Capítulo 23: Nueva York no es para un vaquero.

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No se quedó demasiado tiempo para la despedida. Tanto Minato como Naruto quisieron hacerlo rápido antes de que les entrase el llanto que no podrían parar. Aun así, la sensación de malestar y dolor no abandonó a ninguno.

Su desayuno seguía sobre la mesa y terminaba de recoger la poca ropa que le quedaba en el armario. La maleta iba llena, sin embargo, no había demasiadas cosas de aquel lugar, casi todo lo trajo en su momento de la gran ciudad cuando creyó que se mudaría permanentemente a ese sitio olvidado de la mano de Dios.

Echando la mirada atrás, no todo había sido malo. Naruto encontró amigos de verdad con los que ahora estaba a gusto pese a su mal inicio. ¡Se enamoró! De un vaquero de la misma forma en que él se había enamorado de Madara pese a que le costase aceptar esa idea. ¿Qué tenían los vaqueros de ese lugar que les atraían tanto? No quiso ponerse a pensar en ello. Allí ya no le quedaba nada. Tobirama vendió el rancho, sin contar con él, lo relegó a no ser nada ni contar con él en una relación y para Minato... ¡Eso no era una relación! No pensó en él, se dejó llevar por su situación y egoísmo personal.

Miró de nuevo la taza de café humeante sobre la mesa justo cuando terminaba de cerrar la cremallera de la maleta. ¡Su estómago estaba cerrado! El malestar y la tristeza no le permitían terminarse el desayuno. Las lágrimas estaban al borde de sus ojos y su mente se iba una y otra vez a la corta despedida que tuvo con su hijo minutos antes.

Los cristales del pequeño hotel estaban empañados, augurando el frío de fuera. El coche estaría congelado, así que se colocó la chaqueta, junto a la bufanda y unos guantes antes de salir de la habitación a la que ya jamás regresaría.

Tomó la maleta y se dirigió a la puerta. La abrió, se giró para apagar el interruptor de la pared y echó una última mirada a la estancia, revisando que llevaba todo. Sus manos revisaron los bolsillos del abrigo. Su cartera estaba allí con la documentación al igual que las llaves del vehículo, eso era lo único que le importaba en este momento. Con un largo suspiro y viendo el vaho que escapaba de sus labios por el frío de fuera, cerró la puerta dejando la habitación a oscuras.

Abrió el maletero del vehículo y metió la maleta dentro, dándose prisa para entrar también él al asiento del volante y cerrar las puertas. Los cristales estaban completamente empañados, por lo que arrancó el coche y buscó el climatizador para poder desempañarlos. Estaría allí dentro un rato hasta que tuviera visibilidad para conducir.

***

Lijaba la madera como si no hubiera un mañana. Sentía toda su sangre hervir. Odiaba estar enfadado con su hermano pequeño, pero es lo que había, aun así, las vallas del lado norte había que sustituirlas pronto. Se estaban pudriendo y para ello, cortó algunos árboles viejos de la zona este, sacando tablones y dándole la forma circular. Lijar y hacerle los agujeros para encajar las siguientes tablas, era su trabajo hoy, arreglar la maldita cerca norte.

- ¿Sigues aquí? – preguntó Izuna a su espalda.

- Izuna, no voy a discutir contigo hoy, así que es mejor que te marches. Tengo muchas cosas que hacer.

- Ya me imagino. Es un asco de día para marcar ganado, ¿verdad? – miró el nubloso cielo. Caería una gran tormenta en breve, por lo que prefirieron posponer el marcaje de animales.

Sasuke seguramente estaría hoy con Naruto, ayudándole a acomodarse en su nuevo cuarto en el rancho Uchiha. Itachi lo más probable era que estuviera haciendo pedidos. Fertilizantes, abonos, pienso para los animales, instrumentos averiados... Izuna, en cambio, se sentó sobre uno de los barriles y miró a su hermano lijando los tablones.

- Podría ayudarte con eso.

- Da igual, prefiero hacerlo yo. Me mantengo distraído.

Tormentas de verano (Naruto)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora