~15~ CAPITULO

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24 de octubre

 

  Este fin de semana he tenido un sueño maravilloso. Estaba en

un ascensor que subía y subía. Me preguntaba si en algún momento

dejaría de subir.

  Era algo mayor de lo que soy, pero no estoy muy seguro de qué

edad tenía exactamente. Todo estaba algo más oscuro de lo habitual

porque llevaba unas gafas de sol de marca. Al mirar hacia abajo vi que

llevaba un elegante traje a medida.

  Las puertas del ascensor se abrieron, y estaba en la redacción

de The New Yorker.

  Todo el mundo se volvía loco al verme. Al principio estaba algo

confuso. Acababa de ver la ropa que llevaba puesta, así que ya sabía

que no era uno de esos sueños en los que te ves desnudo en público.

Iba por un pasillo y todos los empleados se acojonaban a mi paso.

Entonces lo entendí todo: ¡me temían porque yo era su jefe! Me sentía

como Miranda Priestly en El demonio viste de Prada.

  —Lo siento mucho, señor Phillips; no le esperábamos hasta el

mediodía —me decía Remy. Estaba nerviosa y llevaba puestos unos

auriculares con micrófono: era mi recepcionista—. ¿Quiere que

cambie su cita con el presidente Maddow?

  Lancé un hondo suspiro.

  —Dije que llegaría antes de lo habitual. ¿No quedó

suficientemente claro? El director de la revista tendría que poder ir y

venir a su antojo sin verse expuesto a la incompetencia de sus

empleados —le dije.

  Era el director de la revista, y era un auténtico capullo.

¡Fantástico!

  —Señor Phillips, aquí tiene su café —decía Claire, corriendo a

mi encuentro con una humeante taza.

  —¿Está como a mí me gusta, Mathews? —le pregunté, sin

dignarme siquiera mirarle a la cara.

  —Sí, señor —respondió—. Café de Mongolia recién molido, con

dos cucharadas de nata suiza y un terrón de su edulcorante bajo en

calorías y anticancerígeno favorito, y un golpe de Jack Daniel’s.

  —Gracias —le dije a Claire.

  Le di un trago y, acto seguido, arrojé el resto a la cara de Remy.

  —Me lo merecía —dijo Remy—. También han llamado de casa

de su madre, señor. Parece que ha despertado del coma.

  —Pues diles que vuelvan a subir la dosis —mascullé—. Les

pago para que la mantengan en coma.

  Luego entré en mi despacho abriendo bruscamente la puerta de

Fulminado por un rayo - Chris ColferDonde viven las historias. Descúbrelo ahora