Epílogo.

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Un año después

Nos encontramos, nuevamente, en el hotel de Nueva York, festejando el progreso impresionante de la empresa, junto a la conmemoración de los padres de Christopher y el cumpleaños de Braxton. Decidimos hacerlo todo al mismo tiempo para no tener que enredarnos después y, nuestro pequeño hijo, está eufórico.

Tiene un año y un poco más pero, a mis ojos, es el niño más inteligente que conozco; quizás es porque soy su madre. Aprendió a caminar a los siete meses y, ahora mismo, ya no camina, sólo quiere correr de manera graciosa, dándose alguno que otro tropezón con sus propios pies, siendo resguardado por su padre, tíos, abuelos y bisabuelos. Soy afortunada al tener semejante familia tan amorosa y entregada.

- ¡Braxton! - Veo a mi hermano correr detrás de su sobrino, haciendo ruidos de animal salvaje o yo que sé, haciéndolo reír. - ¡Te atraparé!

Sonrío al escuchar la risa de mi pequeño mientras me pasan por un costado, continuando sus juegos; siento que unas manos rodean mi abultado vientre, haciéndome sonreír.

- ¿Cómo se encuentran, señora Coleman? - Acaricio las manos de mi esposo, sonriendo con ternura.

- Estamos bien, querido esposo. Nuestro pequeño milagro se ha portado bien y, hasta el momento, no ha deseado nada. - Christopher se separa de mi cuerpo, ubicándose frente a mí para mirarme con horror exagerado.

- ¿¡Ni siquiera un mínimo antojo!? ¿Estarán enfermas? - Río con suavidad, dando una caricia gentil a su mejilla.

- Estamos esperando el momento del banquete. Créeme, - me acerco a él, rodeando su cuello con mis brazos, quedándome a milímetros de sus labios - acabaremos con toda la comida.

Christopher ríe mientras beso sus labios, envolviendo mi cuerpo entre sus brazos, separándonos al sentir unos brazos que se sujetan a nuestras piernas. Al mirar hacia abajo, vemos a Braxton aferrado a nosotros, queriendo ocultarse de su tío; Christopher lo levanta con rapidez, ocultándolo entre sus brazos, corriendo alrededor mío, 'huyendo' de Stephen como un par de idiotas mientras ríen con fuerza.

Suspiro como estúpida, observando la escena con ternura y amor desbordante, creyendo que soy la mujer más afortunada al tener un esposo maravilloso, un hijo demasiado hermoso y, ahora, un regalo en mi vientre, fruto de nuestro amor por igual.

Después de haberlo intentado por varios meses, recuerdo que regresé de la empresa con unos malestares bastante extraños; las ganas de vomitar eran fuertes y alguno olores me incomodaban de manera absurda, dejando a mi esposo preocupado.

A los pocos días, sin consultarle a Christopher, le pedí a Ela que me acompañara a hacer unas diligencias para poder ayudarme con Braxton mientras estaba en esas; tampoco sabía lo que haríamos pero necesitaba de su prudencia y sabiduría para un momento así. Programé la cita con el ginecólogo, quien, para mi sorpresa, se trataba de la misma doctora que atendió mi primer embarazo: Sienna Cummings. Lo agradecí inmensamente.

Al verme, me abrazó con tanta fuerza que me preocupé pero, enseguida, recordé que había sido por el suceso anterior del cual nunca volvió a saber de mí; iniciamos el mismo proceso de siempre, preguntándome mi último período, la última vez que tuvimos intimidad con mi esposo y cuáles eran mis malestares hasta ese momento. Después de haberle explicado todo, pidió un examen de sangre para mí y otro de orina, sólo para poder confirmar con seguridad lo que sucedía.

Después de haber terminado, me preguntó si quería esperar en el consultorio o si prefería irme a casa y que me llegaran los resultados, a lo que respondí que prefería salir de dudas ahora mismo y no después. Sin mentir, tuve que esperar unas cuatro horas, sentada en la sala de espera junto a Ela y mi hijo, mientras los resultados llegaban; la doctora Sienna pidió agilidad y rapidez y todavía no sé si se era por su amistad con mis padres o porque era la esposa de uno de los hombres más prósperos de la ciudad.

¿Sueños Quebrados? (Terminada Y Corregida)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora