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“La libertad de una persona termina dónde empieza la libertad de otra.”

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Estaba completa y absolutamente equivocado, sobre su primera impresión de la heredera Hyūga. Esa chica era un torbellino de torpeza y timidez extrema, durante los dos días que la había estado siguiendo se dio cuenta que acercarse a ella no sería tan fácil como había planeado en primera instancia.

Hyūga Hinata era quizás la chica más torpe y solitaria que había conocido, su estatus social intimidaba a los demás por lo que los demás la evitaban respetuosamente y los pocos que se aceraban con segundas intenciones eran misteriosamente alejados a los pocos días. Curiosamente y para su sorpresa no tenía guardaespaldas, había estado esperando encontrarse con tipos a todo el estilo de “Men in Black” pero no, dentro de las paredes de aquella institución no había ningún guardaespaldas; quizás el único contratiempo que tendría sería ella misma, y su innata habilidad por alejar a las personas de su alrededor.

Suspirando todo por la incómoda cama vieja en la que estaba acostado, llevaba al menos dos semanas dentro de ese lugar, y solo salía de su habitación para ir al baño y salir a espiar a Hinata. No lo habían dejado ver a su hermano, ni siquiera sabía si aún estaba con vida, largos años conociendo a Óbito le enseñaron a jamás confiar en él, por lo que él hecho de que lo estuviera engañando no lo sorprendería para nada, pero no tenía como averiguar sobre su hermano por lo que lo único que tenía era la palabra de Óbito y nada mas.

El sonido chirriante de la puerta vieja siendo abierta lo saco e sus pensamientos y alerta se levantó de su cama, en ese lugar había tipos tan peligrosos que hasta dormir se había vuelto un placer del pasado.

Los blancos cabellos de Suigetsu se asomaron por la puerta e inconscientemente su cuerpo relajo su postura tensa, de alguna manera Suigetsu no activaba sus alarmas como lo hacía Óbito y sus secuaces, aunque tampoco era tan estúpido como para fiarse de él.

—¿Qué quieres?.—pregunto tomando asiento en la cama, mientras Suigetsu terminaba de entrar y cerraba la puerta tras de él.

Con pasos lentos se acero mientras extendía en el aire una pequeña bolsa blanca, el olor inundó el ambiente tan pronto terminó por acercarse a él.

—Traje comida.—explico lo obvio con una sonrisa, tomando asiento junto a él y abriendo la bolsa, el olor a pollo frito le golpeó la nariz y antes de que siquiera pudiera negarse su estómago traicionero le jugó en contra. Suigetsu lo observó de reojo riendo por lo bajo, mientras dale pasaba una pieza de pollo humeante.

Él lo observó con desconfianza unos segundos antes de rendirse al apetitoso olor.

—Hmph.—gruño arrebatándole la pieza de pollo, Suigetsu lo ignoró olímpicamente y tarareando una canción de dispuso a comer también.

Él lo observó de reojo, desde que recordaba Suigetsu siempre había sido así, cuando su hermano lo llevo a esa casa él ya estaba ahí, el fue el primero en acercarse y pese a sus desplantes y rechazos siempre se mantuvo junto a él, Suigetsu hizo que la pesadilla de estar encerrado en ese lugar fuera un poco más fácil de sobrellevar… y aún así él lo abandonó, aún así él lo dejo solo en ese lugar.

—¿Por qué me das de comer?.—pregunto observándolo confundido y desconfiado.

Suigetsu le devolvió la mirada de reojo y se encogió de hombros.—No se, pensé que tendrías hambre, desde que estás aquí no has comido un solo bocado y sé que no eres alguien a quién el dinero le sobré.—explico dándole un mordisco al pollo.—Además, si no me equivocó eres tan tacaño que con tal de no gastar de más evitas comer más de dos comidas al día. Estoy casi seguro que lo único que andas en el estómago es un refresco barato.—murmuro con la boca llena regresando la mirada a su pollo.

Era cierto, todas las palabras de Suigetsu eran ciertas pero aún así no era su obligación cuidar de él, no era su obligación gastar dinero en él. Algo pesado y molesto se instaló en su pecho mientras lo observaba comer quitado de la pena junto a él.

Ocho o quizás nueve años llevaba atrapado Suigetsu en aquel lugar, su infancia y adolescencia todo se le fue arrebatado, pero aún así seguía siendo él, un poco más apagado pero seguía siendo él mismo Suigetsu amable y amistoso que el conoció la primera vez que lo vio en esa casa sucia.

—…Lo siento.—y hasta el mismo se sorprendió cuando aquella disculpa abandonó sus labios, los ojos amatista de Suigetsu lo miraron de reojo un poco sorprendidos y él aparto la mirada abochornado.

—¿Por qué…?

—Te abandoné, yo me fui y te dejé atrás, te dejé aquí. Lo siento.—volvió a disculparse sintiendo la culpa aplastarlo completo.

Él silencio le siguió a sus palabras por al menos unos tres minutos y entonces antes de que pudiera decir o hacer alguna otra cosa un golpe en su espalda casi lo tumba al suelo. Sorprendido dirigió su oscura mirada a Suigetsu quien sonreía quitado de la pena.

—¡No seas tonto Sasuke-chan!.—susurro limpiándose la grasa de la mano en su camisa.—Nunca les guarde rencor, ni a ti ni a Itachi-nii, de hecho rezaba para que Óbito no los encontrará. Nunca fui tu responsabilidad, el único culpable de que yo esté aquí es Mangetsu, no tú.—explico con una sonrisa un poco más pequeña pero igual de amable.

Lo observó unos segundos antes de apartar la mirada.—Tu… ¿No te gustaría ser libre?.—y la pregunta salió antes de que pudiera contenerla.

Suigetsu suspiro y recostó su espalda en la incómoda cama.

—Deseo mí libertad, deseo nadar en el mar, sentir la arena caliente bajos mis pies, pero más aún y-yo… yo quiero alcanzar a una persona, quiero poder verla sin tener que fingir ser alguien más, quiero estar junto a ella.—susurro con la mirada pérdida y voz melancólica.

—…¿Quién…?

—Se llama Karin.—lo interrumpió en un susurro, mientras una sonrisa se pintaba en sus labios y sus ojos brillaban levemente divertidos.—Ella.. ella es un encanto y una hija de puta.—rio levemente.

Y por un momento quiso tener la suficiente valentía para decirle que lo ayudaría a ser libre, que negociaría su libertad con Óbito, pero no lo hizo, porque sabía que solo estaría dando falsas esperanzas, porque sabía que entre la vida de Suigetsu y la de su hermano siempre elegiría a su hermano. Pero lo deseó, con todo su corazón y alma deseo la libertad de Suigetsu, deseo su felicidad junto a esa chica llamada Karin.

No era parte del planDonde viven las historias. Descúbrelo ahora