Capítulo 1

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Capítulo 1: Prólogo: Cuatro años y nueve meses antes.

—Perdona, no sabía que había alguien aquí —dijo Draco Malfoy mientras daba un par de pasos, adentrándose en la que había asumido era una habitación vacía en casa de Marcus Flint.

La habitación estaba a oscuras, iluminada únicamente por la luz proveniente de la luna, que brillaba a través de la ventana. Ella dejó de sujetar las cortinas con sus manos cuando lo oyó hablar.

—No te preocupes, me iré yo —dijo, empezando a caminar alrededor de la gran mesa de billar mientras Draco se dejaba caer en una silla junto a la chimenea.

—No tienes por qué irte. Tú llegaste antes, pero yo también me voy a quedar, si no te importa. —Se quitó la máscara negra de los ojos y la dejó caer al suelo sin miramientos. Tomó un gran trago de la copa que sostenía en la otra mano, y dijo—: Odio estas cosas, ¿tú no?

—¿Te refieres a los bailes de máscaras? —preguntó ella.

—Sí, a eso me refería —dijo. Se terminó la bebida de la copa, luego estiró las piernas y las cruzó, observando cómo la mujer de vestido blanco caminaba hacia el otro lado de la habitación. Al llegar a la pared más lejana, tocó con los dedos los palos de billar que colgaban de la misma—. Te he visto antes al otro lado del salón de baile, ya sabes —le dijo.

Ella le lanzó una mirada por encima del hombro.

—¿Qué?

—Sólo digo que te vi antes. Parecías familiar. Le dije a mi amigo que me resultabas familiar. —Lo que en realidad le dijo a su amigo Marcus Flint era que la mujer de la máscara y vestido blancos, la del pelo largo y rizado, era la mujer más hermosa de toda la mansión. Y eso que ni siquiera podía ver la mayor parte de su rostro. Él hizo una pausa durante unos segundos, consciente de que se encontraba a solas con ella. Cuando entró en la sala de billar de la mansión de su amigo sólo estaba tratando de escapar de su madre, que trataba de emparejarlo con alguien. Pero había tenido suerte al traspasar la puerta, porque la mujer de blanco le estaba esperando dentro.

Ese baile de máscaras era una farsa en muchos sentidos. Su madre había convencido a su amiga para acoger este evento y para que invitara a todos los sangre pura conocidos con el fin de que sus maravillosos hijos, Draco y Marcus, pudieran encontrar novias. Él sólo tenía 25 años, pero su madre ya estaba preocupada. Ella le recordaba que si no se casaba en el momento de cumplir los treinta perdería toda su herencia. Malfoy Manor, el dinero, el negocio, todo iba a ir a parar a manos de su insufrible primo, Talbert Malfoy. Esto se debía a algún desafortunado tipo de magia antigua que su querido y viejo tatara tarata tatara (¿Cuántos tatara eran?) tatarabuelo puso en su testamento, muchos siglos atrás.

Parecía que si los hombres Malfoy no se casaban a la edad de treinta años y daban un heredero tres años después, lo perdían todo y pasaba al siguiente primo más joven. Draco ya había hecho que sus abogados estudiaran el testamento minuciosamente y parecía que estaba blindado. Pero Draco todavía tenía un montón de tiempo. No iba a ser forzado a casarse antes de que él quisiera. Aunque eso no significaba que no pudiera pasar un buen rato, ¿no?

—¿Y cómo te llamas? —preguntó.

—Se trata de un baile de máscaras —respondió ella, aunque no lo dijo con timidez. Ni siquiera había un atisbo de ello en sus palabras—. Se supone que nuestras identidades deben permanecer en secreto, Draco Malfoy.

—Mira, yo estoy en desventaja —dijo él. Se puso de pie y se acercó a la mesa de billar. Cogió una de las bolas y la lanzó a un agujero—. Me he quitado la máscara, así que tú sí sabes quién soy.

A Marriage Most ConvenientDonde viven las historias. Descúbrelo ahora