Arrullo

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VIII

Las horas siguientes no mejoraron. Gen aún no despertaba, pero, eso no era motivo para darle un acta de coma, por lo que cada minuto que pasaba era crucial.

En la sala del hospital se encontraba Rey, su mamá y su padrastro Bruno.
Rey abrazaba a su madre, quien se encontraba en vestido de noche y en tacones, sentada en una de las sillas con la mirada perdida. Ella sabía muchas cosas que Gen y Rey no.

Rey pudo escuchar unos pasos acercarse con rapidez y se talló los ojos. Le dolían mucho.

La escena con la que recibió a Simón y a Martín era tétrica. Rey tenía la camiseta de dormir manchada en sangre, su pelo estaba revuelto y no llevaba zapatos, sino pantunflas. Ni el abrigo de su padre o de su madre podía tener, pues ellos tampoco llevaban sus propios abrigos. Los habían dejado en recepción.

Martín se encaminó rápidamente hacia Rey, ella lo abrazó cortamente, no quería llorar de nuevo.

-¿Cómo está?- preguntó con la voz entrecortada el baterista. Para ser las 4:40 de la madrugada, el baterista estaba muy despierto.

Rey sintió un nudo enlazarse entre su garganta. -Aún no despierta.

La verdosa mirada de la morena se posó sobre Simón, quien la miraba con tristeza. El alto ni siquiera preguntó, simplemente abrazó a Rey, quien se había quedado sola luego de que sus padres avisaran que iban por café.

La chamarra de mezclilla negra de Simón se manchó de sangre y entre sus dedos pudo sentir la piel fría de Rey, así que se separó de ella y depositó un suave beso sobre su frente.

-Todo estará bien, y si no lo está, aquí me tienes.

Rey rompió a llorar de nuevo.

Simón la abrazó más fuerte y ella simplemente manchaba la chamarra de mezclilla con sus lágrimas, temblando un poco por el frío.

-Toma.- le tendió la chamarra luego de que se la quitara. Ella hubiera negado con la cabeza, pero tenía mucho frío y afuera hacía un frío de los mil demonios. Rey se puso con cuidado la chamarra y ambos se separaron mirando al lado a Martín quien estaba sentado en una silla con la mirada perdida y las manos enlazadas, sosteniendo su barbilla.

-No sé qué voy a hacer si no despierta.

Simón quería matar a su hermano por el comentario dicho, había sido imprudente, pero, eso no descolocó a Rey. Le descolocó la forma en como lo dijo.

-Rey, deberías ir a casa a cambiarte, estás ensangrentada y tienes pijama. Nosotros nos quedaremos un rato más a velar. Puedes venir luego de eso con ropa para ambos. Míranos.- le habló su madre mientras caminaba hacia Rey y Simón.

-Yo la puedo llevar.- habló el de barba mientras que la madre de Rey lo miraba agradeciendo.

-Si no les molesta, yo me quiero quedar- se decidió el menor de los Vargas con bastante firmeza.

-No es problema, Martín, gracias- habló Bruno mientras se sentaban.

Rey salió con el alto mientras que Simón sentía el frío golpear sus brazos al salir, pero no le importó.

Susurros resonantes | Simón VargasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora