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“Todo lo que puede salir mal, saldrá mal”
—Ley de Murphy.

..
.


Lo observó caminar hacia el, sus ojos color miel lo veían desprovisto de todo interés, su piel pálida hacia un gran contraste con su rojizo cabello brillante, era de estatura media, ni muy grande ni muy pequeño, y pese a que no lo parecía, él sabía que ese chico era uno de los tantos asesinos crueles de Akatsuki.

Lo observó de reojo con desconfianza, mientras terminaba de cerrar la puerta de su habitación, pero antes de que siquiera hubiese podido cerrarla por completo su voz apática y desprovista de sentimiento alguno lo hizo dirigir su completa atención a él. Extendía en su dirección un sobre de Manila amarilla.

—Toma… Óbito dijo que tu sabrías que hacer con ellos.—fue lo único que dijo antes de darle el sobre y regresar sobre sus pasos. Observo su espalda desaparecer en un oscuro pasillo antes de dirigir su mirada al sobre.

Después de ojearlo unos cortos segundos entendió lo que eran. Aquellos blancos papeles dentro de ese sobre, eran su falsa identidad, curiosamente Óbito había tenido la oscura decencia de dejarle su nombre y apellido, pero de ahí en más todo lo que esos papeles decían dentro eran mentiras.

Aquellos papeles eran su pase a la vida de Hyūga Hinata y también eran su boleto de salida de Akatsuki.

Ella camino, con su rostro cabizbajo y la incómoda sensación de ser observada, no era una sensación desconocida, de hecho ya llevaba varios días sintiéndola, lo sabía, había alguien observándola, desde pequeña había aprendido a reconocer esa sensación y sabía que no estaba equivocada. La sensación de ser vista era incómoda, molesta y pesada, la persona que la veía sabía cómo esconderse de su mirada, y eso, en cierto punto comenzaba asustarla.

De reojo observó su alrededor pero nuevamente no encontró nada, en aquellos pasillos solo habían estudiantes metidos en su mundo ajenos al suyo y sus paranoicos pensamientos, se aseguró de observar a su espalda pero nada, y entonces cuando regreso su mirada al frente fue demasiado tarde, su rostro choco contra algo o mejor dicho alguien, un fuerte pero amable agarre en su mano izquierda la estabilizó de no caer de sentón al suelo y hacer la escena más grande.

El olor de un suave perfume inundó sus fosas nasales, y al levantar la mirada se encontró con unos profundos ojos negros que la observaban intensamente, como si la conocieran. Lo observó unos segundos aún metida en su aturdimiento, tenía la piel blanca de un tenue pálido, su cabello al igual que sus intensos ojos eran negros, y lo lucía en un estilo desordenado mientras dos largos mechones enmarcaban su rostro, tenia labios finos y pese a lucir atractivo era realmente intimidante.

—Ten cuidado.—su gruesa y profunda voz la hizo salir de su aturdimiento, mientras él soltaba su brazo.

Intento disculparse pero simplemente la voz no le salía, por lo que con el corazón latiéndole de manera nada sana se disculpo con una reverencia y casi que huyó de él y su presencia intimidante.

Nunca se había destacado por ser alguien social, de hecho de describiría como alguien torpe, tímida, antisocial, silenciosa y cobarde. A la edad de nueve años descubrió la crueldad de las personas y desde entonces había preferido la soledad y el silencio, por lo que sus dotes de comunicación como era de esperarse quedaron en el pasado.

Curiosamente ya no siguió sintiendo la mirada pesada sobre ella y por el momento respiró un poco más tranquila, era hora de encerrarse unos cinco minutos en su paraíso personal, los pasillos concurridos no eran buena idea, podría volver a tropezar con alguien aún más intimidante.


—No le prestes mucha atención, ella es así dattebayo.—escucho una voz tras él decir, curioso volteo su mirada del lugar por donde Hinata había huido para observar quién se le había acercado.

Era un chico rubio, y de brillantes ojos azules, su piel estaba ligeramente bronceada y tenía dos extrañas y curiosas marcas en forma de bigote en cada mejilla, a diferencia de todos a los que se había encontrado en su camino desde que entro a ese lugar, él no vestía de manera ostentosa, ni parecía que usará ropa de diseñador como todos los demás, llevaba encima una simple playera naranja y unos vaqueros levemente ajustados  color negros con unas zapatillas del mismo color y sobre su hombro derecho cargaba un raído y viejo bolso azul.

Lo miro curioso.

—Por cierto me llamo Namikaze Naruto.—se presentó extendiendo su mano mientras le sonreía levemente.—…¿Y tu? ¿Cómo te llamas? No recuerdo haberte visto antes.—comento aún con el brazo extendido.

Él lo observó unos segundos, antes de extender su mano y cerrar el saludo.—…Uchiha Sasuke.—susurro.

Naruto lo observó asintiendo mientras estrecha a su mano y le sonreía amablemente.

—Eres nuevo.—y está vez no lo preguntó, simplemente lo dio por hecho y él no lo corrigió.—¿En que clase vas?.—pregunto soltando su mano.

—2-B.—contesto y los ojos azules de Naruto se abrieron ligeramente sorprendidos, por alguna razón no le gustó esa reacción.

—¡Que coincidencia! ¡Somos compañeros!.—celebro acercándose y palmeándole la espalda, casi tirándole los pulmones del cuerpo.—¡Ven! ¡Ven! Te presentaré a la clase.—y así sin que el pudiera evitarlo se vio arrastrado por el torbellino de hiperactividad que supuso Naruto, pero gracias al él, ya por lo menos conocía a todos los de la clase, y también el lugar donde Hinata se sentaba todos los días, para su mala suerte la chica no se apareció en el resto de las clases y según Naruto eso era algo normal, solía quedarse dormida accidentalmente en la biblioteca.

Totalmente cansado, regresó a la guarida de Akatsuki, caminando directamente hasta su habitación, no sorprendiéndose en absoluto cuando encontró los ojos amatistas de Suigetsu que lo miraban impacientes y curiosos.

—¿Y, como fue? ¿Lograste acercarte a ella?.—fue lo primero que preguntó apenas el cerro la puerta.

En silencio se quitó sus zapatos y casi se tiró de espaldas en su cama. Ese día había sido un total fracaso, su único acercamiento fue el choque “accidental” de la mañana y nada más.

—No pude acercarme, ella se saltó las clases.—gruño con voz cansada.
Suigetsu silbo.—Una chica rebelde, eh. No lo parecía.

—No es rebelde, solo torpe y antisocial.—corrigió, eso era lo que había entendido según toda la perorata de Naruto.

—Yaaa… ¿Hiciste amigos?.—pregunto, la impaciencia desapareciendo de su voz está vez, siendo remplazada solo por la simple curiosidad.

Amigos, no diría que él hizo amigos, lo único que hizo ese día fue ser arrastrado por Naruto a todos lados.

—Se me pegó una garrapata encima y succionó toda mí energía…—susurro con los ojos cerrados, escuchando segundos después la risa burlona de Suigetsu.

—¿Como se llama?.

—…Namikaze Naruto.—susurro, empezando a sentir sus párpados más y mas pesados, y la somnolencia cada vez más fuerte.

—¿Dijiste Namikaze…?—escucho preguntar a Suigetsu por lo que solo asintió soltando un simple y escueto “Aja”.—…Tu no reconoces ese apellido ¿cierto?.—pregunto y está vez se obligo abrir los ojos y observar a Suigetsu, quién estaba un poco pálido y lucia nervioso.

—¿Debería?.—pregunto y Suigetsu asintió efusivamente.

—Deberías, si, ese chico es el hijo de Namikaze Minato, el jefe de policías y principal enemigo de Óbito, Minato-san ha estado tras la caza de Akatsuki desde hace mucho tiempo. —Y está vez él sueño desapareció completamente de su sistema.

Ah, podían complicarse más las cosas.

No era parte del planDonde viven las historias. Descúbrelo ahora