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“Un plan B jamás estará de más en la vida”

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Las palabras de su hermano lo hicieron recordar los ojos azules de Naruto y los claros de Hinata, cierto, él iba a condenar a esas dos personas por su hermano, y aún cuando estaba seguro de que esa era la decisión correcta no podía evitar sentir culpa, no podía evitar sentir como todo eso estaba mal, pero no tenía otra elección esa era la única oportunidad que tenía de sacar a su hermano de ahí.


—Eso no es importante ahora Itachi.—susurro, evitando la mirada oscura de su hermano.


—No aceptaré mi libertad si a cambio condenas a un inocente a vivir las crueldades de Akatsuki.—dijo su hermano con vos clara y firme.
Él levantó su mirada y lo observó atónito.


—¿¡Por qué te interesa la vida de alguien más!?.—grito con molestia y desesperación, golpeando los barrotes de la celda de su hermano.—¡¡Ellos son los culpables!! ¡¡Ellos tienen la culpa por haber nacido con una cuchara de plata en la boca!!... ¡No me importa si me odias, te sacaré de aquí y nos iremos de Japón…!


—¿Crees que es fácil salir Akatsuki…?—lo interrumpió su hermano con su tan acostumbrada calma.—Una vez que demuestres que te desenvuelves bien haciendo actos delictivos, Óbito no te dejará ir. Si le eres de utilidad te mantendrá a su lado.


—Hicimos un trato.—gruño y su hermano sonrío.


—¿Y qué? ¿Crees que Óbito es el tipo de persona que mantiene sus promesas? Si ve valía en ti no te dejará ir nunca.—susurro Itachi, pero él negó, en esos momentos debía creer en la palabra de Óbito, era lo único que tenía.—…Sasuke, huye de aquí, vete lejos, tan lejos que Akatsuki no te pueda encontrar nunca.—ordenó su hermano, pero él negó.


—No me iré sin ti.—susurro y esa sería su última palabra.—Matare, secuestrare y robaré de ser necesario si es por ti.




—E-estoy en casa.—susurro al entrar a su hogar, siendo recibida por la tan familiar soledad y silencio.


Él eco de sus pasos al caminar resonaron por aquella amplia sala de estar, donde no había nadie más que ella. Miró su alrededor, y en especial el enorme cuadro familiar colgado con orgullo que representaba a la familia principal, la familia que manejaba todo y a todos. Aún recordaba el día que la pintaron, había posado durante horas, con la misma sonrisa falsa y tensa que daba a todos a su alrededor, su madre junto a ella posaba con Hanabi en brazos y su tan acostumbrada seriedad, que no opacaba su belleza digna de la clase más alta de la sociedad, su padre a su lado posaba de igual manera, cada uno de ellos era la representación de la clase alta, cada uno de ellos era tan elegante, tan educado, tan… Hyūga.


Nunca se había sentido especialmente unida a ese apellido, a veces hasta llegaba a creer que ni siquiera llevaba la misma sangre de ellos en sus venas, después de todo ella no podía ser más diferente, no poseía la frialdad que caracterizaba a su familia, tampoco la elegancia ni educación, la mayoría de las veces evitaba hablar para ahorrarse problemas y situaciones bochornosas, no era orgullosa, de hecho de caracterizaba por ser una cobarde y sombría chica. Sus deseos y ambiciones no podían estar más lejos de lo que los demás creían, ella no aspiraba a ser la dueña de todo lo que poseía su familias como los demás creían, no ambicionaba la fortuna y el reconocimiento, ella deseaba todo lo contrario, deseaba con ser lo suficientemente valiente para escapar de su familia, deseaba vivir lejos de todo, donde nadie la conociera, donde nadie esperará nada de ella, deseaba encontrar a su primer amor, deseaba que esa persona la amará por ser solo ella, solo Hinata.


Suspirando camino hacia su habitación, pero antes de siquiera poder dar el primer paso hacia las escaleras que conducían a sus aposentos, el sonido de unos pasos haciendo eco en aquél solitario lugar la hizo levantar su mirada y salir de sus pensamientos. Su mirada no tardó mucho en encontrarse con unos ojos igual pero diferente a los suyos, que le devolvieron la mirada con frialdad, un escalofrío le recorrió el cuerpo entero y la sensación de sentirse diminuta e indefensa se apoderó de ella.


—Hinata-sama..—saludo el recién llegado con su voz fría y hueca, y ella se tensó de inmediato.


Los pasos de su primo reanudándose la hicieron temblar levemente y encogerse en aquel primer medio escalón.—Es un gusto el volver a verla. Me alegro que esté bien.—comento pasando por su lado.


Ella ni siquiera lo miro, ni siquiera levantó su rostro, y él no lo tomó a mal, ambos compartían una relación bastante tensa e incómoda, una relación respetuosamente distante. Ambos preferían mantenerse fuera de los asuntos de el otro por sus propias salud mentales.


Cuando el sonido de la puerta principal se dejó escuchar fue cuando finalmente ella suspiró con alivió, no le gustaba estar junto a su primo, dolía y era incómodo. A la edad de nueve años ambos habían conocido la crueldad del mundo de la mano de su propio tío y padre, ambos habían visto lo que él dinero era capaz de hacer con la personas, habían sido testigos de cuánto puede corromper a una persona.


Temerosa volteo levemente su mirada atrás, masajeando inconscientemente su costado, gracias a su tío se había vuelto lo que era hoy en día, una patética, cobarde y antisocial Hyūga.



Sintió la mirada de Suigetsu sobre durante todo el trayecto de vuelta y una vez ya dentro de las diminutas paredes de su habitación, Suigetsu finalmente decidió romper el silencio.


—Sabes que Itachi tiene razón, ¿Cierto?.—preguntó caminando distraídamente por la habitación.


Él suspiro, más aún así no contestó, estaba cansado de ese tema, puede que su hermano tuviera razón, puede que Óbito lo terminará traicionando, pero él no tenía otra elección, no tenía nada que lo respaldará.

—Óbito no es de fiar, nunca lo ha sido.—comento Suigetsu lo obvió, y él suspiro con fastidio, estaba molesto y ansioso, toda esa plática con su hermano no había salido como él esperaba.


—¿¡Y qué quieres que haga!?.—gruño molesto, pateando la miserable cama en la que dormía.


Suigetsu suspiró con calma.—Mira, lo que hagas con tu vida no es mi problema, tengo suficientes cosas de las cuales preocuparme en mi vida y lo digo en serio.—dijo mirándolo con seriedad.—Lo que digo es que no deberías ser tan tonto, piensa en el futuro, siempre ten a mano un “Plan B” por si las cosas no salen como esperabas.


Aquellas palabras lo tomaron por sorpresa.—¿Plan B?


—En Akatsuki necesitarás no solo un “Plan B” también necesitarás uno C, D, E, F y G.


No era parte del planDonde viven las historias. Descúbrelo ahora