Todos en tu contra

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Luzu llegó a la casa en el más completo silencio, todavía escuchando las risas y celebraciones fuera. Se sentía perdido, hundido en la más amarga decepción y con el sabor agrio de la traición en su lengua. Aun tenía los pies manchados con tomate, cortesía de Mangel, quien no contento con su situación había estado abucheándole en su discurso.

No tenías posibilidades de ser alcalde, yo te dije que no estabas hecho para esto, y tal como te lo advertí, todos se pusieron en tu contra

No, no era verdad, no era verdad, no podía serlo...Auron...

Sabía que no era de fiar ¿Que podías confiar en el dijiste? Deberías haberlo tenido claro desde lo que le hizo a Lolito en su casa cuando supuestamente le estaba ayudando a reformarse ¿Que esperabas de alguien así? ¿Lealtad?

-Cállate-

Auron y el...tenían algo especial ¿Verdad? El debía tener alguna razón.

Eso, continúa así, no eres más que un idiota y por eso ahora todos se burlan de ti

-¡Cállate!- gritó, sin ser consciente de que hablaba solo.

Sin querer pensar en nada más que pudiera usar la voz en su contra el ex candidato a la alcaldía se quitó su traje, reemplazándolo con su usual armadura de hierro.

Te traicionaron, véngate Luzu

-No... No voy a escucharte, no debo hacerlo-

Tenía que hacer algo antes de que siguiera hablando, distraerse con lo que fuera. Por eso mismo salió de casa nuevamente apenas vio que todos finalmente le habían dejado en paz y se puso a cosechar los frutos de su huerto, después alimentó a las ovejas, arrancó el cartel de la alcaldía con una fuerza nacida de la ira, y tiró a las patadas los postes que la sostuvieron.

Pobrecito... ¿No necesitaras un psicólogo?, se burló, Conocemos uno ¿Por qué no vas a verlo? Podemos confiar en el después de todo ¿O no?

El dolor estaba intentando partir su cabeza a la mitad cuando, sin nada más que hacer para escapar de la realidad, se dirigía hacia los cofres. Al ver la ausencia de hierro Luzu consideró alistarse para una expedición a la mina, pero cuando el dolor en su cráneo aumento, en lugar del pico tomó una botella. Bueno, en realidad más de tres botellas.

La voz en su mente gruñó, Luzu por otro lado sonrió ante su desagrado. Si no iba a dejarlo en paz de una vez pensaba rebajarlo al menos un poco, y sabia por experiencias anteriores que el alcohol también le afectaba a él, de alguna manera. Además, mas allá del escape que representaba, necesitaba un maldito trago, tirarse en su cama, y lamer sus heridas por un par de semanas, de ser posible, para siempre.

A la mitad de la primera botella Luzu empezó a sentir el familiar ardor en su estomago y garganta, y cuando estaba por acabársela el mundo ya estaba girándose y torciéndose a su alrededor. El rió divertido al efecto, tirado en el suelo de su sala y medio cubierto por su saco de dormir. Durante largo rato disfruto de la calma que venía con la bebida, seguramente mañana se odiaría por caer así de bajo, pero por ahora no quería preocuparse de lo que él fuera a pensar después, solo quería estar tranquilo.

Ya había caído la noche hace rato ya, y mientras sus pensamientos vagaban en cosas sin sentido, sus ojos se posaron en la ventana. Allí, envueltos en la oscuridad pero sus siluetas aun visibles por la luz de las antorchas, se encontraban dos murciélagos colgados de cabeza del techo de la pequeña cabaña de Manolo y Juan Carlos. Sonrió ante el divertido recuerdo, preguntándose brevemente si Rubius había sido quien había votado por él, después de todo eran familia política ¿No?

Lluvia EternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora