XIX
Penúltimo capítulo.
Atenea miró su habitación llena de ropa y maletas, Simón se iría a México a hacer promo del nuevo álbum con los demás chicos, mientras que ella se encontraba comiendo ensalada de zanahoria. Si era sincera, ella sabía que su matrimonio con Simón no iba a ser como lo esperaba. Ahora mismo Simón se encontraba con unas ojeras enormes y un cansancio que ni ella entendía. Últimamente él estaba muy contento, pero aparte de eso, él dormía bien, no entendía su cansancio.
Si bien el tiempo se le venía encima, pues para ese entonces su barriga debía comenzar a brotar, pero ella simplemente se negaba a decirle a Simón que el niño que tanto esperaba no iba a llegar jamás.
Mientras él se marchaba, Atenea pudo sentir la presión en su pecho. Antes de la boda ella estaba presionada, pero ahora mismo, la cruda realidad estaba llegando como un balde de agua fría. Ella no quería embarazarse, simplemente diría la verdad, no ahora, lo haría cuando él volviera de México. Exactamente ocho días contando.
La rubia manejó de regreso a su casa mientras un golpe de realidad le llegaba. Había visto algo en la habitación que Simón olvidó en el coche. Miró la mochila negra encima del asiento trasero y se estacionó a un lado de la carretera. Abrió la mochila mirando el contenido. Comida, algunas púas de guitarra y sus anteojos de repuesto. Nada con lo que Simón no pudiera sobrevivir. Suspiró y dejó la mochila al lado, mirando la carretera vacía, hasta que su vista cayó en la bolsa de enfrente de la mochila, abriéndola mirando si pudiera haber algo que necesitara. Miró una memoria USB envuelta en una camiseta doblada. Su curiosidad fue más grande y le quitó la tapa a la USB, para ponerla en el estéreo del auto, quizá era música de Morat. Pero en cuanto abrió la memoria una bolsita pequeña con polvo blanco la recibió. Simón escondía droga en su USB. Miró el paquete entre sus manos y vagamente recordó que su tío Carlos, el papá de Rey, había consumido por mucho tiempo eso, pues no soportaba su trabajo, hasta que un día su tía Catalina se enteró, hizo oídos sordos y no lo ayudó cuando cayó en la depresión, se fue bebido y drogado en su auto y chocó, muriendo al instante.
Atenea suspiró mientras veía el paquete. ¿Él lo hacía para soportar?, ¿de verdad Rey lo había ayudando tanto como lo parecía?, ¿de verdad se amaban?
Ella no creía que su amor fuera tan fuerte como el que ella tenía por Oliver, pero, en un momento, se puso en el lugar de Rey, recordando cuando encontró a Oliver en la cama con dos mujeres, mientras ella cargaba un bebé en su vientre. Un bebé de Oliver.
Puso su cabeza contra el volante. Todo era una mierda que la consumía.
Pasaron tres días. Atenea llevaba un recuento de días en el que no podía pegar un ojo cada noche. Su cuerpo se envolvía en tristeza y estrés por su aborto y cuando descubrió que Simón se drogaba.
Todo iba normal, abría regalos, comía, cenaba sola, miraba películas de asesinatos, caminaba por el parque, leía los libros de sus abuelos, recibía visitas de su abuela, toda una mierda. Para al final recibir una llamada de Simón, y, no dormir. Y así consecutivamente. Para el sexto día llegó un paquete a su ahora departamento con Simón. Lo abrió viendo el destinatario. México.
“Lo vi y me enamoré. Es unisex, así que.., espero que pueda usarlo. S.”
Dentro del paquete había un traje de panda para bebé. Era precioso y pequeño, y su estómago dio un vuelco. Lágrimas amenazaron con salir, como los últimos días, pero lo único que alcanzó a salir fue una solitaria lágrima antes de que sonara el timbre por su departamento.
Abrió mirando el piso. Lo que la recibió fue su abuela Cindy. Sus inteligentes y crueles ojos miraron el departamento y con una mueca de asco entró.
