04 || Giorno

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Giorno desconocía el afecto maternal. Quizás si se trataba de algún concepto seria capaz de explicarlo, pero en cuanto a compartir una experiencia... quedaba completamente en blanco.
Creció desconfiando casi en su totalidad de quienes lo rodeaban, siempre fue calculador, astuto, precavido e incluso se lo podía considerar como alguien de carácter frío. Aún ahora siendo la cabeza de una mafia tan influyente y poderosa como Passione, no podía darse las de confiar en todo aquel que había besado su mano. Debían demostrar su lealtad, una prueba lo suficientemente riesgosa para dar a conocer sus verdaderas caras.

Y aún así teniendo un séquito de usuarios que demostraron su potencial saliendo victoriosos de dicha prueba... no se daba el lujo de dejar de esperar lo peor siempre. Y no es que él fuera un loco paranoico que trataba de hacer todo por su cuenta, ¡por supuesto que no! Tenía a Polnareff, Mista y Fugo como prueba de ello. Simplemente... sabía desempeñar su papel de forma realista.

Así que, si; en cuanto aquel par de suaves y delgados dedos pasearon sobre su frente removiendo un par de sus rulos, no era de esperarse que quedara aturdido. Su estómago dio un vuelco al sentir el calor de un cuerpo ajeno rodearlo tan gentilmente e incluso tomarse las molestias de saciar una sed que ni siquiera tenía idea de que poseía.

-¿Cómo te llamas? -¿Había enloquecido acaso?, ¿estaba al borde de la muerte...? Porque era la única explicación que le veía al gentil arrullo del ángel que lo  sostenía.

-Gior... no Giovanna... -¿Era esa su voz?, ¿ese débil y agudo chillido había salido de él...? No le dio tiempo a arrepentirse de haber emitido aquel vergonzoso intento de frase, su cuerpo ardió de forma infernal y su cerebro dio vueltas hasta hacerlo perder la conciencia. Divago en sueños ansioso, con un deseo enorme de conocer a la figura que con un par de palabras y caricias había tocado algo en su corazón. No supo cuánto tiempo permaneció dormido, su cuerpo reaccionaba de forma negativa al cambio de temperatura. ¿Dónde se encontraba?, ¿por qué sentía más humedad en el aire...? Tenia tantas preguntas pero muy poca energía como para pensar más de lo que podía en ellas.

No supo en qué momento fue que su cuerpo logró adaptarse por completo a la humedad de donde estaba, fue capaz de abrir lentamente sus ojos hasta tener al frente la curiosa mirada de un niño de hebras castañas y orbes azules.

-Siento que te conozco de algún lugar pero no recuerdo de donde. -Escucho decir al mocoso a escasos centímetros de su cara, ¿qué no sabía que había algo llamado espacio personal? No dijo nada. ¿Qué clase de broma era esta? Iba a matar a Mista si llegaba a descubrir que era el responsable de despertar en una habitación que no era la suya.
Se incorpora ignorando al niño, no fue una buena idea; su cabeza dio un par de punzadas que lo obligaron a permanecer quieto unos de minutos.

-¡Oye, oye! -Llamó tirando de su ropa que... sorpresivamente le quedaba enorme. ¿Qué diablos? -¿Cómo te llamas? Yo soy Joseph, Joseph Joestar.

¿Joestar? ¿No era ese el linaje que había acabado con su padre?

-¡Es tu turno! -Insistió Joseph con una gran sonrisa.

-¿Por qué debería darte mi nombre? -Ya había cometido un error al hacerlo con esa chica, no volvería a caer en lo mismo dos veces.

-¿No es eso lo que haces cuando no conoces algún miembro de tu familia?

-¿Qué te hace creer que tú y yo somos familia? -No estaba al tanto de todo el lío familiar en el que su padre se había visto envuelto, o en el caos que había sembrado en el pasado. Pero de lo que si estaba seguro era que Dio nunca fue legítimamente un Joestar. Joseph resopló, como si fuera más que obvio.

-Esto. -Respondió señalando la marca de estrella en su espalda y mostrándole la suya. Quedo estático.

-¿Ya están despiertos? -Esa magnífica voz le sacudió los huesos de un escalofrío. Giro de donde provenía solo para recibir otra caricia en su frente. -Parece que ya no tienes fiebre, pero... aún sigues rojo. -Tener el rostro de aquella desconocida cerca de él lo dejo sin aliento y con un extraño hormigueo en el estómago. ¿Se había sonrojado? Dios... ¿qué demonios pasaba con él? La muchacha pasó de él y así mismo comprobó la temperatura de Joseph. -Que alegría... están muchísimo mejor.

Babies Joestar | JJBA  | Finalizado [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora