Capítulo 11

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Capítulo 11: Alice es la nieta de su abuelo.

"Ciertamente no hay tantos hombres de gran fortuna en el mundo como mujeres bonitas que los merezcan." —Jane Austen.

"Soy tan guapo y rico que seguramente nadie merece más amor y buena suerte que yo, ¿verdad?" —Draco Malfoy.

"¿Que Draco dijo qué? Eso es gracioso." —Hermione Granger.

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Al alejarse del vagón de tren donde estaba su hija, Hermione se metió en su pequeño mundo. Alice se había estado portando mal, corriendo por el tren, negándose a quedarse quieta, negándose a comer su almuerzo... en resumen, siendo una niña promedio de cuatro años. Por eso Hermione había pasado la última hora con ella en vez de pasar tiempo con Draco. No había podido pasar cinco segundos con él desde que salieron de la estación, mucho menos abordar el asunto del negocio del "matrimonio de conveniencia" que le había propuesto. Finalmente Hermione hizo que Alice, al igual que Ingrid, durmieran la siesta, así que decidió que era hora de encontrar a Draco. Quizás él también se portara mal, aunque pensar en eso la hizo sonreír. Empezó a hurgar en su bolso mientras caminaba por el estrecho pasillo del tren, esos movimientos y sacudidas le resultaban tan familiares que le recordaban momentos más felices (y a veces más tristes) de cuando estaban en la escuela.

Fue cuando finalmente encontró su agenda que chocó con alguien. Al levantar la vista, eso que sostenía cayó de sus manos a sus pies.

—Disculpe, señor —dijo, erizándosele la piel al escuchar el acento familiar de Lucius Malfoy.

—No hay problema, señorita Granger.

¿Se atrevería a mirar hacia arriba? Ella recogió sus pertenencias, permaneció de rodillas y levantó la cabeza lentamente. Oh... por... Merlín... ¡Lucius Malfoy estaba en el tren, justo en frente de ella! Se puso de pie y dijo:

—Señor Malfoy, qué sorpresa. Sabía que vendría a Whitehall, pero no tenía idea de que nos acompañaría en el tren.

—A menudo voy donde está mi hijo —respondió.

Hermione ni siquiera quería saber lo que eso significaba.

—Sí, bueno, podría decir lo mismo de mi hija. Claro que ella solo tiene cuatro años, no está en la víspera de los treinta —comentó ella un tanto sarcásticamente, pero Lucius sonrió.

—¿Puedo tener unas palabras contigo? —hizo un gesto hacia un vagón vacío detrás de ella. Todas las persianas en el interior se cerraron de repente. ¿Debería entrar en un vagón de tren vacío con un antiguo Mortífago, especialmente en ese momento que nadie sabía dónde estaba? Ella cuadró sus hombros y pensó que por qué no. Ya no le tenía miedo a ese hombre.

—¿Es este tu vagón? —preguntó mientras entraba.

—Cielos, no, mi vagón está en primera clase. Este es el del muggle al que persuadí para que intercambiara su sitio conmigo —bromeó con una sonrisa.

—Hagamos esto rápido, Lucius. Me imagino que quieres preguntarme mis intenciones, o avisarme de Draco... o decirme que soy una sangre sucia, no lo suficientemente digna ni para lamer la tierra de los zapatos de tu hijo, y mucho menos para casarme con él. Bueno, hazlo. Ya casi es la hora de almorzar —ella miró su reloj antes de volver a mirarlo.

Él se rió de nuevo y comentó:

—Estoy seguro de que eres lo suficientemente buena como para lamer la tierra de sus zapatos —mientras ella lo escrudiñaba con la miraba, él se sentó—. Oh, ahora deberías reírte. Eso fue gracioso, tienes que admitirlo.

A Marriage Most ConvenientDonde viven las historias. Descúbrelo ahora