Capítulo 7: No estás solo.

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Los dos hermanos observaban la escena desde la sala de estar, atónitos ante la reacción de Minato. Izuna conocía demasiado bien a su hermano mayor y aunque era terco, testarudo y algo arrogante en ocasiones, también era esa clase de chicos románticos, que habrían la puerta del coche, que llevaba flores y se ganaba a la familia. Ver cómo ese chico rubio se descomponía, le hacía daño, por poco que le conociera, sabía que había logrado empatizar con él y le caía bien.

En cuanto el médico se fue y Minato salió de detrás de aquel cristal, Madara se levantó con rapidez frente a la sorpresa de su hermano. Trastabilló un poco, sin llegar a caerse, pero arrastrando los pies como si le costase caminar. Por eso mismo, el moreno se dio prisa en llegar hasta él, alcanzándole cuando sus ojos empezaban a inundarse.

Le abrazó sin previo aviso, apartándole de la puerta y conduciéndole hacia uno de los pasillos para sacarle de la visión del resto de presentes del hospital. Allí ocultos del resto de los ojos, Madara dejó que llorase. ¡Sí era una mala noticia! Todavía no podía hacerse una idea de qué le había contado el médico a ese chico, pero era grave.

Sus brazos se apretaron más a su cuerpo, tratando de calmar la tristeza y el estrés de ese chico pese a no creerlo posible. Todo ese sentimiento que tenía ahora era difícil que desapareciera.

- Ey... estaré aquí contigo ¿Vale? No me iré si necesitas algo.

- Estoy bien – susurró Minato con su rostro hundido en la clavícula de Madara.

- ¿Es... muy grave?

- Está... paralítico. Tiene una parapléjica en dos vértebras lumbares. Lo han llevado al quirófano y le han soldado las vértebras pero...

- ¿Qué opciones hay? ¿Quieres que hable con los médicos y veamos si hay que se pueda hacer?

- No hace falta Madara. Gracias por haberme acompañado hasta aquí y... bueno... los médicos aún no están seguros, hay que esperar a ver cómo reacciona la lesión. Dicen que es posible que con mucha rehabilitación... hay una mínima posibilidad que pueda volver a caminar pero... es muy pequeña y... no sé cómo decirle algo así.

- Los médicos se lo dirán.

- Ya pero... esto va a ser un duro golpe y no estábamos precisamente bien así que, esto va a ser aún peor. Y si él no puede caminar... ¿Cómo va a ocuparse del rancho? Él va a quedarse mucho tiempo en el hospital y yo estoy solo allí – lloró Minato - ¿Qué se supone que debo hacer? No puedo hacerlo todo solo.

Por mucho que quisiera, no podía hacerse una idea de lo que Minato tenía en su interior, de toda esa angustia. Él se había criado entre ganado y caballos, siempre trabajando duro en el rancho, estaba acostumbrado a todo lo que había que hacer y nunca se cuestionó nada, pero para Minato, un chico de ciudad, debía ser todo un mundo tener que adaptarse a un trabajo semejante del que no conocía nada. Aún así, el mismo Madara sabía que un rancho no podía llevarlo una persona, tampoco una familia, necesitaban gente y con urgencia para ayudarles. Además, empezaba a conocer a ese rubio, estaba viendo una faceta que le gustaba y a la vez le aterraba, ¡Su responsabilidad! Se sentía responsable y quería hacer todo perfecto. Eso podría causarle a la larga alguna enfermedad si no empezaba a relajarse y dejar que las cosas ocurrieran como debían ocurrir. No podía controlarlo todo, no siempre haría las cosas perfectas, a veces venían torcidas y debía aceptarlo.

- Déjame ayudarte con el rancho estos días hasta que sepamos más sobre el estado de salud de Tobirama – comentó Madara, sorprendiendo a Minato al instante, quién se separó de él para mirarle a los ojos.

- Yo no... no puedo pedirte algo así. Tú tienes tu rancho y...

- No me lo estás pidiendo – alegó Madara – te lo estoy ofreciendo.

Tormentas de verano (Naruto)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora