—Saludos, Savran.
—Saludos, Vira. Ha transcurrido toda una semana desde nuestra última charla. ¿A qué se debe este mutismo?
—Oh, nada de lo que preocuparse. Ocurre que, con la enorme distancia, la comunicación se vuelve más y más fatigosa para ti y a mí me da dolores de cabeza. Mejor limitarla a lo esencial. O siempre puedes recurrir a Caradhar, a él no le afectan las jaquecas. Por desgracia, no es de los que hablan por los codos, ¿eh?
—Es cierto que nunca habíamos puesto a prueba nuestro vínculo hasta este extremo. Quizá hayamos de plantearnos vuestro relevo; Navhares ya ha pasado más de un mes fuera de Argailias y a ti te estoy exigiendo demasiado.
—¡Qué disparate, si estoy fresco como un saco de menta! En cuanto al chiquillo, sería una crueldad mandarlo a casa. Se está forjando el carácter y haciendo amigos; uno, al menos, y admito que es un tipo un poco desconcertante, pero...
—¿Quién?
—Vamos por orden. ¿Hay novedades en vuestra investigación en las bibliotecas?¿Habéis exhumado datos útiles entre el polvo y las telarañas?
—A duras penas. Aceptábamos la posibilidad de que los sarcófagos se resquebrajasen algún día, así que teníamos bien localizados los tomos y los pergaminos pertinentes. Desgraciadamente, no hay registros de lo que sucederá cuando la apertura se complete. Lo único sobre lo que hay consenso es que algo así no puede ser aislado, habrá repercusión sobre las otras deidades.
—Ya me quedé de piedra cuando supe que estos locos llevaban una eternidad desgajando fragmentos de su sarcófago y ofreciéndolos como premio. ¿A quién se le ocurriría la brillante idea? ¿Creéis que tuvo que ver con lo que está pasando?
—Si ha causado exposición prematura al agua contaminada por los alquimistas, es razonable pensarlo. En cualquier caso, hay un detalle importante que debes saber: nuestro libro más revelador sobre la materia, centrado en Ummankor y en la Durmiente que allí reposa, no es más que una copia del primer volumen de una serie. Los bibliotecarios han estudiado la encuadernación, muy deteriorada por el paso de los años, y han descubierto que una de las guardas se había adherido a ella. En la hoja figura el nombre del donante, un pariente del norte. Si los dioses han permitido su conservación, en algún estante de Dallankor ha de haber varios tomos escritos por las manos más expertas de nuestra raza. Úrgelos a localizarlos y a compartir su contenido con nosotros; nos ayudarían a comprender mejor el fenómeno.
—Lo intentaré. O le pediré a Caradhar que lo haga, es el niño bonito de los estudiosos de por aquí. Lo que me recuerda... Tú y yo tenemos que hablar largo y tendido sobre el alcance de los poderes de ese desgraciado.¿Sabes que me ha añadido a mí a su colección de fulcros?
—Es quien es, Vira, sigue evolucionando desde su restauración. El tiempo dirá hasta dónde son capaces de llegar, él y su linaje. Por cierto, ¿qué tienes que contarme sobre Navhares? Durante las últimas purificaciones no percibí mejoría.
—Ya sabes que hago lo que puedo, considerando que no soy sanador. Quizá sí estemos muy lejos para ese tipo de terapia. Pero, eh, el chico es muy joven. A nuestra vuelta le sobrarán años para someterse a tus amorosos cuidados.
—¿Y ese amigo que mencionaste?
—Es el hijo de Kaledias, ni más ni menos.
—No sé mucho de él. El guía mencionó que era uno de los custodios y que había conseguido tal honor a pesar de sus limitaciones. ¿Se refería a sus capacidades como tejedor?
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La savia de los dioses
FantasíaHan pasado casi diez años desde los últimos acontecimientos de «El Don encadenado». Navhares, el consorte de la Senniam de Argailias, se ha convertido en devoto padre de sus dos hijos y en un respetado miembro del consejo. Allí nadie sabe que tal pe...