Piensa en mí

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El olor a hospital lo conocía demasiado bien. Era como una constante en su vida desde el accidente de Susana, con ese penetrante y profundo aroma entrando por su nariz, aún con el ventilador artificial, fue capaz poco a poco de recrear los pasillos, las salas, el blanco de las paredes y el techo, colocando en su lugar hasta las pequeñas plantas que decoraban los escritorios de la recepción. Luchó contra sus propios ojos para abrirlos, perfectamente consciente de que la luz lo obligaría cerrarlos de nuevo. Quiso hablar, pero fue demasiado doloroso para siquiera intentarlo y con esa oleada punzante que empezó en su garganta y se extendió hasta sus piernas, fue que todo dejó de tener una etérea y casi mística consistencia para poder obtener de golpe una realidad aplastante.

—¿Terry? ¡Oh Dios! ¡Terry!

La voz de la madre de Susana le pareció extraña, más aguda de lo normal, pero pudo reconocer a la mujer tras parpadear un par de veces.

—¡Doctor! ¡Doctor! ¡Despertó! ¡Terry despertó! —exclamó ruidosamente como si aquello constituyera un milagro de la ciencia médica.

El hombre y dos enfermeras pronto aparecieron, pero él se sentía mareado, como si todo lo que acontecía a su alrededor sucediera con una velocidad anormal a la que no se adaptaba del todo.

—De milagro estás vivo, muchacho— dijo el hombre con alegre acento sureño —. La herida no fue a un órgano vital, pero perdiste demasiada sangre, creí que ya no te contábamos entre los nuestros.

—Su... Susana... —dijo en un lastimero gemido consiguiendo poner en orden cronológico los últimos eventos que recordaba. El llanto de la mujer lo alertó ¿Qué había sido de ella? Un poderoso miedo se adueñó de su corazón oprimiéndole el pecho.

El doctor palmeó su hombro con delicadeza.

—Ya habrá tiempo para todo, por ahora debes recuperarte ¿eh?

Pero eso no significaba siquiera una respuesta y demandaba saberlo, así que luchó por moverse aunque estaba entumido por completo.

—Ellos... los empleados del hotel...

—Por favor guarda aliento muchacho, ya vendrá el detective a hablar contigo y le contarás todo lo que recuerdes, pero no seas necio, descansa.

¿El detective?

¡Al diablo con eso! ¡A él que le explicaran primero si iban a verlo para una investigación de secuestro u homicidio!

Luchó con más fuerzas para incorporarse, pero el médico puso más fuerza en el agarre y lo devolvió contra la camilla.

—¿Estás buscando que te ponga un sedante? No sabemos nada de ella, han pasado casi dos semanas pero nadie se ha puesto en contacto para pedir rescate ni nada, no obstante, el hecho de no haberla encontrado contigo, nos da la seguridad de que no se trataba de un asesinato ¿Entiendes?

Se quedó quieto con los ojos muy abiertos, ni siquiera había notado que a la madre de Susana las enfermeras la llevaron al pasillo dejando a los dos hombres solos en la amplia habitación.

—Ya hemos llamado al detective a cargo de tu caso, es solo cuestión de tiempo para que llegue. Caray, no creí que después de estar tanteando tu féretro te despertaras con tanta fuerza.

Terry frunció el ceño. Ese doctor en absoluto se comportaba como uno y con su acento sureño parecía más como si todo fuese una broma, pero él recordaba el secuestro, el dolor y el disparo.

—Todavía no puedes comer nada, pero en un rato más, si no te vuelves a desmayar por el esfuerzo, dejaré que te suban algo ¿Estamos de acuerdo, señor Grandchester?

El fantasma de la óperaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora