24 de octubre
Este fin de semana he tenido un sueño maravilloso. Estaba en
un ascensor que subía y subía. Me preguntaba si en algún momento
dejaría de subir.
Era algo mayor de lo que soy, pero no estoy muy seguro de qué
edad tenía exactamente. Todo estaba algo más oscuro de lo habitual
porque llevaba unas gafas de sol de marca. Al mirar hacia abajo vi que
llevaba un elegante traje a medida.
Las puertas del ascensor se abrieron, y estaba en la redacción
de The New Yorker.
Todo el mundo se volvía loco al verme. Al principio estaba algo
confuso. Acababa de ver la ropa que llevaba puesta, así que ya sabía
que no era uno de esos sueños en los que te ves desnudo en público.
Iba por un pasillo y todos los empleados se acojonaban a mi paso.
Entonces lo entendí todo: ¡me temían porque yo era su jefe! Me sentía
como Miranda Priestly en El demonio viste de Prada.
—Lo siento mucho, señor Phillips; no le esperábamos hasta el
mediodía —me decía Remy. Estaba nerviosa y llevaba puestos unos
auriculares con micrófono: era mi recepcionista—. ¿Quiere que
cambie su cita con el presidente Maddow?
Lancé un hondo suspiro.
—Dije que llegaría antes de lo habitual. ¿No quedó
suficientemente claro? El director de la revista tendría que poder ir y
venir a su antojo sin verse expuesto a la incompetencia de sus
empleados —le dije.
Era el director de la revista, y era un auténtico capullo.
¡Fantástico!
—Señor Phillips, aquí tiene su café —decía Claire, corriendo a
mi encuentro con una humeante taza.
—¿Está como a mí me gusta, Mathews? —le pregunté, sin
dignarme siquiera mirarle a la cara.
—Sí, señor —respondió—. Café de Mongolia recién molido, con
dos cucharadas de nata suiza y un terrón de su edulcorante bajo en
calorías y anticancerígeno favorito, y un golpe de Jack Daniel’s.
—Gracias —le dije a Claire.
Le di un trago y, acto seguido, arrojé el resto a la cara de Remy.
—Me lo merecía —dijo Remy—. También han llamado de casa
de su madre, señor. Parece que ha despertado del coma.
—Pues diles que vuelvan a subir la dosis —mascullé—. Les
pago para que la mantengan en coma.
Luego entré en mi despacho abriendo bruscamente la puerta de
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Fulminado por un rayo - Chris Colfer
Novela JuvenilOs presentamos a Carson Phillips, editor de revista literaria en ciernes y chantajista experimentado en su tiempo libre. Carson Phillips está en lo más bajo de la escala de popularidad en un instituto que está lleno de gente que odia (y le odia) y...