ж Capítulo XXII: El Búho sabio. ж

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Suspiró de forma pesada y sintió como si una parte de ella se fuera en aquella pequeña bocanada de aire que exhaló

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Suspiró de forma pesada y sintió como si una parte de ella se fuera en aquella pequeña bocanada de aire que exhaló. Notaba una fuerte opresión en el pecho, los recuerdos de la reina Marie se hacían presentes uno tras otro en su mente, buscando la forma de desplazar aquellas memorias que tenía de su propia niñez.

Todo era diferente. Antes, lo que ella experimentaba no eran más que meras visiones que si bien por unos momentos la aquejaban, aquella sensación se minimizaba con el pasar de las horas. Pero ahora el dolor era latente y sofocante, a tal punto que le oprimía el pecho y le generaba deseos de llorar. Se sentía dividida, su cabeza era un remolino y las voces que surgían dentro le causaban escalofríos.

Se preguntaba si Julian se sentía de la misma manera, pero luego recordaba que Diómedes era quien ahora decidía cuándo estaba despierto y cuándo no.

Marie no había logrado su cometido, algo externo había provocado que aquella conexión se rompiera y había evitado que ambos amantes volvieran a encontrarse después de tantos años separados. Y eso inevitablemente la llevaba a cuestionarse otras cosas.

¿Era Marie la causa de que ella experimentara aquella sensación cuando estaba al lado de Julian? ¿La reina habría reconocido a su amado en su interior? ¿Por qué Julian había accedido a entregar su cuerpo al hechicero? ¿Por qué habían elegido ese tiempo para regresar? ¿Por qué todo parecía acomodarse de una manera tan extraña?

Tantas preguntas, tantas interrogantes y ni una sola respuesta aparecía frente a ella. Se sentía agotada y la cabeza le dolía, aunque quizás esto podía atribuírselo al sueño.

Ni siquiera se cambió la ropa, no le importaba que la cama estuviera ensuciándose con la tierra que se había impregnado en el bosque. Emerald solo se recostó y cerró los ojos, al mismo tiempo que trataba de regular su respiración.

—Marie, reina de Delia, guardiana de la sabiduría, hija del sol y de la luna, protectora de la luz y de la oscuridad —recitó sus títulos uno a uno y no pudo evitar que las lágrimas se le escaparan—, vocera de los dioses antiguos, protectora de los reinos...

—Amiga de las criaturas mágicas. Marie, reina piadosa; Marie la diosa terrenal. —Emerald se levantó de golpe al escuchar a Ferco, el duende.

La pequeña criatura estaba frente a ella. Al verla, asintió con la cabeza a modo de saludo y luego caminó con lentitud hasta ubicarse en el borde de la cama. Al igual que ella, se dejó caer hacia atrás con un sonoro y largo suspiro. Emerald se dio cuenta de que estaba cansado y, por alguna razón, decepcionado.

Emerald, la usurpadora del trono [YA A LA VENTA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora