𝘽𝙪𝙘𝙠𝙮 𝘽𝙖𝙧𝙣𝙚𝙨 ☰ 𝙎𝙩𝙚𝙫𝙚 𝙍𝙤𝙜𝙚𝙧𝙨
×𝘖𝘯𝘦 𝘚𝘩𝘰𝘵𝘴
×𝘛𝘳𝘢𝘥𝘶𝘤𝘤𝘪𝘰𝘯𝘦𝘴
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Las cosas habían cambiado, su vida había cambiado.
Hace ocho años todo era completamente distinto, él era esa persona oscura, triste de la que todo el mundo se asustada, una figura imponente que según entraba en escena hacía que todo el mundo retrocediese un par de pasos.
Atemorizaba a todo el mundo y lejos de molestarle, así se sentía seguro. No confiaba en sí mismo, no confiaba en su cabeza y que todo el mundo mostrase miedo y reticencia hacia él era lo mejor, o eso creía él hasta que llegó ella, la única persona que no se apartó, que no retrocedió y es más, la única persona lo suficientemente valiente como para desafiarlo.
"Me da igual quién demonios seas, el Soldado de Invierno o el mismísimo Papa, yo estaba primero y no vas a pasar antes. ¡Llevo esperando quince minutos!"
Y así fue cómo conoció a la única persona que fue capaz de ver más allá de cualquier título. Capaz de verlo con otros ojos.
Sophie era la mujer de su vida, aquella mujer temeraria que conoció en un bar. En uno de los muchos tugurios en los que acostumbraba a perderse en cuanto la luz del día se apartaba, lugares sombríos, llenos de lo peor de la cuidad, llenos de alcohol barato. Uno de los típicos bares en los que él entraba y todo el mundo se apartaba, dejándolo solo en la barra, amontonándose sobre el extremo opuesto del local solo para no estar cerca del famoso Soldado de Invierno, pero ella no.
Ella permaneció en la barra, sentada en ese viejo taburete metálico, frío e incómodo, esperando por su bebida. Sophie sorprendió tanto a Bucky que aquella noche el asustado parecía él y no quien asustaba.
Contempló a aquella mujer, desde la otra punta de la barra, completamente lejos, observando de forma disimulada cómo esperaba concentrada en la pantalla de su móvil. Después, vio como daba un pequeño sorbo, fruncía el ceño, dejaba un par de billetes sobre la barra para luego irse, tomando sus cosas con tranquilidad, sin ser consciente de que dos hombres no muy amigables salían detrás de ella.
Bucky bebió deprisa y sin saber por qué salió detrás.
Al frente, ella, la desconocida temeraria que caminaba distraída, mojando sus perfectas botas negras con los charcos de la calle. Detrás, esos dos hombres, altos, fuertes y que no dejaban de hablar entre ellos mientras la señalaban. Y por último, Bucky, que observaba toda la escena en conjunto, caminando detrás de todos ellos, siguiendo su instinto.
