No servía de nada. Tomé la mano de Eurídice usando toda mi energía para
curarla, pero podría decir que no fue suficiente.
Traté de vagar por el hospital todas las mañanas desde mi regreso del Inframundo, tratando de curar a la esposa de Orfeo. Después de todo, era por mi culpa que ella estuviera así. Convencí a Hades de permitirle a Orfeo traerla de vuelta del Inframundo.
No había salido bien.
-No exageres. -La mano de mamá tocó mi espalda y me tensé. Hizo un sonido ofendido pero dejó caer su mano y se alejó de mí.
Las últimas semanas habían ido de mal en peor para nosotras. Cada vez que hablábamos, discutíamos. Así que ahora no hablábamos mucho. Lo que no podía dejar de preocuparme ni un segundo era el hecho de que ella todavía quería que me apegara al mismo programa de entrenamiento que estableció a mi regreso del Inframundo. Lecciones de plantas todas las mañanas y luego lecciones curativas en Eurídice. Estaba más allá de lo incómodo.
Dejé ir la mano de Eurídice.
-Me tengo que ir -le dije a mamá.
Ella asintió. Llegué a la puerta justo cuando se abrió y reveló a Orfeo, balanceando tres vasos de papel de la cafetería del hospital. Él se sorprendió y luego me sonrió cuando sostuve la puerta abierta.
-¿Funcionó? -La esperanza brilló en sus metálicos ojos dorados. Sacudí mi cabeza y sus hombros cayeron, abatido-. Gracias por intentarlo de nuevo. -Le entregó un vaso a mi madre y sostuvo el otro para mí.
Tomé un sorbo y sonreí. Era mi favorito. Té verde de granada y mora. Nombre largo, sabor asombroso. Si alguien me hubiera dicho hacía un año que el famoso icono del rock Orfeo me traería el té, hubiera pensado que estaban locos. Tenía pósters de él en mi cuarto, atraída por los rasgos que lo marcaban como un semidiós. No es que yo supiera eso en ese entonces. Los semidioses eran oro. Literalmente. Su cabello, ojos, piel, cualquier rasgo que pudiera tener matices de oro, era de color oro. Tenía algo que ver con el icor que corría por su sangre. Al menos eso fue lo que Hades dijo.
-Te veré mañana -prometí.
Fui a casa de Melissa para las lecciones sobre Dioses de Afrodita y luego fui al parque a correr. Mis pies golpeaban el suelo con un ritmo furioso. El sendero que atravesaba el campo del Memorial Park sé pasó en un borrón. La aplicación del entrenador Nike en mi teléfono reportaba mi progreso mientras mi lista de reproducción sonaba de forma estridente por mis auriculares.
Me sentía expuesta en mis cortos pantalones negros de deporte y camiseta deportiva. Normalmente no usaba tops que mostraran mi estómago, pero tampoco nunca había corrido con cien grados de calor antes de este verano. Estaba muy lejos del perfecto clima del Inframundo, pero a mamá no le gustaba que estuviera gastando todo mi tiempo allí. Correr por la superficie era un amargo compromiso de nuestra pelea en curso.
Mis pensamientos siguieron el ritmo con mis pies. La escuela empezaba la siguiente semana. Tenía que convertirme en "Kora" de nuevo. Había escogido utilizar mi segundo nombre durante toda mi carrera escolar, pero ahora que la gente sabía que el nombre Perséfone pertenecía a los Dioses, mi madre dijo que era muy arriesgado incluso tener mi primer nombre en los documentos. Habíamos hechizado a los oficiales de la escuela para que olvidasen que mi nombre fue alguna vez algo más... y de repente no me gustaba ser Kora ahora.
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Hija de la tierra y el cielo (Perséfone 2)
Teen FictionAlgunas promesas nunca pueden romperse. Perséfone pensó que podía volver a su vida normal luego de regresar del inframundo. Estaba equivocada. La Diosa Afrodita nace entre las olas con más encanto del que ella puede controlar. Zeus está acechando a...