1 de noviembre
Prácticamente salté sobre mi madre cuando entró en casa con el
correo. Sé que me estoy poniendo superparanoico, pero si existe la
más mínima posibilidad de que me hayan admitido ya no quiero
perderme la carta.
Por suerte, sé que no se me ha pasado, porque últimamente
mamá insiste mucho en que hay que recoger el correo; debe de saber
lo impaciente que estoy. Normalmente espera hasta que el cartero ya
no puede meter nada más en el buzón y llama a la puerta. ¿Estará
volviendo a la normalidad?
Revisé el correo como si alguno de los sobres tuviera dentro el
diamante Hope. Solo había facturas y anuncios de lugares de
vacaciones horteras. La verdad es que no creo que me hayan admitido
aún, y solo de pensarlo se me revuelve el estómago.
Cada día que pasa sin que llegue esa carta de admisión significa
que tengo que poner mucho más empeño en que la revista quede
bien. Esa revista literaria tiene que ser lo mejor que se ha inventado
desde el corrector automático o estoy jodido.
Por suerte, ya va cobrando forma. Emilio (o Henry… lo que sea)
ha echado hoy su colaboración por debajo de la puerta del aula de
periodismo durante el horario de clase. No tengo ni idea de lo que eso
significa; solo me gustaría que se hubiera molestado en cortar y pegar
en un documento de Word el texto que ha obtenido con el traductor
automático en lugar de imprimirlo directamente de Internet.
En fin, los mendigos no pueden permitirse el lujo de ser
selectivos. Al menos eso le dará un toque étnico a la revista: un toque
étnico completamente falso empaquetado y vendido por negocios que
son propiedad de gente caucásica, pero menos da una piedra.
Imaginé que Claire sería la última en entregar una colaboración.
Supuse que se pasaría a ver quién había entregado antes de ponerse
manos a la obra. Y no hubo sorpresas, acerté de pleno.
La señorita Superioridad entró en el aula de periodismo a eso de
las cuatro menos cuarto.
—Hola —le dije.
—Aquí tienes mi colaboración para tu revista.
—¡Genial! ¿Es sobre métodos anticonceptivos?
Vale, fue un chiste fácil, pero no pude resistirme. Fue como si le
hubiera clavado un tenedor a Claire; prácticamente tuvo un berrinche.
—¿Sabes qué? —dijo—. Debe de ser genial tener planes para
largarse a ver mundo, pero algunos no tenemos esa posibilidad.
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Fulminado por un rayo - Chris Colfer
Novela JuvenilOs presentamos a Carson Phillips, editor de revista literaria en ciernes y chantajista experimentado en su tiempo libre. Carson Phillips está en lo más bajo de la escala de popularidad en un instituto que está lleno de gente que odia (y le odia) y...