—Carajo, Simón llega en un día y medio y aquí parece que alguien se murió. ¿Qué no sabes que debes desempacar los regalos, tus muebles, hacer tu casa?, ya eres una dama de hogar. Tendrás un hijo, no seas estúpida.
Para ese momento las palmas de Tae ya estaban siendo marcadas por sus uñas puntiagudas.
—No quiero hacerlo.
—¿Qué dijiste, señorita?— preguntó Cindy y ella suspiró, llevándose la mirada a los ojos de su abuela. La ira creció en su pecho y unas desenfrenadas lágrimas comenzaron a salir de sus ojos.
—¡NO QUIERO SER UNA PUTA AMA DE CASA QUE NI SIQUIERA AMA A SU PUTO MARIDO QUE SE REVOLCÓ CON MI PRIMA PORQUE NO TUVE LA DESCENCIA DE ACEPTAR SU VIDA DE MIERDA!, ¡NO TENDRÉ UN JODIDO BEBÉ PORQUE AL PARECER NI ESO PUEDO HACER, NO SOY MADRE, CINDY!, ¡¡JÓDETE Y VETE DE MI VIDA!! ESTOY HASTA LA PUTA MADRE DE QUE ME MANDES EN TODO.
En todo el proceso en el que Atenea gritó, ella sacó a empujones a su abuela, mientras que al final le cerró la puerta en la cara y comenzó a tirar todo, con enojo y tristeza.
Las siguientes 36 horas no mejoraron, ella era un manojo de ansiedad y nervios, pues Simón llegaría. La casa estaba hecha un desastre y ella no quería salir de su habitación, hasta que pudo notar que Simón llegaría esa tarde de aquel día, así que se quitó la tristeza de encima y salió a desempacar lo que restaban de regalos. Una botella de Vodka y otra de Brandy la hicieron mirar su aspecto, y luego miró el traje de bebé en la encimera de la cocina, y comenzó a llorar, abriendo la botella de Vodka de su empaque. Tomándola como si pudiera hacerla sanar todas esas heridas abiertas. Poco a poco fue cayendo en los efectos del Alcohol hasta que miró el traje del bebé y recordó la escena de sangre a las 2 de la mañana en su antigua casa. Lágrimas comenzaron a recorrer sus mejillas y recargó la cabeza en el cristal de la mesa. La botella de Brandy fue abierta mientras lloraba. Estaba muy ebria, no podía sostenerse bien. Así estuvo por varias horas, mientras se paseaba por el departamento, para luego caer sentada enfrente del cuarto donde se suponía estaría su bebé. La cuna que Jonny le había regalado estaba en medio de la habitación, y cansada de llorar simplemente siguió tomando, hasta que escuchó la puerta abrirse. Simón había llegado antes. No se molestó siquiera en pensar levantarse, sabía que Simón se enteraría de todas formas.
—¿Atenea?— preguntó un Simón con ojeras y maletas en las manos. Su mirada cayó en la botella en las manos de su esposa — ¿¡pero qué mierda haces!?, no puedes beber, Atenea.
La rubia lo miró con lágrimas en sus ojos.
—Si puedo,...Simón— dijo con ebriedad y miró la cuna frente a ella. — Simón, me dejarás.
—¿De qué hablas?— preguntó él mientras se ponía a su altura y le quitaba la botella de la mano, abrazándola. Sabía lo que venía.
—Perdí a mi bebé, lo perdí— dijo sollozando fuertemente. Simón se quedó helado mientras la abrazaba y los dos se quedaban en el piso del pasillo, mirando la habitación blanca.
—No lo haré, no te dejaré. — susurró él mientras ella lloraba y él besaba su cabeza, con lágrimas en sus ojos.
Su maleta estaba llena de juguetes para su hijo. El que no nacería nunca.
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Susurros resonantes | Simón Vargas
FanfictionRey sólo tenía una simple tarea. Y en esa tarea, para los planes de Atenea no era que Rey se enamorara de Simón, o viceversa. Una historia con un inicio y un fin bastante complejo, pero, de alguna manera, hace ruido entre el presente, pues, los sus...