~5~ CAPITULO

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5 de octubre

 

  Hoy he pasado un buen rato con la abuela al salir del instituto,

más de lo habitual. Normalmente me siento con ella una hora o dos y

hago los deberes mientras ella habla consigo misma diciendo cosas

sin sentido.

  —Y por eso no voy a votar a Nixon —ha afirmado un par de

veces—. Es un hombre tan retorcido que tiene que atornillarse las

botas por la mañana, fíjate lo que te digo.

  Pero por la razón que sea, hoy ha dicho algo que me ha llegado

al alma.

  La visita ha comenzado como cualquier otro día. He ido a la

residencia asistida de Clover nada más salir de clase;

afortunadamente, he logrado salir con vida del aparcamiento de

alumnos. He saludado con la mano a Kathy, la recepcionista de la

residencia, según pasaba por el mostrador de camino a la habitación

de la abuela. (Kathy nunca me devuelve el saludo. Ni siquiera la he

visto parpadear nunca. Se pasa todo el día con la mirada fija en la

puerta principal. Mucho me temo que pronto pasará de ser empleada a

ser paciente.)

  —Hola, abuela —le he dicho al entrar en la habitación. Estaba

sentada en su cama, tejiendo no sabría decir qué.

  —¿Quién eres? —ha preguntado, abriendo mucho los ojos.

Siempre es doloroso que me haga esa pregunta.

  —Soy Carson —le digo siempre—. Tu nieto.

  —No —ha dicho ella, meneando la cabeza—. Mi nieto no es tan

mayor.

  —He crecido —le he contestado encogiéndome de hombros.

  Por una décima de segundo, hubiera jurado que me reconocía,

pero puede que fueran imaginaciones mías. Se ha levantado de la

cama y ha ido hacia la puerta.

  —Enseguida vuelvo.

  Pasados unos minutos me he sentado y me he puesto a hacer

los deberes. La he oído hablar con una de las enfermeras en el pasillo.

  —Necesito el horno —decía.

  —No puede usar el horno —ha respondido la enfermera.

  —Pero es que tengo un invitado. A lo mejor tiene hambre —

insistía ella.

  Un par de minutos más tarde, la abuela ha vuelto con un plato de

papel lleno de galletas Oreo.

  —Aquí tienes, recién salidas del horno —ha dicho, sonriendo y

ofreciéndome el plato.

  No he podido reprimir una sonrisa.

Fulminado por un rayo - Chris ColferDonde viven las historias. Descúbrelo ahora