Capítulo 10. Condenados

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Hace más de 400 años que no veía a Aren, y aunque volver a ver a mi hermano me produce una especie de paz. Nunca podrá ser plena.

Él ya no es mi familia, cuando nos separaron dejamos de pertenecernos para pertenecerle a otros, a ellos.

Aren es un esclavo, como yo hace siglos lo fui.

Pero delante de mí, viendo el hombre en el que yo también hubiera podido convertir, y me impidieron ser; le tengo celos.

Él es el verdugo, él es el esclavo que va a entregarme a su amo y me matará.

Si han pasado tantos años es una suerte, mi compañero, mi única familia va detrás de mi.

Nos impiden ir juntos, tocarnos. Y yo ahora le necesito, y él me necesita a mí. No debe estar entendiendo nada.

Pero ¿qué puedo explicarle en cualquier caso?

¿El hijo morirá por los errores del padre?

Mi vida no ha sido fácil, ni la mortal ni la inmortal.

Aren y yo siempre fuimos esperpentos, siempre fuimos mirados con recelo. Por eso a ninguno nos sorprendió que nos vendieran.

Solo que no acabamos en manos humanas, sino vampíricas.

Un exótico regalo para otro par de hermanos.

Y ahora, volvía al origen.

Antes de subirnos a una furgoneta con los cristales tintados, mi hermano, mi gemelo me mira.

Ya no es más mi familia, su sangre y mi sangre no son ya la misma. Pero en sus ojos verdes, veo que aquello a él tampoco le gusta.

Sus ojos se dirigen a mi compañero, y lo sé.

Cierro los ojos, estoy cansado.

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La furgoneta en la que viajamos no para, no para ni cuando sale el sol. Ellos son inmorales, como nosotros. Aunque casi todos tienen los ojos verdes.

Con nosotros un par de hombres, y ella. Sé que se llama Marie, y no deja de mirarme.

Ya no quiero mirarla. Ya no llama mi atención.

Hemos podido sentarnos juntos, y sostengo a mi compañero contra mí.

Sé que no duerme, pero tampoco se mueve.

Siento como se filtra la tristeza por sus poros. Siempre se vio inocente, cautivadoramente inocente. Pero no lo es, no sé si alguna vez lo fue.

Sin embargo, ahora, ahora más que nunca quiero protegerlo.

Me siento impotente al saber que no podré, mi mente no para de crear planes, ninguno valdría.

Varias veces he visto como ella niega con la cabeza. Mis intenciones son obvias, huir. Sacarnos de aquí con vida.

La conciencia de que vamos a ser juzgados y sentenciados es fuerte.

Aprieto a mi pequeño compañero contra mí, y los ojos de ella se vuelven duros.

Beso su frente y ella mira hacia otro lado. Pero no dejo de hacerlo, es lo único que queda, lo único que aún podemos hacer.

Daven se acurruca más contra mi pecho y besa mi cuello.

Estamos juntos, estamos unidos, moriré por protegerlo.

No puedo calcular las horas que llevamos de viaje, pero cuando por fin la furgoneta para. Nos hacen bajar.

Blood loversDonde viven las historias. Descúbrelo ahora