si los habían capturado o algo parecido? Decidió seguir con lo suyo evitando eso, pero las lágrimas parecían colarse otra vez a través de sus ojos, ardían, pero le dolía aún más no saber de los que más quería. Terminó su ducha rápida, y cepillo su cabello con calma, o al menos evitaba mostrar lo mucho que sus manos estaban temblando.

Su instinto le decía que había algo que había ido mal, muy mal, tan mal como que no querían decirle, o comunicarle. Se vistió sólo con una de las enormes camisetas de Dmitry para dormir, su aroma a su alrededor la dejaba descansar aunque fueran sólo un par de minutos.

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Luego de ser mandada a llamar por Luna a primera hora la mañana siguiente, su corazón casi se desborda del pecho por el ansia, no sabía si lo que estaba viendo era un espejismo, o si sus padres de verdad estaban ahí, estaban desaliñados, parecía que efectivamente habían corrido por sus vidas.

— ¡Mamá! ¡Papá! — Jadeó realmente emocionada por verlos ahí, no sabía cómo, pero ahí estaban. Le agradeció a Luna en su corazón, de inmediato, por traerlos a ella a salvo mientras los abrazaba con fuerza.

— ¿Están bien? — Sus padres asintieron.

— ¿Y tú estás herida? — Su padre revisó a su hija buscando indicios de alguna herida, su hija no olía más que sincero dolor.

— N-No. — Negó de inmediato abrazándolos con fuerza sin intenciones de dejarlos ir. — ¿C-Cómo es que tardaron tanto? -

— Los siguieron a ambos y luego Ozloh envió a las brigadas de exploradores. —

— Reptiles... — Susurró la Omega y ambos asintieron.

— Cuando veníamos a buscarte unos lobos nos indicaron que los siguiéramos que estabas a salvo en su manada. Pero de nuevo Ozloh... —

— ¿Y Dmitry? — Luna llamó la atención sobre ella con un carraspeo.

— Cuando venían hacia acá, Ozloh capturó a un par de los nuestros... Dmitry al parecer fue a buscarlos... — La aclaró Aida a la conejita.

— ¿Y eso que...? — No, la Omega no entendía qué tenía eso que ver con su Alpha. O porque no estaba ahí con ella.

— Dmitry fue a ayudarlos... — Eso era el colmo. — Ve a casa, con tus padres, impartiré nuevas órdenes dentro de poco, así que no se acomoden del todo. Podríamos partir en cualquier momento. — Aquello lejos de ayudarle, estaba haciendo fuertes estragos en el pecho de la conejita.

¿Cómo demonios iba a sobrevivir sin su Alpha? No es que ya fuera dependiente de él, pero su cuello picaba por tener su mordida y su aroma. Más bien ni siquiera picaba, dolía y mucho. 

Eres Tú, peluche de algodón. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora