Líos por aquí, líos por allá

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XI

Catalina miró la puerta frente a ella y sintió un miedo invadirla. Ella recuerda perfectamente el día en el que conoció a su ex esposo.

Era un día de enero, muy caluroso. Carlos odiaba el calor en sobremanera. Recuerda que estaba paseando por Medellín con sus padres, ella yacía comprando un helado mientras que disfrutaba del día, recuerda que llevaba su vestido favorito pues era el último día en su estancia en Medellín. Su vestido era blanco y de flores verdes bordadas en él, sus zapatos eran abiertos y como siempre llevaba unos lentes que protegían su verde visión. Carlos iba pasando hecho un demonio hasta que chocó con ella y le llenó la cara de su propio helado a Catalina. La muchacha se esmeraba mucho en su maquillaje, por lo que, el que sus gafas no lo pudieran proteger había sido una pena, pues sus ojos estaban que ardían de una manera extraña, le dolían porque el helado de Limón le estaba picando los párpados.

—¿¡Pero qué carajos te pasa que vas corriendo por la calle!?— gritó Catalina mientras se quitaba el helado de los ojos y una ira inexplicable se posaba sobre su entorno, de pasar a disfrutar pequeños detalles de Medellín, el estrés en el que vivía constantemente en Bogotá había vuelto.

—Será mejor que te calles si no quieres que te entierre el jodido barquillo en la frente— había exclamado Carlos aún sin voltear a ver a la chica. Carlos era grosero y sin modales, tenía temperamento compulsivo explosivo y andaba por la vida tratando mal a las chicas que le parecían lindas, pero cuando Catalina lo hizo voltear a verla, fue cuando supo que algo andaba mal. Se había arrepentido de todas esas palabras, pues sus ojos lo habían hecho sentir borracho. De pronto la perdición estaba frente a él.

Susurros resonantes | Simón VargasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora