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Vegetta era alguien demasiado sociable, tenía amigos y le encantaba estar con ellos aún cuando eran demasiado ruidosos y llegaban a tocarle los nervios.

Pero cuando llegaba a casa, esa gigantesca casa, todo estaba vacío. No habían risas ni chillidos, nadie le gritaba cosas ni le gastaban bromas.

Que triste era volver a casa...

Encendía las luces, y la soledad era incluso más dura de sobrellevar.

Su cocina, tan bonita, tan pulcra, se veía demasiado triste, e incluso cocinar lo agobiaba.

Cuando llegaba demasiado cansado, lo único que hacía era arrastrar los pies escaleras arriba y dejarse caer sobre la cama.

Y luego llegó Rubén.

Y la soledad se fue disipando de a poquito.

De pronto el cepillo de dientes en el baño tenía un compañero. Igual que todos sus trajes tenían una réplica.

De pronto habían bolsas de dulces alrededor de toda la casa, incluso en la guarida de "Lobo Noctugno".

De pronto la casa estaba iluminada todo el tiempo.

De pronto los cofres estaban siempre desordenados, igual que la casa en general.

De pronto las mañanas de Vegetta se basaban en dejarse envolver por los brazos de Rubén y las sábanas.

De pronto la casa estaba llena de música todo el tiempo, sonando a todo volumen.

De pronto cocinar era divertido.

De pronto estaba riendo todo el tiempo.

De pronto... estaba amando.

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La dependencia no es buena, niñes, siempre recuerden eso.

Different // RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora