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La pareja había salido desde la mañana, y habían recorrido Karmaland y sus alrededores juntos, sujetando sus meñiques entre sí. Rubius lucía un poco más nervioso de lo normal, pero su novio estaba tan feliz que casi no lo notaba, ni tampoco sospechaba siquiera sus verdaderas intenciones.

El menor se había decidido -tras pedir consejo a mami Luzu- por proponerle matrimonio al ojimorado, tenía una pequeña caja negra con un brillante anillo plateado y en la parte superior una amatista morada -la había encontrado tras minear durante casi 10 horas- pero había valido la pena, era hermosa y deslumbrante, justo como los ojos del mayor cuando se emocionaba.

Así que había previsto cuatro posibles escenarios extremadamente románticos en los que trataría de proponerle matrimonio.

El primero fue apenas asomar el alba, un Vegetta aún semidormido era arrastrado, por un emocionado Rubius, por la cuesta que llevaba a la cima de la montaña más alta en Karmaland.

"Jo'er, es que eres como un niño, macho." Había murmurado, dejándose llevar por el menor de la mano. "De verdad."

"Ya, cállate, me estás liando la sorpresa." Se quejó el peliblanco, caminando aun más rápido, debía darle el anillo justo cuando el sol se asomara en el horizonte, ese era el primer plan, lo había pensado él solito (¡en serio!) y estaba orgulloso.

"Quién te va a liar la sorpresa son los monstruos, cabezón." Y el ojimorado no podía estar más en lo correcto.

Dicho y hecho, los monstruos que habitaban el bosque (y que aun no se desvanecían) los atacaron. Para hacer el cuento corto: Rubius terminó muriendo casi una docena de veces, y su pareja lo revivió cada vez, para cuando hubieron acabado la confrontación, el sol ya había salido de su escondite, el amanecer había desaparecido.

"¿Y bien?" Cuestionó el mayor, mirando alrededor. "¿Dónde está la sorpresa?"

Rubius no respondió, tenía las manos metidas en el bolsillo de su cazadora, con la pequeña caja encerrada entre sus dedos, Vegetta notó como la actitud de su acompañante cambió tan drásticamente, y dejó su tono burlón de lado, para ponerle un brazo sobre los hombros y pegarlo a él.

"Está bien, cosi. Vamos, te invito el desayuno." Y apoyó la boca contra su cabello enmarañado, ellos no eran de compartir mucho contacto físico así porque sí, pero cuando sucedía, ninguno de los dos se quejaba.

*  *  *

El segundo escenario coincidió perfectamente con la mesa que Vegetta había escogido, esa idea había sido de Luzu, algo un poco más relajado y casual. Tendría que poner el anillo en una copa de champán y cuando el ojimorado estuviera bebiéndolo, se daría cuenta del anillo y todo sería perfecto.

A excepción de que no había champán, ni copas, de hecho, con la calor que estaba haciendo aquella mañana, el mayor había pedido una coca-cola helada. El peliblanco no sabía que hacer, estaba tan nervioso que los dedos le temblaban bajo la mesa mientras su novio parloteaba sin parar sobre que haría con la sirena de Lolito.

Terminó decidiendo que seguiría con el plan original, pero adecuándose a los nuevos términos, por lo que se coló a la cocina y pidió un vaso, en el cual puso el anillo.

Volvió a la mesa, y se sentó a esperar por la comida; el plan iba correctamente, comían entre risas y coqueteos no tan sutiles, hasta que el mayor tomó su vaso lleno de líquido burbujeante, Ruben estaba preparado para dar su discurso cuando su pareja empezó a beber.

El problema fue que Vegetta estaba tan sediento que no dejó de beber hasta que el vaso estuvo vacío, literalmente. El mayor se había bebido el anillo, y ahora se estaba ahogando.

Different // RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora