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“Antes de dejarte ir no sabía que el mundo en el que estaba era tan solitario”

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Si, si podían complicarse aún más.

¿Quién siquiera pensó alguna vez que él era un tipo con suerte? Quién lo haya hecho debe considerarse el sujeto más idiota del mundo, por qué la suerte definitivamente no lo conocía, o se hacía la de la vista gorda cada vez que pasaba junto a él.

Totalmente incómodo y tenso observó su alrededor, no era que estuviera en una lujosa habitación, de hecho lo único que adornaba aquel pequeño espacio era el raído escritorio que suponía había tenido días mejores, y la miserable lámpara que colgaba del techo y parecía que en cualquier instante caería sobre su pobre y muy desdichada existencia, pero era mil veces mejor centrar su atención en aquellas cosas que mirar directamente a los ojos de aquél demente sujeto.

—¿Hiciste amigos Sasuke-chan?.—pregunto por primera vez con la estúpida voz aniñada, mientras lo miraba con oscura diversión.—Seria una lástima que no hubieras podido, después de todo me aseguré de qué estuvieras en el salón de las estrellas, ya sabes para hacerte un poco más fácil el trabajo.

¡Bastardo!

—El hijo del jefe de policías… tú sabías que estaba ahí, ¿Cierto?.—aseguro mirándolo de reojo, y maldiciendo para sus adentros cuando observó una cándida sonrisa de falsa inocencia y una mirada de sorpresa.

—¡Noooooo! El hijo de Minato-sama está en ese salón, pero que enorme coincidencia.—exclamo fingiendo total inocencia llevándose las manos a la cara, imitando pobremente la pintura del grito.

—Lo sabías.—aseguro entre dientes viendo cómo la máscara de falsa sorpresa desaparecía del rostro de Óbito y en su lugar una sonrisa siniestra tomaba lugar.

—Eres bastante agudo Sasuke-chan.—le alabo mirándolo con diversión.—En efecto, yo lo sabía, por eso estás en ese salón, Minato-sama se ha vuelto una piedra en mis zapatos y me ha hecho perder algunas negociaciones muy importantes, creo que es hora de que le dé un pequeñito castigo, ¿No crees?.—sonrió con calidez y a él un mal presentimiento le recorrió la espalda.

—Que…

—Ayúdame a traer a Naruto-kun aquí conmigo.—pidió sin borrar su sonrisa.

Y él ni siquiera lo pensó dos veces antes de negar.—No, el trato era solo…

—Te dejaré ver a Itachi.—lo interrumpió callando su negativa, y sonriendo ahora de forma divertida—¡Oh! ¡Pero no te asustes, no te asustes! Tú no harás todo el trabajo, digamos que solo seras el cebo con el cuál lo atraparemos. ¿Aceptas?.

Y él no lo pensó mucho, la respuesta era simple.—Si.

—¡Genial! ¡Le diré a Suigetsu-chan que te lleve con él!.

Y lo sabía, él probablemente se iría al infierno, probablemente jamás tendría el perdón de Dios, pero estaba bien, le vendería su alma al diablo de ser posible con tal de sacar a su hermano de ahí. Naruto y Hinata, lo sentía por ellos pero su prioridad sería siempre su hermano, pasaría sobre el que sea con tal de salvar la vida de su hermano.


—Jamás habría podido ser una coincidencia.—susurro Suigetsu con amargura, caminado delante de él con una pequeña lámpara.—Él lo planeó todo.

Y esta vez el solo asintió distraídamente, no tuvo que contarle mucho, de hecho durante el tiempo que estuvo junto a Óbito, Suigetsu se había encargado de sacar sus propias conclusiones.

Un escalofrío le recorrió el cuerpo cuando finalmente llegaron al lugar donde residían las víctimas de Akatsuki, el sonido de las llaves abriendo aquella enorme puerta fue el detonante de los gritos de ayuda y lamentos, un desagradable escalofrío le recorrió el cuerpo, y una desagradable sensación de culpa se apoderó de su ser de tan solo imaginar que él condenaría a dos inocentes personas a ese lugar.

—No te acerques mucho a las celdas y procura no mirar dentro de ellas, por tu propia salud mental.—aconsejo Suigetsu, finalmente adentrándose en aquel horrible lugar.

Pero él no pudo, simplemente no pudo seguir el consejo de Suigetsu, su mirada se dirigió a la primera celda a penas ingreso a ese lugar, y lo que vio lo hizo sentir unas horribles arcadas. Había un cuerpo acostado en una mesa, con un charco de sangre bajo él, un tipo que supuso era uno de los asesinos de Akatsuki parecía disfrutar de lo gritos de su víctima mientras entre carcajadas de placer rezaba extrañas plegarias.

—No mires.—susurro Suigetsu.—Ese es un tipo con el que no debes relacionarte.

—¿Q-quien…

—Se llama Hidan, al igual que todos aquí es un demente y un sádico, tiene una extraña religión donde le reza a un tal “Jashim-sama”.—susurro mirándolo de reojo antes de dirigir su mirada a la celda varios pasos atrás de ellos.—La persona en la mesa es una jueza que tiempo atrás lo condenó a cinco años de cárcel.—se encargó de explicar y el recuerdo lejano de haber escuchado la noticia paso por su cabeza.

Mirando de reojo hacia atrás compadeció a la pobre mujer, mientras aún escuchaba sus gritos horrorizados.

—Estamos llegando.—anuncio Suigetsu y él asintió con ansiedad, devolviendo su mirada al frente.

Esas personas no tenían nada que ver con él.

No era su culpa que ellos estuvieran ahí.

Tal y como Suigetsu había dicho no tardaron mucho en llegar a la celda de su hermano, y un suspiro de alivio le recorrió el alma cuando lo vio recostado sobre una precaria cama, sin ninguna herida de gravedad en su rostro más que un pequeño hematoma y algunos rasguños.

—¡Itachi!.—grito apresurándose a la celda de su hermano sosteniendo con fuerza los barrotes de metal, viendo el momento exacto en que todo el cuerpo de su hermano se tenso con sorpresa y se precipitó a pararse de la cama.

—¿¡Sasuke…

—¡¿Estas bien?! ¿No te han lastimado?—lo interrumpió con ansiedad, sintiendo su corazón latir desbocado en su pecho.—¡Te sacaré de aquí! ¡Ya estoy trabajando en eso…

—¡No! ¡No, demonios, no!.—grito su hermano interrumpiéndolo y no fue hasta ese momento en el que cuando Itachi intento acercarse a él y no pudo, que notó la cadena en su pie.—¡Sasuke, tú no deberías estar aquí! ¡¡Este es mi problema!! ¡¡Yo me las arreglaré para salir de aquí!! ¡Aún no es tarde, aún tienes tiempo! ¡Dile a Óbito que te irás! ¡Vete!

—No te dejare aquí.—aseguró mirando con rabia e impotencia el pie de su hermano encadenado a la pared.

—Sasuke…

—¡¡Eres mi hermano!! ¡¡Lo único que tengo!! ¡Iría todo el camino hasta el infierno si es por ti!.—grito con rabia y dolor, queriendo destruir aquella maldita celda que los mantenía apartados, quería entrar y quitar esa cadena del pie de su hermano.

—…Ya estás en el infierno Sasuke.—lamento su hermano.

—Espera solo un poco Itachi, yo te sacaré de este maldito lugar.—pero su hermano negó con una mirada cansada en su rostro.

—A cambio te convertirás en uno de ellos, no importa si no perteneces Akatsuki. ¿Dime a quién te pidió que matarás o secuestraras?

No era parte del planDonde viven las historias. Descúbrelo ahora