ж Capítulo XVII: Los lazos que nos unen (I) ж

3.5K 387 34
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Cuando Emerald despertó, se hallaba sola en su habitación

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Cuando Emerald despertó, se hallaba sola en su habitación. Al sentarse sobre el colchón, un punzante dolor en la cabeza la embargó.

No recordaba qué era lo que había pasado. La última imagen que vino a su mente fue la de Greyslan diciéndole que no podría ir a casa en el receso y que se habían llevado las cenizas de su hermano. Luego de eso, había un enorme vacío en su memoria.

Esa misma noche, Greyslan volvió a ver si ella se encontraba bien. En cierta forma lo estaba, pero aquella laguna mental que se había formado era algo que no la dejaba tranquila.

—Diamond —su tutor depositó algunos platillos que había traído en la cómoda que se hallaba al lado de la cama—, el padre de Julian dispuso su castillo para que puedas ir durante el receso.

—De acuerdo —respondió sin mucho ánimo de seguir entablando una conversación.

Greyslan, al percatarse de ello, se levantó con parsimonia del lugar donde se había acomodado y salió nuevamente del dormitorio, dejándola a ella en la completa oscuridad.

Desde ese momento, los días pasaron con rapidez, como si todo se moviera en un parpadeo. Para cuando se dio cuenta, era el día de la excursión. Los grupos ya se habían formado y ahora estaban frente a la entrada del castillo, aguardando a que los maestros los separaran y los hicieran subir al transporte.

—¿Qué animal es ese? —preguntó Draven mientras se paraba frente a la criatura.

Se trataba de una criatura alada blanca y delgada, de gran tamaño y con una larga trompa. El animal lamió la mano de Draven en cuanto estuvo cerca de él y el muchacho, quien hizo un gesto de asco por la baba que le había dejado, se limpió en la tela de su pantalón.

—Es una citreica —contestó Julian y se cruzó de brazos—. Son animales dóciles y juguetones, en algunos reinos se usan para tirar los carruajes.

—Pensé que usarían caballos esta vez —dijo Emerald desde atrás.

—Las citreicas tienen más resistencia que un caballo por su tamaño.

El cochero de la escuela, luego de saludar a los alumnos, tomó al animal de la correa que traía en el cuello y lo enganchó a la carroza donde los transportaría.

Emerald, la usurpadora del trono [YA A LA VENTA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora