Capítulo 4

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Una fuerte alarma que sonaba como sirenas en unsubmarino me sacó de mis sueños. Busquéa tientas mi teléfono, tirándolode la nada familiar mesa de noche. Con un siseo defrustración, levanté el teléfono del suelo ymoví mis dedos a través de la pantalla para apagar la alarma.

La puerta de la suite adjunta se abrió de golpe revelando a un Hades con los ojos muy abiertos.

-¿Qué fue eso?

Me desenredé de las cobijas y moví mi teléfono en el aire con una sonrisa de disculpa.

-Hora de levantarse.

Se apoyó contra la puerta, inhalando con fuerza.

-¡Pensé que el edificio estaba en llamas! ¿Te levantas con eso todas las mañanas?

Mis manos se movieron automáticamente para arreglar mi cabello y acomodar mi pijama. Hice una pausa ante la desconocida tela sedosa y puse mis ojos en blanco, recordando la locura de ropa que Cassandra eligió para mí.

-¿Qué nos sucedería si el edificio se estuviera quemando?

-¿Y no saliéramos? Dolería. Mucho.

Ladeé mi cabeza mientras miraba su playera negra y sus pantalones negros.

-¿Alguna vez usas colores?

-El negro es un color.

Con su oscuro cabello revuelto y la marca de la almohada estampada en sus mejillas, Hades lucía tan descompuesto que me tuve que reír. Usualmente lucía muy arreglado.

Sin poder resistirlo, me levanté de puntitas y le aparté el cabello de la cara.

-¡Oye! -Sus manos se levantaron hacia su cabello, y levantó su barbilla para que no pudiera alcanzarlo.

El movimiento repentino me hizo perder el equilibrio. Cayendo sobre él. Sus fuertes brazos me envolvieron, manteniéndome derecha.

-¿Estás bien? -murmuró. El profundo ruido sordo de sus palabras vibró a través de mí.

-Ajá -me las arreglé para contestar. Mi pulso golpeaba cuando me di cuenta que todo lo que nos separaba era un camisón que de repente se sentía muy delgado. Lo miré a través de mis pestañas, medio esperando que hiciera el siguiente movimiento... y medio aterrorizada.

Hades se aclaró la garganta, sus manos cayendo a sus costados.

-Um... Deberíamos irnos si queremos alcanzar ese bote. Me alejé de él, las mejillas ardiéndome.

-Cierto. Claro. -Fui hacia el baño. Cuando alcancé la puerta, miré de nuevo hacia él-. Siento que mi teléfono te asustara, pero gracias por venir a mi rescate.

Hija de la tierra y el cielo (Perséfone 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora