XIX

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Cada vez que inspiraba el aire sobrecargado de tensión y violencia, sentía como su mundo y su vida se desmoronaban un poquito más.

Lo habían sentado al lado de Andrew. Mientras éste estaba en un trono de roble bastante bien elaborado, a él lo habían colocado en un pequeño y viejo banco de madera astillada.

Todo el pueblo, desde los alfas, omegas y betas más ricos a los más pobres, parecían estar en ese tétrico lugar. Sus caras desprendían felicidad y fogosidad, parecían emocionados por lo que estaban a punto de concebir. Por un lado, se sentía asqueado al saber que su pueblo y su gente, los cuales le habían jurado fidelidad y lo habían aceptado como futuro rey, ahora se encontraban vitoreando al hombre que estaba volviendo su vida una pesadilla. Por otro lado, por mucho que le costara, podía llegar a entender, que esa gente no sabía nada lo que había pasado. De repente, el rey había sido asesinado por una tribu y el príncipe legítimo secuestrado. Para ellos era de lógica adorar en estos momentos a Andrew, había traído de vuelta al príncipe, y, encima, había logrado capturar al temible jefe de una de las tribus más peligrosas. Pero no sabían una de las partes más tenebrosas, Andrew había matado al rey para conseguir el trono.

Louis miró a su izquierda, viendo como un beta bastante joven y paliducho comenzaba a servir la cena a todos los alfas y omegas de mayor prestigio. Todos ellos sentados cerca del rey.

Su pierna rebotaba contra el suelo sin cesar a causa del nerviosismo y su tripa se retorcía constantemente. Tenía claro que no iba a dar ni un solo bocado. No se veía capaz de hacerlo con lo que estaba a punto de ocurrir delante de sus ojos.

¿Era verdad lo del oso o había sido una amenaza?

Estaba claro que en ese lugar tan terrorífico no se iba a dar un espectáculo floral, pero rezaba a todos los dioses para que no se llevara a cabo un acto brutal y cruel. El sonido del plato sonando contra la mesa lo sacó de sus pensamientos. Le habían servido una especie de sopa rancia que olía en exceso a pescado. Se le revolvieron las tripas por milésima vez y puso cara de asco.

-Espero que disfrutes del espectáculo. -dijo Andrew subiendo las cejas y frotándose las manos.

De repente, la verja de una de las dos puertas del recinto se elevó, de ella salieron cinco hombres subidos en caballos y comenzaron a prender las antorchas que se encontraban repartidas por la zona de la arena. No se había dado cuenta hasta entonces que estaba anocheciendo.

Posteriormente, tras hacer una reverencia ante el rey, se retiraron por la misma puerta de la que habían salido. Todo ello mientras eran aclamados por el público. Los silbidos, aplausos y golpeteos sonaban en su cabeza como si se tratara de un tipo de tortura. Pero, de un momento a otro, como si todas aquella personas hubieran escuchado sus pensamientos, enmudecieron al instante.

Entre el silencio comenzaron a escucharse continuos rugidos tenebrosos. Estaba claro que esa clase de sonidos no procedían de una bestia del tamaño de un ser humano. No le habían mentido, habían llevado a un oso. Además, sonaba como si le estuvieran torturando para que estuviese más enfurecido. Todo apuntaba a que esa noche iba a ser una de las peores de su vida. A penas podía respirar, su cuerpo casi no respondía a tales funciones naturales. Estaba tan tenso que parecía que llevara un palo de madera atado a la espalda.

De repente, una de las puertas de hierro se elevó lentamente. Louis se puso a alerta, estaba tan echado hacia delante que su trasero estaba a punto de caerse del pequeño banco astillado. Así pues, una vez levantada del todo Harry fue empujado al centro de la arena. La gente comenzó a abuchear y gritar, parecían furiosos, llenos de maldad. Louis, comenzó a gimotear inevitablemente.

Harry parecía un animal feroz desubicado. Su mirada estaba perdida, parecía no oír nada de su alrededor. Estaba inmóvil y tenso, centrado en la batalla que iba a tener que lidiar. Ni siquiera le habían dado una espada de metal, llevaba una de madera. Se estaban aprovechando de él para que les diera un espectáculo. Y no querían que matara a la bestia, querían que ésta acabara con él.

Khrretz [L.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora