La policía llegó cerca de las cuatro de la mañana. Terry no entendía cómo habían podido tardar tanto si habían llamado desde la media noche cuando él y la enfermara encontraron el cuerpo. Entre los oficiales, ninguno le representaba un rostro familiar y eso que tan solo unas horas antes tenía la certeza de que ya había hablado con todo el cuerpo de policía en relación a lo de Susana.
La madre de su esposa fue llevaba al depósito de cadáveres de la ciudad para rellenar algunos datos del informe, con todo lo que había sucedido, el hombre que recogía los testimonios tanto de él como de la enfermera, parecía completamente seguro de que había sido un suicidio y nada más, tras hallarse devastada por la noticia de la suspensión de la búsqueda.
—Hay que ser bestia como Williams para decirle una cosa así a una madre —dijo con un bufido.
—No solo a una madre, a cualquiera, a mi tampoco me ha hecho gracia la noticia —repuso Terry abrigándose con la bata de dormir, pese a todo el tiempo que debieron esperar para que llegaran los oficiales, vestirse no pasó por su mente en ningún momento.
—Lo siento de verdad, señor Grandchester.
La casa volvió a quedar vacía hasta las siete aproximadamente. Tiempo largo y pesado pero por alguna razón Terry no se sentía con ganas de dormir en la casa, encontraba más tentador incluso el banco de un parque.
En eso se encontraba pensando cuando la campana de la entrada sonó espantando cualquier indicio de sueño que pudo haber pesado sobre él en ese instante. Como impulsado por un resorte se puso de pie dispuesto a abrir a algún policía atolondrado que hubiese olvidado algo, en su lugar se encontró con Albert, bastante agitado y recargado en el quicio de la puerta para darse apoyo mientras recobraba el aliento.
—Vine en cuanto me enteré, pero no me dejaron aparcar el auto sino a algunas cuadras de aquí.
El primer disparo de flash de cámara se hizo presente y Terry se movió para dejarlo pasar antes de que pudiera ocurrir el segundo y la serie completa.
—Nunca me habían fastidiado tanto los reporteros como ahora —dijo mirando con recelo la ventana, cubierta por gruesas cortinas desde que le habían dado el alta, por lo que la casa se veía sumida en penumbras todo el día pese al pusilánime esfuerzo de la instalación eléctrica.
Pasaron hasta la cocina donde la enfermera ya tenía preparado algo para desayunar. El estómago de Terry reaccionó al olor de la tortilla de huevo con champiñones, pero algo en su garganta se rehusaba a siquiera imaginarse tragando luego de lo que vio en la habitación superior. Supuso que una enfermera tenía el estómago más fuerte por los gajes del oficio.
—Podrá no tener ganas de comer, señor Grandchester, pero no se encuentra enteramente bien de salud, ha pasado un largo rato desde la cena, tome algo y después deberá acostarse —dijo ella suavemente adivinando correctamente los pensamientos de su paciente.
— ¿Qué le sirvo al señor? —pregunto mirando a Albert, este solamente indicó algo de café con las tostadas que ya estaban hechas, para no rechazar y obligar a Terry a sentarse a la mesa a acompañarlo como indicaban los buenos modales que sabía tenía, pese a su rebeldía.
La enfermera los dejó a solas cerrando la puerta de la cocina detrás de ella. Quedaron en silencio unos minutos, Albert no se animaba a decir nada aunque le causaba bastante curiosidad el hecho de que su amigo fuera capaz de mantenerse entero -o al menos pretenderlo con bastante contundencia- aún con los acontecimientos recientes en su vida.
—La policía dejó de tener como prioridad la búsqueda de Susana —dijo tajantemente el actor antes de llevarse la taza de café con leche a los labios.
—No quiero sonar insensible, pero lo que acaba de suceder quizás sirva para motivarlos a continuar, de cualquier forma ¿Has considerado lo que te dije?
— ¿Lo del detective privado? La verdad es que sí.
—Le llamaré. No tienes idea de lo útil que me ha sido en la empresa.
Un silencio se abrió paso entre los dos. Ni siquiera los cubiertos de Terry cortando la tortilla eran audibles, pero como este presentaba cierta renuencia a comer debido a que sentía que si lo hacía vomitaría, distrajo un poco la atención dando un trago al jugo que tenía a un lado.
—He estado pensando que quizás haya un buen drama detrás de todo esto —dijo Terry haciendo que Albert levantara la mirada con gesto interrogante, el actor, por su parte, se encogió de hombros y disimuladamente apartó el plato para poder gesticular con las manos.
—Muchas de las grandes historias de tragedias, no son por odio en realidad, sino por amor, estuve revisando las cosas de Susana, ella guarda todas las cartas y tarjetas, y recuerdo que había un sujeto que sin falta enviaba no menos de tres por semana: Evan Feurstein. Ella lo conoció en persona, en una actividad de la compañía ganó el derecho a visitar los camerinos ¿Sabes qué hizo?
Albert continuó completamente mudo pero atento a la historia que le contaba, negó suavemente con la cabeza, en realidad se le había ocurrido que intentó raptarla, era la dirección que estaba tomando la lógica de su amigo y tenía sentido, nunca se sabía qué tan tocado estaba alguien de la cabeza hasta que simplemente hacía lo que hacía.
—Se arrodilló frente a ella y le propuso matrimonio. En mi vida he visto un anillo con una piedra tan grande, dijo que era de su abuela.
—Vaya momento incómodo que debió pasar Susana.
—Le dijo que no podía aceptarlo, pues ella ya estaba comprometida.
— ¿Ya le habías pedido matrimonio? —preguntó Albert con la expresión del rostro contraída, Terry, sin embargo, solamente negó.
—No. Apenas y le hablaba. No sé detalles, sé que Susana la pasó mal porque estuvo llorando un rato encerrada en su camerino cuando se fue, pero ni idea de cómo lo tomó él. Pienso que no tan mal, conservaba esperanzas, creo, hay muchas otras cartas con fecha posterior a eso y todas son igual de efusivas. Solo dejó de mandar cuando nos casamos.
El actor se encogió de hombros.
—El amor no obedece razones ¿Y quién soy yo para decirle que lo suyo es amor enfermo?
—Hay cierto límite —murmuró Albert que no era tan romántico, sí más práctico, y procuraba velar porque nadie terminara enredado en la locura, de ahí que se hubiera empeñado en dejar a Neal a cargo de algunos negocios en el extranjero para que dejara a Candy en paz, de esa manera, entre otras cosas, aprendería también a valerse sin ayuda de su madre, o de Eliza, con suerte encontraba alguna chica y tendrían boda para los Leagan, sin necesidad de tenerle emberrinchado y dando tristes escenas del trágico caballero que muere de mal de amor, sin ofender al presente actor.
Terry le había ignorado, o bien, no le había escuchado. Miraba un punto indefinido dentro del vaso con jugo. Albert meditó unos instantes más. En realidad él ya había llamado al detective, habían intercambiado información y realizado algunas investigaciones. El hombre le había dado una sugerencia que no quería decir en voz alta por lo hiriente que resultaba, pero casi al mismo tiempo resultaba ser auténticamente razonable: Susana lo había planeado.
Presa de cierta angustia por saber que su matrimonio no estaba enteramente unido por amor, temió quizás que Terry la dejaría, él había mandado dos cartas a Candy en lo que iba del año y quizás la joven actriz sintió terror de que pensase en divorciarse para regresar con su antigua novia. Después de todo, si bien el disparo que recibió fue auténtico y le causó serias complicaciones, si hubiesen querido matarle; darle en la cabeza era más seguro, después de todo, no estaba poniendo resistencia. Estaba también a consideración el punto de la llamada al hospital informando su paradero, convenientemente no mucho tiempo después de haber sido abandonado en plena lluvia torrencial en un páramo donde ningún transeúnte le hubiera encontrado por casualidad. Quien le disparó, no quería que muriera, así de simple.
Un poco de drama, una pizca de aventura para enlazar la atención del marido para con su esposa que la buscaría por cualquier medio, sana y salva.
Albert bebió de su café. Cada quién podía inventarse una historia diferente, la cosa era que tenían que encontrar la que estaba sucediendo en realidad, y en cualquiera de los casos, esperar que Susana estuviera bien, o Terry viviría como alma en pena.
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El fantasma de la ópera
Fanfiction¿Cuándo el amor se gana el derecho a llamarse así? Susana y Terry empiezan una vida juntos, pero una sombra entre ambos se desliza en los pensamientos del joven actor, mientras lucha por demostrar la clase de hombre que es.