CAPÍTULO VI

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-Bueno, ¿vas a llamar?- preguntó Natalia, desde su sitio en el sofá. Tras un fructífero día de turismo, los dos habían regresado al ático agotados de caminar. Aunque Mikel había insistido varias veces en que tomaran un taxi, Natalia sentía que semejante acción desvirtuaría la experiencia. Además, no sucedía a menudo que pudiera pasear sin ser al instante reconocida.

Tras un largo y agradable baño y un cambio de ropa, Natalia se había retirado al sofá, donde ahora se sentaba con su portátil abierto sobre sus piernas extendidas. Le echó una mirada a Mikel, que estaba ocupado con su propio portátil, tecleando algo. Compartían el sofá, pero Natalia ocupaba la mayoría, obligando a Mikel a usar la mesa de café para apoyar las piernas. -Hola,- le llamó. -¿Vas a llamarla?-

-¿Llamar a quién?- preguntó, no deteniendo su tecleo. Los ojos azules se entrecerraban intensamente concentrándose en lo que fuera que estuviera escribiendo.

-La chica.-

-¿Qué chica?-

Natalia le chinchó con el pie, esperando que un poco de contacto físico le sacara de cualquier mundo en que ahora se encontrara.

-¿Uh?- preguntó Mikel, mirando al fin.

-¿Vas a llamar a esa chica cuyo número conseguiste hoy?- preguntó, deletreándoselo para evitar más miradas vacías.

Mikel desechó el comentario con un manotazo y volvió a escribir. -Creo que me mudaré aquí contigo,- le informó. -Nueva York me inspira. Acabo de empezar un nuevo guión.-

-¿Qué pasa con el guión que empezaste la semana pasada?- preguntó Natalia.

-Tendrá que esperar,- contestó Mikel. -Estoy a cien con éste.-

Natalia le observó durante un momento, escuchando el tranquilizante sonido de sus dedos sobre el pequeño teclado. Cuando tuvo la certeza de que su mejor amigo no iba a prestarle más atención, volvió a sus asuntos.

Actualmente mantenía tres conversaciones diferentes con tres personas distintas a quienes no conocía. Lo importante sin embargo, era que ellos no la conocían. La chica de Canadá creía que Natalia era un cuarentón de Perú. El tipo de Maine, pensaba que era una artista de strip- tease y estaba ofreciendo pagarle para que volase a darle un espectáculo privado. Y la chica de Texas estaba bajo la impresión de que Natalia era granjera en Alabama.

Internet era tan divertido.

-Eh, ¿cuánto fue de ese dibujo?- preguntó Natalia.

-Unos diez dólares,- contestó Mikel.

Natalia levantó la vista. -¿Sólo eso?-

-¿Qué quieres decir con 'sólo eso'? Eran mis últimos diez pavos,- se quejó. -No todos somos millonarios, sabes.-

Natalia buscó en su bolsillo y sacó un billete de diez dólares. -Creí que sería más caro,- contestó. -Sabes que no llevo mucho efectivo encima.-

Mikel aceptó el dinero. -¿No me das algo más?-

Natalia lo consideró. -De acuerdo. Aquí va un buen consejo. Mueve tu culo perezoso y llama a esa chica.-

-¿Y por qué?-

-Oh, no sé,- Natalia contestó. -¿Quizá porque probablemente esté esperándolo? ¿Se te ha ocurrido que, si te dio su número de teléfono, es porque quiere que la llames?-

Mikel se lo pensó. -¿Eso crees?-

-Hombres,- rezongó Natalia volviendo a su chat.

Mikel sacó la tarjeta con el número de la chica y se la tiró a Natalia, dándole en la frente. La tarjeta rebotó y aterrizó en el teclado. -¿Por qué no la llamas tú?- sugirió Mikel.

El lado ciego del amor (Adaptación Albalia)Where stories live. Discover now