❀ : 03

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[7, 8]

Chan llegó corriendo hasta donde estaba Minho recostado sobre su pupitre y comenzó a moverlo con bastante insistencia.

—Minnie, Minnie, despierta, vamos.

El niño se movió dándole la espalda en señal de que no interrumpiera su sueño, pero Chan no iba a desistir.

—¡Minnie!

—Ay ¿qué quieres?

Minho levantó la mirada lleno de fastidio y Chan lo jaló de la mano pero este no parecía moverse ni un poquito.

—Vamos, Minnie, ven conmigo. Levántate —el pequeño miró detrás de él rápidamente como si estuviera huyendo de alguien.

—¿Qué pasa?

El pelinegro también miró en dirección a donde el castaño miraba, Chan abultó sus labios y dio unos cuantos pisotones haciendo berrinche.

Minho observó a tres niñas afuera del salón, ambas con un pequeño sobre y golosinas.

Chan soltó un suspiró y se sentó en el pupitre al frente de Minho apoyando su barbilla en el respaldo de la silla mientras observaba como las niñas dejaban a Minho las tarjetas y las golosinas.

Cuando ellas se fueron Minho miró al menor.

—Ten.

Le extendió todas las golosinas y Chan las recibió en su bolsita pues sabía que a Minho no le gustaba comer dulces.

—Minnie, estoy triste.

El pelinegro le dio una mirada rápida y la regresó a sus cosas esparcidas en la mesita las cuales estaba juntado.

—Pero si has recibido muchas tarjetas.

—Si y ninguna es tuya —hizo un puchero.

—Yo no hago esas cosas, Chan.

Se puso de pie colocándose la mochila en los hombros y salió del salón siendo seguido por su amigo.

—Pero quiero una tarjeta, Minnie. Todos los años desde que te conozco te hago una.

—No te daré una solo porque tú lo haces.

Chan se quejó dándole un ligero golpe en el brazo.

Ambos siguieron su camino hasta el casillero de Minho para que pudiera tomar sus cosas y al fin poder irse.

La puerta del casillero estaba repleta de pegatinas en forma se corazón y había notitas por todos lados. Minho trataba de ignorar aquello, pero Chan no podía.

—Eres muy popular, Minnie.

Chan se sentó esperando por él, sabía que Minho quitaría todas las pegatinas antes de irse.

Cuando la puerta se abrió muchas tarjetas cayeron al suelo y Minho se inclinó para poder recogerlas.

—¿Las lees? —preguntó Chan tomando algunas para ayudarlo y Minho negó.

Minho era popular entre niños y niñas a pesar de su actitud fría y desinteresada.

—Mira, es de Lisa del grupo B —le tendió una y Minho la tomó colocándola junto a las demás.

El pequeño siguió observando a su amigo y como leía de parte de quien eran antes de guardarlas una vez más. Finalmente Minho lo miró.

—¿Dónde está la tuya?

Chan se sorprendió al escuchar aquello y abrió su mochila buscándola y se la mostró. Minho la observó y la tomó.

—Gracias, la leeré en casa.

Minho cerró el casillero y comenzó a caminar. Chan se puso de pie y lo siguió.

—¿Solo lees la que yo te doy, Minnie?

—Si vuelves a preguntarlo ni siquiera la voy a abrir.

Chan asintió y siguió caminando a su lado con una sonrisa grande en su rostro. Sabía que Minho en el fondo, tal vez muy en el fondo, también le tenía cariño y eso lo hacía feliz.

Sweet ❀ MinchanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora